18 octubre, 2021
Máximo Kirchner en soledad, la interna Sergio Massa vs. Juan Manzur y el efecto Jones Huala. El jefe del bloque K no pudo reunir quórum. Los funcionarios que piensan en la post elección. Y el error del Gobierno con el activista mapuche.
Por Ignacio Zuleta
Las elecciones legislativas sacan de la congeladora una actividad política paralizada en todos los niveles durante dos años. El resultado del 14 de noviembre definirá posiciones legislativas de los oficialismos en los 24 distritos. La gravedad del torneo electoral general exalta los ánimos. Diseñará el mapa de fuerzas del peronismo y el no peronismo a nivel nacional. Dentro cada fuerza, también, resolverá liderazgos y candidaturas en una Argentina que parece instaurar la alternancia.
Cada cual tiene su explicación, pero el peronismo que ganó ampliamente en 2019 parecía condenado al éxito en el futuro. Pasaron menos de dos años y sufrió un revolcón tan rotundo como el que sacó a Cambiemos del poder. El centro del escenario es el esfuerzo del peronismo por reagrupar fuerzas y elegir un rumbo de supervivencia después de noviembre, con un Congreso en el que puede perder poder.
El fracaso en lograr el quórum en la última convocatoria de Diputados hirió hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro exhibió las diferencias entre Sergio Massa y Maxi Kirchner. Ya no juegan juntos. El jefe de la Cámara lo dejó solo al jefe del bloque: le hicieron creer a Maxi que podía alcanzar el número, sugirió. Integran una sociedad de conveniencia y es comprensible que ante un escenario de derrota se despachen las diferencias.
También lo aterra a Sergio la posibilidad de que un triunfo opositor lo desplace del cargo que tiene, con la jefatura de Gabinete en manos de Manzur, un peso pesado. Hoy no tiene solución a ese escenario y la tensión que proyecta crea una marejada incontrolable.
Hacia afuera queda de nuevo el oficialismo en manos de la oposición. ¿Ven que solos no pueden sesionar? Este fue el mensaje de la oposición en Diputados, que forzó la negociación de una sesión la semana que viene, con una agenda de temas de interés de todos. El oficialismo hacía fuerza por el etiquetado de alimentos como si fuera una iniciativa propia, aunque era también de la oposición.
Ahora la oposición pone los tiempos y agrega proyectos propios, como la ley ovina, que prorroga un régimen que tenía paralizado el oficialismo. Esta debilidad del oficialismo en dispersión, después de una unidad virtuosa que le permitió recuperar el poder en 2019, se manifiesta en la falta de una estrategia colectiva a nivel nacional que identifique objetivos. No lo logra ni en torno al objetivo básico de una elección, que es ganar.
La pulseada más trabada en el vértice del poder es la que disputan, callados, Juan Manzur y Sergio Massa por el control del Gobierno en los próximos dos años. Ante estas divergencias de fondo, los franeleos por los actos del 17 de octubre son pequeñeces, dirigidas a asegurar posiciones después del 14 de noviembre. Para aferrar su espacio, Manzur y Massa huyen de la puja electoral. No se los ve ni se los va a ver mucho en actos de campaña.
El jefe de Gabinete volvió de Estados Unidos con un balance alentador en el frente externo, que pone el acento en lo político más que en lo financiero. La confluencia de la agenda política del Gobierno con la de Joe Biden, parece abrirle un camino saludable para el apoyo de la Casa Blanca al acuerdo con el FMI. Los objetivos son paralelos: generación de empleo, recetas expansivas para permitir el crecimiento y alineamiento detrás de Washington en las relaciones con el resto del mundo. Eso quiere decir China.
La Argentina es un país que exporta manufacturas y en esto se aparta de la conexión china y se acerca más a EE.UU.. La tarea pendiente es que el Gobierno convenza a EE.UU. de que puede armar un programa coherente y cumplible, sin fantasías, que traduzca el lema «Más Almagro -OEA- y menos grupo de Puebla». El funcionario que concentra hoy la responsabilidad es el embajador Jorge Argüello. Este eje es el que reforzó Manzur en su viaje relámpago a los Estados Unidos.
Para quienes ven visiones, se abre acá un ventiluz: el 29 de este mes el papa Francisco lo recibe a Joe Biden, que va a Roma a la reunión del G-20. Ese grupo habrá recibido ya la «Declaración sobre la pobreza» del programa sobre la Ciencia y la ética de la Felicidad que elaboró la cumbre “Caritas, Amistad social y el fin de la pobreza” que sesionó hace diez días en la Academia Pontifica de Ciencias Sociales que maneja el argentino Marcelo Sánchez Sorondo.
Entre los que aportaron al texto están el economista Jeffrey Sachs, asesor del Vaticano desde los tiempos de Juan Pablo II y el asesor de la jefatura de gabinete Gustavo Vera. El documento les pide a los jerarcas del G-20
1) El envío de cientos de millones de dosis de la vacuna Covid-19 a los países en desarrollo.
