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5 abril, 2021

El mundo se reconfigura, y ¿dónde juega Argentina?

Por Marcelo Elizondo

Hace algunos días el Presidente de los Estados Unidos de América, Joseph Biden, sentenció que en su parecer la lucha entre la democracia y la autocracia está en un punto de inflexión en el planeta; y agregó que “en muchos lugares, incluyendo Europa y Estados Unidos, el progreso democrático está en peligro». Casi en simultáneo China e Irán (ambos sometidos a sanciones por parte de Estados Unidos) firmaron un histórico acuerdo de cooperación por 25 años en la última expansión de la emblemática iniciativa de la Ruta de la Seda de Beijing.

Muchas noticias -no siempre relevadas entre nosotros por nuestras persistentes costumbres de corta mirada- muestran alineamientos relevantes (por ejemplo el regreso de Estados Unidos al Pacto de París contra el Cambio Climático o el anuncio de Rusia sobre de una preparación de un inminente acuerdo con China para el establecimiento de una estación lunar conjunta). La geopolítica está en auge. El mundo se está dividiendo en grupos de países basados en coincidencias (y separados entre ellos por disidencias) que después generan alineamientos o desalineamientos. Clubes de amigos.

Son varios los motivos que basan esos alineamientos (geopolíticos, militares, ideológico-institucionales, económicos, etc.). La nueva agenda climática, los desafíos sanitarios (incluyendo los de la actual pandemia y los que tendremos después de ella), las normas para el nuevo comercio y las inversiones internacionales, el posicionamiento internacional ante la democracia política y el respeto de los derechos subjetivos, la mayor o menor transparencia en la administración de los asuntos públicos, la fortaleza militar, las políticas económicas nacionales para la recuperación post Covid-19, las políticas domésticas o supraestatales ante el nuevo capitalismo basado en el cambio tecnológico; todo está generando adaptaciones internacionales.

 

El mundo es cada día más internacional (y no menos)

 

Hay un aspecto de entre ellos de especial interés para Argentina: el económico/comercial. Porque es en este plano en el que podemos -si hacemos lo necesario- ofrecer algo de interés para el resto (agroalimentos, minerales, energía), porque necesitamos inversiones y acceso a comercio externo y porque es en el ámbito de la inserción económica internacional donde los países menos poderosos pueden encontrar un espacio relativamente horizontal para ejercer cierta influencia -si se lo proponen y organizan y ejecutan una estrategia acertada.

Podríamos acudir a una tipología de 5 clases de países en el mundo de hoy según los estándares que cada uno cumple. Así, contamos en el mundo en primer lugar con democracias capitalistas de primer grado (países que cuentan con plena democracia política, economía de mercado, alta internacionalidad económica y regímenes legales que elevan los estándares exigidos para la acción económica). Luego existen democracias capitalistas de segundo grado (regímenes capitalistas que aun contando con sistemas políticos considerados democráticos tienen una institucionalidad menos estricta y están más sometidos a politizaciones de coyuntura y ciertos desvíos parciales), también se observan capitalismos sin democracias, o en algún caso sin democracias plenas (economías con motor en las empresas pero con sistemas políticos total o mayormente cerrados), además de existir países con regímenes híbridos (con combinación de algunos escasos elementos democráticos y otros no democráticos, o capitalismos de empresas y creciente interferencia del estado y los gobiernos, o alguna relación internacional pero mucha influencia nacionalista) y finalmente países directamente no democráticos y no capitalistas.

Según las cualidades podríamos ubicar en esas diversas categorías -en sus diversos tipos- a Estados Unidos, Alemania, Japón, Australia, India, Hong Kong, Turquía, Rusia, China, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Cuba o Corea del Norte.

Los perfiles, además, muestran -según el caso- estrategias competitivas diversas de los países: las democracias más desarrolladas consolidan una economía de empresas robustas pero con exigencias de requisitos cualitativos crecientes y se apoyan en la nueva economía del conocimiento globalizado; otros capitalismos menos exigentes se conforman con economías de escala o menores costos con menos requisitos; algunos se apoyan en riquezas naturales (cada vez con futuro menos garantizado) o incluso en apoyos gubernamentales menos sostenibles en el tiempo, o aun en la dimensión de sus mercados internos como plataforma de base; y otros sostienen regímenes politizados y nacionalismos que se atrasan por su falta de capacidad de acceder a inversión, tecnología, mercados.

