Con recursos que capturan el signo de los tiempos, como el estilo filoso y provocativo que campea en las redes, la doctora en Letras Natalí Incaminato recorre en su libro «Peronismo para juventudes» las transformaciones de este movimiento decisivo en la historia argentina, así como algunas de sus tensiones más emblemáticas como las disputas en el campo de la literatura y la relación con los sectores antiperonistas. «Creo que en esa virtud de incluir demandas emancipadoras y efectivizarlas está la potencia más interesante y prometedora del peronismo», dice la autora a Télam.
Acaso porque en paralelo a los espacios académicos donde ejerce la docencia su gran habitat son las redes y en especial Twitter, desde donde lanza mordaces tuits para postular alguna reflexión política o dar réplica a lecturas que no comparte, una de las primeras certezas que tuvo Incaminato cuando decidió reactualizar las miradas sobre el peronismo fue que el estilo era decisivo y debía capturar algo de la gramática twittera, particularmente ese registro picante y corrosivo que se ha transformado en una de las maneras más elocuentes de editorializar la realidad.
Supo también tempranamente que para hacer su lectura de este movimiento tenía que apelar a un repertorio descontracturado de exégetas, cuanto más heterogéneo mejor. Y así estableció una madeja de lecturas que van desde «El medio pelo en la sociedad argentina y el querido» de Jauretche a Enrique Santos Discépolo con su «¿A mí me la vas a contar?» y «Una historia del peronismo» de Pedro Saborido, a quien le debe el prólogo y la frase que funciona como brújula para entender cuál es la idea fundante del texto: «No existe el peronismo, sino sus interpretaciones». Y eso amerita, para esta profesora y doctora en Letras nacida en 1986, elegir el corte histórico más luminoso a efectos de explicar por qué el peronismo preserva su potencia disruptiva a más de 70 años de su surgimiento: en esa línea, se entiende la nula presencia del menemismo con su retórica privatizadora y neoliberal, una abjuración drástica del principio de «justicia social».
«En definitiva, el peronismo fue el hecho maldito del país normal, esa normalidad que le gusta tanto mentar al antiperonismo vernáculo: los humillados cometen la herejía de ir al centro de la ciudad europeísta y blanca, y son calificados como ‘extraterrestres’ y ‘extraños’, como aquello que desafía los esquemas establecidos de clasificación y orden», dice Incaminato en «Peronismo para la juventud» (Paidós), un texto que busca empatizar con un lector millennials a partir de la utilización de referencias bien actuales, como cuando extrapola a los periodistas Eduardo Feinmann o Diego Leuco para caracterizar con sorna los discursos antiperonistas.
«Esas referencias apuntan a aumentar el marco de interpretación para un público joven, pero eso también se vincula con señalar continuidades culturales: las tensiones entre la admiración del ‘mundo’ y el valor de lo nacional, las tensiones de clase, el racismo, la misoginia», destaca la docente y escritora en entrevista con Télam.
La irreverencia tiene su costo y la autora de «Peronismo para las juventudes» lo pagó en Twitter, apenas se anunció la aparición de este texto pensado y escrito en pandemia que lleva en su portada una imagen de Juan Domingo Perón montado sobre un caballo alado de color rosa: durante días, un irrefrenable «trolleo» -como se conoce a la retahíla de insultos y descalificaciones que se descargan en masa sobre uno o más usuarios de las redes- hizo recaer todo tipo de impugnaciones sobre la autora, desde «cheta de Palermo» y «zurda infiltrada» hasta escritora paga por el multimillonario liberal George Soros, entre otros.
Por otro lado, una preferencia por ciertos nombres de la galería peronista en detrimento de otros, por mencionar sólo algunos: Perón, Evita, John William Cooke, Alicia Eguren, el padre Mugica, Néstor y Cristina. Como se puede desprender fácilmente, esa posición supone una visión crítica del peronismo en su versión «neoliberal», el menemismo: mi rastreo (dentro de una sátira) de ciertos núcleos o tópicos del primer peronismo y sus nexos con el presente van en otra línea. Creo que los sesgos, a diferencia de lo que se suele creer, son productivos, siempre que se tenga conciencia de ellos.– T: El libro retoma un formato y un estilo de escritura emparentando con la gramática habitual de Twitter, precisamente el lugar donde a poco de su lanzamiento recibió una oleada de descalificaciones ¿Eso forma parte de la lógica crispada de la comunicación en estos tiempos o hay un plus ligado a la polarización que genera el peronismo?
