10 octubre, 2021
Por Ignacio Zuleta*
El oficialismo no termina de entender su derrota en las PASO. La oposición se aferra a sostener su unidad del 40%.
Las primarias son unas elecciones de fantasía. Alimentan ilusiones de triunfo y de fracaso, que las generales suelen confirmar o rectificar ligeramente. El desconcierto del oficialismo, que no termina de entender qué le pasó, hace circular en estas horas minutas con consejos estratégicos de asesores, encuestadores y otro gurúes.
Son globos de ensayo que explican movimientos bruscos de timón. El más notable es el giro de la campaña en la provincia de Buenos Aires, con la renuncia a la estrategia estalinista del control social – promovida en el último año y medio por los asesores del Patria, que apostaron al médico Daniel Gollán como candidato a diputado nacional.
El revés del 12 de septiembre los ha hecho girar hacia una especie de anarco-liberalismo de apertura total y de extremo pagadiós en la dádiva. Que no es solo material, como ese regalo del viaje de egresados que compensa, de forma tosca, los padecimientos del encierro que proponía, para todo el país, la trova cubana que entorna a Axel Kicillof. También disculpa a los chicos del cumplimiento de las metas más dolorosas del aprendizaje, como los aplazas, las materias previas, la repitencia de grado o de año.
Menos atenta a las fantasías, la oposición se aferra a una realidad escrita en piedra: su destino es sostener, contra cualquier tentación cismática, la unidad de ese 40% que el voto no peronista recoge cuando puede. Las primarias lo lograron. Con el agregado de que esta vez la oposición pudo usar en su beneficio ese recurso de las PASO, el mismo que el peronismo creó para embromarle la vida a ellos. Los estrategos de la oposición suspendieron las objeciones de fondo al sistema de las primarias, que el peronismo también ha querido abolir, y lograron sacarle esta vez el jugo.
Si no hubiera habido PASO, hay que admitir hoy, un peronismo con el 30% de los votos en el país hubiera licuado a la oposición. Los que más festejan son los radicales, que usaron las primarias para recuperar terreno ante los socios del PRO. Un cálculo que hace circular el diputado Walter Ceballos cuantifica esa escalada: del total de los 8.860.000 votos que sumaron la totalidad de las listas que se referencian con Juntos por el Cambio a nivel nacional, las y los precandidatos radicales aportaron alrededor del 46%, o sea más de 4.150.000 votos.
El resumen agrega que hubo coalición en 21 de los 24 distritos, y que en 15 de ellos la lista de JxC fue ganadora en la tira de diputados nacionales. En 8, los radicales fueron a la cabeza. En el renglón de senadores, ganó JxC en seis de los ocho distritos, y en 4 la cabeza era radical. Sin PASO, ironizan en peñas radicales, las listas de la oposición se hubieran hecho todas en el Uspallata Mall – sede del gobierno de Larreta.
Una directiva del Ministerio de Educación – en realidad Dirección de Escuelas – corre como un reguero de pólvora entre docentes, supervisores y directivos. Dispone que ningún niño repetirá de grado en primaria y que en secundaria se pueden promover de año a año hasta con dos áreas pendientes, algo que puede equivaler a pasar de año con seis materias previas.
La norma se apoya en las consecuencias de la suspensión de clases que había ordenado el propio gobierno provincial. Ese daño ha llevado a que se hayan registrado casos de niños de cuarto grado que no están alfabetizados – lo habitual es que un niño lea y escriba entre los dos primeros grados de primaria.
La orden (“Enseñanza y evaluación para la finalización del bienio 2020-2021”), le traslada la tarea a los maestros y profesores del año siguiente: hacer refuerzos especiales para igualar a los alumnos que pasaron de grado o de año sin haber cumplido los objetivos del ciclo anterior.
Resulta dramático para los chicos que pasan de primaria a secundaria, pero que, si no fuera por esta norma, habrían repetido. Los profesores del nuevo nivel deberán trabajar más para igualar a esos chicos que no repitieron. La evaluación del aprendizaje es un debate universal, pero a nadie se le ocurrió tamaño pagadiós, poco comprensible en un Kicillof, cuyo único mérito conocido es su preparación académica. Hay bronca en maestros, padres, gremios y los chicos, que no saben por qué los tratan ahora con tanta liberalidad después de un año de castigos. Cosas de los grandes.
Alberto tiene como plazo para nominar al/la reemplazante de Highton el 1° de diciembre – 30 días desde el cese. Puede resignarse y proponer un nombre no acordado para lograr los 2/3 de los votos en el Senado. También puede avanzar con audacia en una designación acordada entre el gobierno – a estos efectos Cristina, que controla el Senado. O puede, en un extremo de imaginación, designar al/la reemplazante por decreto.
El 30 de noviembre termina el año legislativo y tendrá lapicera libre – como Macri en diciembre de 2015 – para nombrar con el Congreso en receso. El art.99, Inc.19 lo faculta a nombrar al reemplazo con vigencia de un año. Lo haría cuando se haya conocido la nueva composición del Congreso, que brindará el contexto para esa decisión.
