21 abril, 2021
La exhibición repasa el legado del Núcleo de Autores Fotográficos a través de 190 imágenes de 45 artistas que fueron parte o colaboraron con el grupo en sus seis años de existencia.
Por Dolores Pruneda Paz
“NAF-Núcleo de Autores Fotográficos” es una muestra que rescata parte de la historia de la fotografía argentina, la que va de 1984 a 1989 cuando actuó ese grupo creativo, pero también es un retrato sobre la primavera cultural que se vivió con el retorno de la democracia y sobre cómo resonó esa conquista en el imaginario de sus jóvenes hasta que la hiperinflación y otras crisis políticas cercenaron la mirada cándida y súper poderosa sobre el futuro del país.
La exhibición repasa el legado del NAF a través de 190 imágenes de 45 artistas que fueron parte o colaboraron con el grupo en sus seis años de existencia. Fotos de Adriana Lestido, Marcos López RES o Hilda Lizarazu pueden verse hasta el 6 de junio en la Fototeca Latinoamericana (FOLA), de Godoy Cruz 2626, CABA, en estos días, con registración previa, siguiendo los protocolos por Covid que aparecen en la página de la galería porteña.
“La muestra busca aportar conocimiento a la historia de la fotografía argentina. El NAF creó un ámbito de debate, crítica, autocrítica y reflexión, sobre todo, en solidaridad con gente que generaba nuevos y diferentes espacios de formación, un espíritu que en los 90 fue dejado de lado por el individualismo competitivo y que, a mi entender, mucho mal le hizo a la fotografía”, dice uno de sus fundadores, Ataúlfo Pérez Aznar.
Una fecha clave de la historia del grupo es 1986 cuando expuso “Primera del NAF” en el entonces Centro Cultural Malvinas, hoy Galerías Pacífico. Treinta años después de esa experiencia colectiva iniciática, algunos de sus integrantes quisieron organizar la retrospectiva que ahora se concreta en FOLA, una reflexión sobre la fotografía nacional que implicó reunir “lo más importante del legado del NAF”.
Esto es, para Pérez Aznar y la curadora Silvia Mangialardi, aquella muestra inicial y otras tres grandes exhibiciones: “17 Fotógrafos y San Luis”, “Brasil” y “Fotones”. El desafío de esa decisión fue que, “en lugar de lidiar con la producción de los 13 integrantes del NAF, tuvimos que hacerlo con un cuerpo de 50 fotógrafos. Algunos ya fallecidos, otros que se habían ido del país y no pudimos ubicar y otros para quienes la fotografía pasó a ser una actividad circunstancial que no querían recordar”, aseveró.
-P: ¿Qué ánimo movilizó a cada una de esas muestras?
-Ataúlfo Pérez Aznar: Fola expone la conjunción de cuatro iniciativas coincidentes en el espíritu colectivo y solidario. En una de ellas, 17 fotógrafos viajaron a San Luis para desarrollar su propio proyecto y en ese encuentro pudieron hacer algo vedado hasta el momento: discutir particularidades de la fotografía y la recuperación de la democracia. En “Fotones”, 12 autores se apropiaron de lo que hasta entonces era terreno publicitario y expusieron fotos de gran tamaño, por primera vez, en la Galería de Arte del Centro Cultural San Martín. La que más refleja el espíritu del NAF fue la muestra de Ouro Preto, hecha en 1987 con imágenes de 45 fotógrafos de generaciones diversas como Alicia D´amico y Jorge Aguirre.
¿Encontraron algo insospechado durante el rescate del material expuesto?
-A.P.A: Me parece fundamental tomar conciencia de la importancia de darle un rol más específico a la fotografía en general y, en particular, a la fotografía documental en la sociedad. Desde que se formó el NAF a esta parte, la fotografía argentina continuó creciendo pero falta una participación del Estado a través de la creación de un Instituto Nacional que facilite la realización de proyectos que contribuyan a la construcción orgánica de nuestra memoria visual. Hay que reconocerle a la fotografía la responsabilidad de documentar la historia más allá de esfuerzos individuales y desperdigados. La imagen tiene que formar parte activa de la memoria colectiva porque es invaluable el conocimiento que aporta en la difusión de problemáticas actuales como el coronavirus o la contaminación por ejemplo.