– N.I.: Creo que en parte se vincula con esa diversidad conflictiva del peronismo; hay un grupo de jóvenes twitteros un tanto conservadores que desprecian nuevas demandas incorporadas al peronismo (feminismo y diversidades) y las usan de chivo expiatorio para explicar derrotas. Se dijeron cosas delirantes como que el caballo rosa del hermoso dibujo de portada del libro, hecho por Daniel Santoro, era una falta de respeto a la figura de Perón. Luego operan los prejuicios obvios de Twitter, lugar en el que la descalificación con ad hominem ni cumple la regla de la veracidad.
Hay otro aspecto ligado al lugar de la enunciación: en tiempos de cancelación, parece que para poder hablar de un tema hay que hacerlo desde la autorreferencialidad o la pertenencia. ¿Por qué hoy el lugar de la enunciación está puesto en primer plano y eso llevó a que en tu caso se te cuestionara qué tan «representativa» eras de ese peronismo al que caracterizás?
– N.I.: Creo que siempre el lugar de enunciación es clave para pensar la postura política, el problema es la simplificación o la lisa y llana mentira para pensar eso. No puedo tampoco caer en el lugar de la inocencia porque mi libro contiene, en tanto sátira, una serie de imprecaciones y cierta agresividad verbal con los oponentes; estas cosas son parte de la sátira peronista (el ejemplo obvio es «El medio pelo» de Jauretche) pero también de la literatura universal, hasta existen poemas de Catulo con agravios. El problema en todo caso radica en quiénes son el objeto de nuestra burla: si son poderosos o no, y si usamos la mentira y el prejuicio para la descalificación. Otro elemento desagradable que se suma en las redes es el trolleo, que comparte lógicas con la cancelación. De todas maneras, ya me acostumbré un poco a esas reglas de juego.
Se podría pensar que además de contar la historia del peronismo el libro involucra otros sentidos posibles, entre ellos indagar cómo se ha dirimido la cuestión racista y clasista a lo largo del tiempo y cómo la idea de grieta fue una constante en la historia argentina ¿Todo eso estuvo en el origen del proyecto?
– N.I.: Sí, se podría decir que hay objetivos múltiples, y eso se conecta con la mezcla de los géneros: hay partes más cercanas a la crítica literaria (una muy libre), hay zonas más ficcionales, otras más a tono con el manifiesto político. Me parece que, más que contar la historia del peronismo, el abordaje se vincula más con una reflexión sobre el presente, sobre nosotros mismos: a partir de ciertos elementos que veo en la actualidad y en los últimos años, se abre una indagación del pasado. Es importante que, tal como se hace en otras partes del mundo, entendamos que el racismo se vincula directamente con una historia, en la que el peronismo es insoslayable. Es importante también que entendamos las especificidades históricas mundiales e irrepetibles de la década del 40 para comprender qué nuevos desafíos, bloqueos e imposibilidades tenemos hoy. Todas estas cosas que en la academia son archi conocidas y estudiadas no necesariamente son tan conocidas por todos las y los jóvenes que, con mayor o menor intensidad, votan al peronismo en sus versiones actuales.
La llegada de libro a la escena pública coincide con el crecimiento de las opciones de la derecha radicalizada como las de Javier Milei ¿Por qué estos jóvenes que se inclinan por las opciones de derecha no se sienten representados por el peronismo?
