29 junio, 2020
Por Sofía Hourclé
En una manera metalingüística, considerar que se puede pensar sin palabras no es una perspectiva errónea. Sin embargo, el Lenguaje no está representado por palabras en sí, sino por entendimiento per se. Se debe reconocer la diferencia entre lenguaje y Lenguaje: el lenguaje es sinónimo de idioma, mientras que Lenguaje con mayúsculas equivale a su definición lingüística de la capacidad humana que permite conformar el pensamiento y comprensión del mundo que lo rodea.
Según Hans-Georg Gadamer, filósofo alemán, plantea que la comprensión de un objeto de estudio se basa en proyectar; anticipar un sentido que se revisará conforme se vaya penetrando en el objeto en sí. Junto con Martin Heidegger, advierten la idea del entendimiento mediante la interpretación circular conformada en el círculo Hermenéutico.
Entiéndase este círculo Hermenéutico como la visualización de cómo el ser humano interpreta y, por ende, comprende todo lo que percibe. Heidegger y Gadamer lo describen en trece pasos para expresar el método que el ser humano ejecuta automáticamente sin siquiera detenerse a analizarlo. Luego de la observación y percepción del objeto en cuestión, el primer paso es la abstracción de características para saltar rápidamente a la generación de imagen.
Este paso es uno de los más fáciles y a la vez complicados debido a su profunda relación a las emociones y sentidos. Se podría decir que es un paso un tanto personal; la persona genera una imagen acústica cuando al percibir el sonido proveniente de tal objeto de estudio le transmite cierta sensación ya sea fuerte o débil. En otras palabras, un niño que tuvo una mala experiencia con un perro lo recordará como la vívida imagen de miedo traducida a peligro.
El siguiente paso es la relación de las diferencias y semejanzas con ese objeto y otros. Una vez discernidas dichas características, se llega a la formación del concepto. Esta etapa es fundamental para comprender cómo usualmente se entiende, ya que los conceptos engloban significancias enteras. Afirmando la definición de Ferdinand Saussure, la significancia se divide en dos partes: el significado que expresa la emoción subjetiva que siente la persona sobre el objeto en cuestión, y el significante, cuya descripción del objeto tiende a ser objetiva. Por consiguiente, el concepto es mitad subjetivo como también objetivo.
Pese a ser una mezcla de objetividad y subjetividad, los conceptos suelen estudiarse en universidades como conductos esenciales para entender y ejecutar procesos. Son determinantes y, en la mayoría de los casos, conforman parte de nuestra realidad irrefutable, dejando de lado su esencia de significancia, que engloba la emoción subjetiva y la definición objetiva de la persona en cuestión que lo creó.
En una de sus tantas charlas, Steven Pinker, psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista y escritor canadiense, menciona la aceptación de ciertas bases gramaticales prescriptivas como respuesta a una emoción positiva. Es decir, las reglas del idioma que moldean nuestro pensamiento no son más que convenciones sociales. Explica que la simple sensación de que algo suene mal es debido a la regla convenida por la élite de instituciones lingüísticas.
Además, un componente crucial que lidera a las personas a aceptar o rechazar palabras o formas es la fonética. Los patrones fonológicos son evidencia de ser los catalizadores de emociones: un claro ejemplo son las palabras cuyas terminaciones son con el sufijo “ción” o “sión” tales como organización, institución, televisión, formación, etc. Dicha terminación genera sensación de integridad o completitud con respecto a un proceso o agrupación de personas con una misión en común.
Para más, aunque existan explicaciones etimológicas detrás de cada término, la novedosa revolución lingüística feminista comparte una nueva versión de género en el idioma español con la terminación de “e” para sustantivos y adjetivos. No obstante, este cambio provoca recelo en muchas comunidades y todavía es considerado como algo agramatical.
Muchas teorías y lingüistas siguen apoyando la idea de que el idioma, como conducto del Lenguaje humano, está en permanente evolución por la misma gente de las comunidades. Sin embargo, las normas gramaticales impuestas por la élite siempre seguirán siendo acatadas por los profesionales representantes de las lenguas como los traductores, pedagogos, intérpretes, profesores, etc. Por otro lado, si se entiende el idioma como representación abstracta del Lenguaje humano, por consiguiente, se puede interpretar que el Lenguaje define significancias para luego ser expuestas por intermedio de un idioma cuya función de poder expresar un pensamiento o sentimiento se malversa y vuelve a redefinir la significancia en un concepto irrefutable, perdiendo así el valor personal y objetivo de esta misma.
*LeLiauNoir