2) Un nuevo régimen fiscal y financiero internacional que introduzca impuestos a nivel mundial sobre las grandes fortunas y las rentas ultra-elevadas, que ponga freno a los paraísos fiscales y a la evasión fiscal, que alivie la deuda de los países en desarrollo muy endeudados, etc.
3) Un plan global para cumplir los pactos ambientales de París.
4) Que se cumpla la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que reconozcan que 75 años es tiempo suficiente para cumplir lo que el mundo prometió a la sombra del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.
El documento está precedido de un manifiesto contra la modernidad en el estilo más conservador de la Iglesia, sin firma, aunque atribuible a la pluma de Sánchez Sorondo. Ese manifiesto condena al liberalismo anglosajón, de Locke a Ayn Rand y a Ronald Reagan. “La ética angloamericana de acumulación de riquezas marca un quiebre radical y peligroso con la ética religiosa y filosófica antigua”. Ya los va a atender Milei.
En ese seminario participó Juan Grabois, que estaba en Italia, pero lo hizo de manera virtual. Había viajado a una reunión en Asís sobre economía popular pero no estuvo en persona en el coloquio. A diferencia de Vera, no estuvo con el papa Francisco. Para que no falten constancias de la militancia argentina del dueño de casa, el folleto del coloquio está encabezado por una foto de archivo que los muestra, juntos en una misma mesa, al papa Francisco junto a Martín Guzmán, Gustavo Béliz, Sánchez Sorondo, Kristalina Georgieva, Sachs, Joseph Stiglitz.
¿Más presencia argentina que esa gráfica? ¿Para qué lo querrían a Alberto? Le dejan esa relación a Manzur, que es el funcionario más pío que ha tenido cualquier Gobierno en la jerarquía altísima de jefe de Gabinete. Sus relaciones con él van a ser un capítulo importante de la política en los próximos dos años, si logra conservar el cargo.
La falta de estrategia, que refleja la crisis de mando, más que de liderazgo, le hace pagar al Gobierno costos altísimos ante el electorado. La intervención del embajador en Chile en la audiencia sobre la libertad que pide el activista mapuche Huala seguramente responde a sus obligaciones como jefe de misión. El activista es argentino y todo gaucho puede reclamar asistencia consular cuando tiene problemas con la justicia en otro país.
«El ciudadano Huala -informó Rafael Bielsa- solicitó la asistencia a través de su abogada». Bielsa actuó por zoom en esa audiencia y pidió que «se analizaran debidamente los extremos objetivos de la materia de la audiencia». Como rechazaron el pedido del quejoso, el Gobierno termina comiéndose la derrota.
¿No midió esto un peronismo que ha perdido las PASO en todas las provincias del sur de la Argentina, de Buenos Aires a Tierra del Fuego? Esta derrota lo compromete en especial a Buenos Aires, el distrito en donde se la mide a Cristina –accionista premium de la sociedad de poder-, La Pampa y Chubut, donde necesitan más votos, ya que arriesga la mayoría en senadores, y puede hacerle perder el quórum en el Senado.
Un mínimo control sobre la campaña hubiera ordenado una actuación en esa audiencia chilena mediante un abogado sin rango político, por debajo del radar. Eso pudo evitar que apareciese el Gobierno defendiendo a Huala, que es señalado en provincias de la Patagonia por una reivindicación territorial que impugna la soberanía del Estado argentino, sus símbolos e intereses. El daño al oficialismo es un regalo a la oposición.
Miguel Pichetto se hizo un plato el sábado en Neuquén, adonde fue a poyar a los candidatos de Cambiemos. Esa provincia está en alerta por atentados e incendios de grupos soberanistas que se reivindican como mapuches, que han tomado tierras lindantes con el yacimiento de Vaca Muerta y controlan los accesos a comarcas como el lago Mari Menuco, en donde se ha desarrollado una instalación turística de gran valor social.
Lo último que puede pretender ahora el peronismo en esa provincia, la de Oscar Parrilli, son votos. En Río Negro la gobernadora Arabela Carreras ha denunciado esos atentados soberanistas como «actos terroristas», hundiendo más las chances del peronismo. Hablar de terrorismo en el mundo actual no es una banalidad, guste o no.
Que el Gobierno nacional aparezca apañando, aunque fuera técnicamente, al cacique Huala revela la misma falta de control de los intereses en la campaña que mostró el bloque de diputados al intentar sesionar sin quórum. Ellos mismos crearon el blanco en el que impactaron las balas enemigas.
Para sacarse el gusto, Pichetto le rendirá homenaje a Julio A. Roca en el cementerio de La Recoleta este martes. La dialéctica clásica: levantarlo a Roca para confrontar con el cacique Huala y el Gobierno. Pero responde a una estrategia de político de la Patagonia en donde la reivindicación territorial está en el ADN. Fuera el de los argentinos de frontera, o de los ocupantes que quieren levantar un Estado Mapuche.