– N.I.: Quizás el peronismo no es el movimiento que represente las demandas de todos los jóvenes. Hay jóvenes conservadores o liberales en lo económico y eso hubo siempre, este avatar libertario es una radicalización. En estas elecciones, además, se vio cómo Milei saltó el cerco de ese núcleo duro (muy anclado en lo digital), y ahí le cabe la responsabilidad al gobierno peronista actual y los problemas de la pandemia. Muchos de esos jóvenes fuera del núcleo duro no son libertarios que leen a Ayn Rand y trollean a feministas en twitter, sino que tenían demandas ante un panorama de precarización de la vida que no se resolvieron. En esto que planteo se vislumbra una cuestión evidente pero a veces obliterada: no hay una juventud homogénea, idéntica a sí misma. Específicamente, las juventudes que interpela mi libro son aquellas que apoyan gobiernos peronistas en sus versiones recientes porque creen en el valor de lo comunitario, de la solidaridad, de la ampliación de derechos y de la igualdad de oportunidades, aún entendiendo lo complejo y conflictivo que es efectuar todos estos objetivos.
Siendo el peronismo una fuerza política que puso en la agenda el reconocimiento de derechos que habían sido históricamente invisibilizados fue un poco refractario a la inclusión de las proclamas feministas más allá de algunas improntas como la de Eva Perón ¿Cuánto le aportó esta incorporación más reciente de la agenda feminista?
– N.I.: Creo que ahí habría que complejizar la idea de «proclamas feministas» para matizar y hasta cuestionar lo refractario: en el primer peronismo, además del voto femenino, se logró la participación en la vida política de las mujeres, y ahí Evita es fundamental con la conformación del Partido Peronista Femenino. Asimismo, muchas políticas de bienestar social estaban directamente dirigidas a las mujeres. Luego, y hablando de leyes cuya autoría y/o militancia no provenían del peronismo, tenemos la Ley de cupo femenino en 1991, la jubilación de amas de casa en 2006, el plan «Ellas hacen», entre otras. Son leyes a todas luces vinculadas con el género y fundamentales para una mirada feminista que ponga en el centro el problema de la clase. Luego, las leyes de matrimonio igualitario y la Ley de identidad de género. Es indudable que existieron y existen núcleos fuertes de machismo en el peronismo, pero también lo es que desde dentro del peronismo se pugnó para cuestionarlo desde distintos lugares. El punto más polémicamente tardío de adopción de agenda fue el aborto; según mi opinión, aunque lamentablemente tardía, fue muy venturosa la inclusión de esa demanda y el «Nacional, popular y feminista» porque amplió y legitimó esas luchas, y eso fuera de los grupos feministas tiene un gran impacto y valor. Creo que en esa virtud de incluir demandas emancipadoras y efectivizarlas está la potencia más interesante y prometedora del peronismo.
El peronismo ha sido muy disputado y cuestionado desde la literatura. Sin embargo, ha dado lugar a algunos de los mejores relatos de la narrativa argentina: Walsh, Abelardo Castillo, Rozenmacher, por citar algunos de los autores de cuentos emblemáticos ¿La literatura le debe mucho al peronismo en términos literarios?
– N.I.: Aún los escritores e intelectuales que fueron muy críticos del peronismo le deben a esa formación política, porque les brindó elementos históricos y sociales para sus textos, y también les brindó legitimación: no olvidemos que varios de los integrantes de la antiperonista revista Sur consiguieron cargos culturales relevantes luego de la «Libertadora». Sería muy arduo describir las antinomias en el campo literario en torno al problema del peronismo porque fueron mutando con el tiempo: en el primer peronismo, el grueso de las firmas legitimadas eran antiperonistas, pero luego en los años 60 y 70 hubo una relectura crítica del antiperonismo por parte de varios jóvenes («Cabecita negra» de Rozenmacher es parte de ese clima).
Creo que algunos aspectos de la vida cultural de los inicios contribuyeron a crear esa oposición absurda entre intelectualidad y peronismo que lamentablemente algunos compañeros replican, ¡a esta altura de los Horacio González!. Vale la pena mentar a Horacio porque fue un gran lector de Borges, y su labor en la Biblioteca Nacional fue increíble, labor que incluye fantásticas ediciones de textos borgeanos. Creo que el peronismo fue un fenómeno fundamental para todos los escritores y artistas de esas épocas, ni hablemos de la trágica década del 70.