7 junio, 2020
Por Ezequiel Starobinsky*
Intentar frenar las cotizaciones paralelas con regulaciones es como tratar de frenar el viento con la mano. Del «cepo light» pasamos al «cepo hard» y luego al «ultra hard»: la brecha se ha incrementado al compás del rigor del cepo.
La autoridad monetaria, acompañada de la CNV, intentan a través de regulaciones y controles reducir la famosa brecha cambiaria entre el dólar oficial y los tipos de cambio alternativos. Sin embargo, las brechas se mantienen inmutables en niveles alarmantes. Al cierre del viernes, con un dólar oficial en torno a los 69 pesos, el MEP («dólar bolsa») en 119 y el paralelo en 133; las brechas eran del 72% y del 93% respectivamente. Un curioso récord histórico en nuestra lamentable historia cambiaria.
Intentar frenar las cotizaciones paralelas con regulaciones es como tratar de frenar el viento con la mano. Si se prohíbe el acceso al oficial con un cepo cambiario sumado a un impuesto, el ahorrista irá a posiblemente al «dólar MEP» o al blue, que naturalmente estarán más caros. Del «cepo light» pasamos al «cepo hard» y luego al «ultra hard»: la brecha se ha incrementado al compás del rigor del cepo.
Hasta hace muy poco el dólar MEP se movía muy cercanamente al dólar blue, pero ahora, con la implementación de nuevas restricciones para la operatoria del dólar MEP, ambas cotizaciones se han alejado entre sí, dando lugar al nacimiento de una nueva brecha. Más regulación, más control, más intimidación, lleva insoslayablemente a más brecha. Mientras tanto, el BCRA insiste en mantener el dólar oficial en niveles de 70 pesos, vendiendo no sólo futuros en la curva del Rofex, si no también reservas en el mercado de spot, en plena cosecha.
Todo es un extraño déjà vu de 2015, cuando Alejandro Vanoli «planchaba» el dólar oficial y la curva de Rofex a 9 pesos, el dólar MEP cotizaba a 13 y el paralelo a 15. Una historia que ya sabemos cómo termina: un BCRA sin reservas combinado con pérdidas por vender futuros baratos, silobolsas acumuladas doquier, y de postre importaciones simuladas sólo para acceder a la cotización oficial y venderlo al blue. Ni hablemos del «tarjeteo» desmedido en el exterior, o los coleros en las casas de cambio. En ese momento, las autoridades ensayaban soluciones particularmente creativas: mandar a romper silobolsas, gendarmes a correr arbolitos en la calle Florida, cartas intimidatorias a quienes compraban el famoso «dólar ahorro», y visitas poco amigables a casas de bolsa que operaban mucho dólar MEP. ¿El resultado? El obvio: más brecha, más distorsión, más «rulos» y más pánico por dolarizarse de la forma que fuera posible. Sería provechoso aprender de los errores del pasado.
Es entendible que en este contexto económico de grave desconfianza y dolarización exista un cepo cambiario que evite una devaluación enorme o una pérdida intolerable de reservas. Ahora bien, como medida transitoria el cepo tiene que ser muy bien administrado porque el riesgo es que el mercado oficial termine siendo un mercado solo «de vidriera»; y los dólares alternativos se transformen paradójicamente en los principales. Dicho de otro modo, la brecha tiene que mantenerse en niveles tales que el incentivo a transar dólares en mercados paralelos sea bajo, manteniendo el grueso de la oferta y la demanda en el mercado oficial.
Una brecha tolerable hoy pareciera estar en el orden del 30% (el «impuesto país») siempre que el nivel de tipo de cambio sea competitivo en términos reales. Ese nivel hoy debería ser bastante más alto que 69 pesos (baste decir que el real brasilero devaluó 45% en lo que va del año), pero ciertamente mucho más bajo que los 133 pesos que vale el blue (un tipo de cambio equivalente al del 2002).
El ministro Guzmán parece entender bien esta problemática, y se ha expresado felizmente a favor de la flexibilización del cepo -y consecuentemente reducción de brechas cambiarias- en cuanto Argentina recomponga reservas internacionales y nos encontremos en un sendero macroeconómico más robusto.
¿Cuál es la salida del laberinto cambiario en donde nos hemos metido? Hay una salida de corto plazo, transitoria pero efectiva; y hay otra de largo plazo, mucho más virtuosa. En lo inmediato, la única manera real de achicar la brecha es con oferta genuina de dólares en el mercado bursátil: al viento se lo para con viento, no con la mano. A falta de expectativas positivas en la economía local y confianza en el peso, la oferta no aparece naturalmente, por más que el tipo de cambio paralelo esté en niveles de 2002 (los únicos que venden son unos pocos afortunados para comprar autos de lujo a precios de ganga). Por lo tanto, la oferta abundante debería venir de la mano oficial del Banco Central. La sola presencia del BCRA en el «offer» del dólar MEP posiblemente relaje al mercado, aplacando en el camino al «contado con liqui» y al blue.
Pero esta es sólo la mitad de la tarea: el BCRA debería combinar esta estrategia con dejar correr un poco más rápido el dólar oficial. Este proceder cumpliría con el triple objetivo de achicar la brecha, que reaparezca oferta agroexportadora en el mercado oficial (y recomponer reservas) y por último vender a 115 lo que hoy vende en 70.
La intervención directa en el mercado de dólar bursátil es mucho más útil que las regulaciones, sin embargo también debe entenderse como algo transitorio y dinámico. La verdadera salida de este laberinto viene de la mano de un partido mucho más grande que las exclusivas cuestiones cambiarias. La variable rectora es el sendero macroeconómico argentino al fin de cuentas. Un canje de la deuda en dólares relativamente exitoso, combinado con un tipo de cambio oficial más competitivo y tasas de interés en pesos reales positivas, sería un muy buen puntapié inicial para calmar las aguas cambiarias de forma más duradera.
Una vez superada la crisis del Covid-19, debería buscarse genuinamente el equilibrio fiscal de tal forma que tengamos nuevamente acceso a los mercados internacionales de deuda pronto. Esto es condición para volver a crecer sin emisiones inflacionarias que erosionen consistentemente la moneda local, dejando al público sin más alternativa que dolarizarse una y otra vez para proteger su ahorro. (*Magister en Finanzas, Toma de Decisiones, Lapoliticaonline)