Massa, por su parte, emplea todo su arsenal para montar el proyecto de un gran acuerdo entre las tribus del peronismo y la oposición. Replican las campanas que le responden en los medios, pero es una melodía sin letra. A ese proyecto responde el debate en la oposición sobre si pelear la presidencia de la Cámara de Diputados, en caso de convertirse en la primera melodía.
Quienes apoyan la idea de desplazarlo a Massa piensan más en que es un buen blanco de campaña por el bajo prestigio que ha alcanzado en las encuestas: algunas lo señalan con menos prestigio que la propia Cristina, que ya es mucho. “Sacarlo a Massa de la Cámara” es una bandera de campaña inspirada por los «focus groups» de Cambiemos.
Los argumentos sobre la conveniencia de ir por la presidencia de la Cámara figuran en un documento que elaboró el bloque de la Coalición Cívica, que analiza cómo se eligieron autoridades de la cámara según los resultados electorales: desde 2001 a 2009 la oposición tenía mayoría, pero apoyó a Eduardo Fellner, y en 2015 el peronismo era primera minoría, pero apoyó al macrista Emilio Monzó.
Más allá de los argumentos en cada ocasión, la trama política está por encima. En 2009, la oposición del Grupo A prefirió que fuera Fellner y no uno de ellos, porque en la lista propia estaba un Felipe Solá, a quien no quisieron llevarlo a un cargo en la línea de sucesión. “No éramos un bloque homogéneo, teníamos al peronismo adentro”, explica uno de los negociadores de aquel momento.
En 2015 y en 2017, Monzó fue presidente de la Cámara porque el peronismo puso su nombre (y no el de otro) como condición para votar a un hombre de Cambiemos. Si no era Monzó, ponían a un PJ, porque ellos tenían los votos. “El peronismo tampoco estaba unido. Después de la derrota de 2015 estaban divididos y en 2016 tenían ya tres bloques”, recuerda otro rosquero.
Hoy Monzó aparece en la lista de la oposición, y hay dirigentes de Cambiemos que creen que él puede lograr de nuevo el apoyo del peronismo para presidir la Cámara, con un gobierno peronista. “Ahora volvemos a tener al peronismo adentro con Monzó o Frigerio, como en 2009 teníamos a Solá”, se escucha en los cuarteles de la oposición. Por eso prefieren no dar la pelea por el cargo.
En este sector están Horacio Rodríguez Larreta, Cristian Ritondo y algunos radicales como Mario Negri. Entienden que asumir la Cámara sería hacerse cargo de responsabilidades institucionales en medio de una crisis profunda en la que el peronismo busca salvavidas en donde los haya. Recuerdan que Antonio Cafiero fue víctima del gesto de haber apoyado a Raúl Alfonsín después de la derrota de 1987. En su momento avaló las medidas económicas que fracasaron, perdió la interna con Menem, la candidatura presidencial y hasta el plebiscito por su reelección como gobernador de Buenos Aires. La gobernabilidad ajena fue la tumba de su carrera política.
En la oposición también despuntan las previsiones poselectorales. Apenas se llegó el jueves al acuerdo entre el oficialismo y la oposición por una sesión Diputados el 26 de octubre, Julio Cobos, que es senador, se adelantó a anunciarlo como un logro propio. Lo hizo en un tuit que distribuyó antes que las propias autoridades del bloque de su partido en la cámara a la que no pertenece (se postula como candidato el 14 de noviembre). Desconcertó a muchos, pero quienes miran debajo del agua presumen que es un primer paso de Cobos por tomar posiciones para disputar un cargo en el bloque o en cámara.
Ya Martín Lousteau tiene una dignidad como vicepresidente del Senado. El radicalismo es, como todo partido, una banda elástica.Pero no sea que dos ex cristinistas de 2007 como Cobos y Lousteau -vicepresidente y ministro de Economía, actores principales en la novela de la 125, uno la creó, el otro la volteó- terminen encabezando ahora a la oposición en las dos cámaras del Congreso.
Esperar un turno presidencial en esa posición institucional es una ventaja formidable y es entendible que hagan movimientos de posicionamiento. Lo hacen con énfasis triunfalista porque el no peronismo presume que va a ganar. Contrasta con el aire derrotista que empapa al oficialismo. La capacidad giratoria la tenía hasta ahora patentada el peronismo con los Alberto y los Massa que giran cual perinolas. Te militan cualquier cosa con tal de estar arriba.
Pero nada puede extrañar si Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, designados por decreto por Macri en la Suprema Corte de Justicia, controlan hoy el poder judicial con un gobierno del peronismo, que designa los jueces desde 1983. Es la dimensión desconocida, en donde todo es posible.
*EC/Notiar