Fotógrafos, pero también pintores como RES, o Hilda Lizarazu, que es música, trabajaron su mirada dentro del NAF, en otros formatos y tesituras. ¿Cómo y con qué espíritu se formó el NAF?
-A.P.A: El NAF nació en 1984 dentro de la joven democracia y contó con el ímpetu, la libertad y reivindicación que ella impulsaba. Por entonces existía un monopolio de los foto clubes que generaba concursos fomentando el individualismo y una fotografía esteticista y banal, mientras que quienes considerábamos a la fotografía un medio de expresión no teníamos un lugar físico para mostrar nuestra visión del mundo, ni nuestros anhelos o contradicciones. El desinterés por las expresiones creativas venía de antes y se profundizó con las dictaduras y la escasa valoración que le daban a la fotografía los museos. Los integrantes del NAF coincidíamos en abordarla como un medio de expresión para afrontar objetivos más ambiciosos: publicar libros, establecer vínculos latinoamericanos y hacer eventos internacionales.
Omega, la primera fotogalería del país que fundamos con mi entonces esposa, Helen Zout, en 1980 en La Plata, vino a generar el espacio para que los fotógrafos expusiéramos obra y estuviéramos en contacto con el público, a fin de nutrirnos de ese diálogo y debatir nuestros problemas.
Y el restablecimiento de la democracia nos permitió profundizar nuestros objetivos, visibles en un documento que rescata una vitrina de FOLA y en el manifiesto que también se exhibe en sus salas.
¿Cómo signó el destape post dictadura el trabajo con la fotografía en el país?
-A.P.A: Lo que más cambió con la democracia fue que quienes entendíamos a la fotografía como medio de expresión y de interpretar los sucesos vertiginosos que acaecían en el país podíamos salir a la calle con las cámaras, que antes nos delataba y sólo era asimilada en lugares turísticos -Plaza Francia, La Boca, la feria de San Telmo-. Ahora el ambiente era de libertad y entusiasmo. Mucho tiempo existieron encasillamientos contraproducentes entre la fotografía artística como sinónimo de manipulación y la fotografía documental, pero quedó demostrado que esta disciplina, como muchas otras, podía nutrirse tanto de la realidad como de la ficción.
Tanto Zout como Márcos López integraban el NAF y eran santafesinos. ¿La mirada de este colectivo superó el discurso hegemónico porteño?
-A.P.A: Desde la creación de Fotogalería Omega siempre fue de mi interés difundir la fotografía y conocer fotógrafos de todo el país. Si nos ponemos a analizar, Oscar Pintor es sanjuanino y a pesar de venir a Buenos Aires por su actividad profesional siempre mantuvo un vínculo con su provincia. Nuestro país siempre desarrolló el centralismo porteño, sobre todo en actividades como las artes plásticas, donde la ciudad de Buenos Aires fue una vidriera irremplazable y anhelada, que en alguna medida hoy ha cambiado pero no lo suficiente para que el intercambio y representatividad sean equitativos.
Si bien el NAF trabajó con grandes fotógrafas invitadas como Adriana Lestido, Alicia D´Amico y Alejandra Niedermayer, colaboraron con él menos mujeres que varones. Su conformación nuclear fue de 12 a 1. La única fotógrafa que formó parte del grupo fue Zout.
-A.P.A: Si bien ahora el conjunto de la sociedad contempla la integración de la mujer a las diversas actividades que siempre debimos compartir, en ese momento muy pocas mujeres se dedicaban a la fotografía, el grupo más importante era de la generación anterior, como Sara Facio y Alicia Damico o, todavía antes, Grete Stern y Annemarie Heinrich. A principios de los 80 comenzaron a integrarse otras mujeres como Isabel Hardoy y Lestido, más vinculada al fotoperiodismo, pero el NAF hacía sus propuesta para fotógrafos, más allá de los conceptos de marginación de su tiempo, sean varones, mujeres, gays, lesbianas, creyentes o ateos. De hecho, a Helen la conocí en el ámbito particular de la militancia política de los 70, donde ni siquiera sabíamos nuestros apellidos y tanto varones como mujeres compartíamos roles y responsabilidades.
*AT