Ahora bien: la nueva globalización premia claramente a algunos sobre otros por los resultados. Entre aquellas cinco categorías las primeras generan mejor condición de vida a sus poblaciones aun en medio de una transición de diverso tipo.

La globalización de la tercera década del siglo se caracteriza a la vez (más allá del tipo de modalidad organizativa que adopte cada país) por ciertas cualidades: revolución tecnológica global, economía internacional motorizada por empresas internacionales, crecientes exigencias regulativas para cumplimento de estándares mayores en los mercados más desarrollados que lideran los procesos de innovación y marcan la agenda para el resto; consolidación de un mundo con acuerdos internacionales aunque ahora más exigentes en términos de normas comunes (confluencias regulatorias internacionales) y creciente influencia de la geopolítica en los negocios.

 

Interrogantes necesarios

 

Algunas preguntas entonces aparecen en base a lo antes referido para Argentina (y no solo para la actual administración gubernamental): ¿Tenemos previsto encajar en alguno de aquellos cinco tipos más arriba mencionados? Si es así, ¿en cuál? ¿Además de tener previsto algo al respecto, estamos dispuestos a hacer lo pertinente para lograrlo? ¿Y somos conscientes de las ecuaciones beneficio-costo de cada decisión? Finalmente: ¿hay algún interés por decidir una estrategia y someter las decisiones a ella?

Es preciso entender que esta nueva globalización ya no es la meramente “comercial” del siglo XX: Vivimos una nueva globalización integral y sistémica (que se consolidará con la salida de la pandemia) que puede ser denominada “globalización hexagonal”. Es una vorágine que integra 6 flujos: el comercio internacional de bienes (que se redujo menos que lo previsto en 2020 y ya recupera fuerzas) y la inversión extranjera directa; pero también el comercio internacional de servicios (más dinámico que el de bienes), flujos de financiamiento internacional (que apuntalan proyectos innovadores) y dos movimientos propios de la época: el tráfico internacional de datos, conocimiento e información (que creció 1.500 veces en diez años) y las modernísimas migraciones (físicas y especialmente virtuales). Y a ella se adaptan mejor (generan resultados mas deseables) los que en aquella tipología de cinco posibles modelos están en los primeros tipos.

Pues sea que tenemos estrategia o que simplemente encadenamos hechos tácticamente -y “día a día”-, la suma de los actos crea definiciones. Efectivamente, en materia internacional en Argentina han ocurrido últimamente hechos que nos llevan en algún sentido. Es pertinente reconocer que esos hechos tienen consecuencias.

Por caso, vale recordar que nuestro país sigue -sin mayor suerte- sometido a juicios relevantes en los Estados Unidos (desde el relativo a la estatización de acciones de YPF hasta el referido al no pago del cupón PBI en la deuda pública que produjo una novedad procesal en los últimos días); la controversia reciente en el Mercosur ha afectado el affectio societatis del bloque; la Provincia de Buenos Aires ha sido denunciada ante órganos jurisdiccionales por incumplimiento de vencimientos de su deuda pública; la discusión en el marco del FMI trasciende parámetros convencionales al incluir una denuncia ante la justicia penal; diversas empresas (nacionales e internacionales) acudieron a la justicia ante la imposibilidad regulativa de acceder a dólares para cancelar obligaciones comerciales o financieras (lo que se suma a la sobrerregulación del comercio exterior que impide importar en base a contratos que deberían ser de cumplimiento espontáneo); las cotizaciones de los títulos de deuda argentinos han caído a niveles de extraordinaria debilidad como efecto de problemas de credibilidad; numerosas empresas de origen extranjero han anunciado que se retiran de nuestro país y hemos salido del grupo de Lima.

Es cierto que la emergencia invade a todos en el mundo en estos días. Pero muchos en el mundo actúan igualmente en base a un curso estratégico. Uno puede llegar a un destino porque se lo ha propuesto en un plan, o simplemente porque ese destino finalmente aparezca como efecto natural de la suma de actos cotidianos. Suele ser más conveniente lo primero.

 

*Especialista en negocios internacionales, Director de la maestría D.E.T. en el ITBA

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