La aparición de la vacante en la Corte amplía el espectro de posibilidades de alguna aventura política “out of the box” (i.e. fuera de cualquier previsión). Sentarse ante los adversarios con vacantes de 2/3 como la silla Highton en la Corte, el Procurador, el Defensor del Pueblo, y puestos de menos cuantía en cámaras y juzgados claves, es un capital de negociación de un valor extraordinario.
Es una prueba de audacia para un presidente, y un examen de supervivencia para un mandatario débil y arrinconado como Alberto. ¿Cómo no intentar poner los próximos dos años de mandato en otro nivel de calidad, con un acuerdo con la oposición y con sus socios en la cuatrifecta del poder – él, Massa, Manzur, Cristina? Discutir la Corte produce un vértigo en la cúpula como pocas otras experiencias en el poder. Puede disparar también los sueños de la razón, que producen monstruos, al decir goyesco.
Le ocurrió a Cristina en enero de 2015, que apuró el relevo en la Corte cuando el papa Francisco le pidió el nombramiento de Roberto Carlés. Su gobierno se deslizaba por un plano inclinado y el peronismo buscaba un salvataje de la derrota de diciembre. No logró ni que el Senado considerase la nominación.
El frenesí cortesano siguió pocas horas después de la primera vuelta electoral de ese año, que mandaba al candidato Scioli a un ballotage sin futuro contra Macri. Cristina retiró el pliego de Carlés y envió los de Eugenio Sarrabayrouse y Domingo Sesín. Le duró menos aún la fantasía. A los tres días de haber asumido su presidencia, Macri nominó a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti. Lo hizo por decreto, amparado en una facultad constitucional que terminó avalando el Senado. Fue un acto audaz de afirmación de fuerza de un gobierno de minoría, como fue el de Cambiemos: era el fruto de un ballotage y estaba en minoría en las dos cámaras. ¿Se animaría a algo parecido Alberto, rey de los presidentes débiles?
El gesto fue criticado pero el largo plazo le dio sentido: hoy la Corte está manejada por los dos jueces de Macri, designados en un ademán pretoriano que le dio fuerza cuando no la tenía. Hoy, en el llano, le queda ese rédito cuando el oficialismo redobla el acoso sobre él. Aun con gestos resbaladizos, como rechazarle en el Senado la rendición de los gastos del año 2016: la bancada del oficialismo dio vuelta la aprobación que había hecho la Auditoría General de la Nación. Un gesto sin antecedentes que busca herirlo a Macri de manera simbólica.
Un presidente, aun con la cuenta de inversión aprobada, puede ser demandado por alguna decisión puntual. Sería distinto si ese rechazo se produjera durante el mandato de ese presidente; podría ocurrirle lo de Dilma Rousseff, a quien le reprocharon el manejo de fondos y la destituyeron.
Pero si Macri ya terminó el mandato, es papel mojado. Sólo proselitismo. Ese dictamen de la AGN tiene que ir ahora a la cámara de Diputados para tener rechazo total. Esa cámara también tiene pendiente de aprobación o rechazo las cuentas de Cristina Kirchner de 2014 y 2015. Si el peronismo pierde peso en esa cámara, es esperable que haya una represalia de la oposición y también se la rechace. En el fondo, es grave que el peronismo haya quebrado un acuerdo que tenía para aprobar en paquete todas esas rendiciones. Hubo en algún momento un diálogo entre Álvaro González, diputado del PRO encargado de esos asuntos, con José Mayans, jefe de la bancada de los senadores:
“- Acordate que hay un acuerdo para aprobar todo.
Respuesta del formoseño:
“- Lo siento, el acuerdo era con Pichetto, y ahora Pichetto es de ustedes”.
“- Hola pibe, como estás”
La novela de la Corte no puede eludir la riqueza del diálogo entre los jueces el martes negro, día del desmoronamiento de Elena Highton. Era el debut de Rosatti como presidente del cuerpo, y podía haber tenido carácter presencial, pero ella había pedido que fuera sesión remota. Sólo una vez en el año y medio de los protocolos COVID se había hecho presente en el palacio, fue para completar un trámite de documentación personal. El episodio suma perplejidades y lo relatan los protagonistas con una visión “rashomon”, que agrega pinceladas a lo que menos se podía esperar en el 4° piso del palacio de Tribunales – sede de la Corte –, un ambiente solemne e impregnado del aroma a blem de las boiseries.
El ritual era más que tenso porque era la primera vez que Rosatti presidía. Había 182 sentencias para firmar, pero interrumpió todo una aparición en la pantalla del zoom la hija de Highton con un celular en la mano.
– Mami, Alberto quiere hablar con vos.
La jueza tomó el aparato y respondió:
– ¿Hola, pibe, ¿cómo estás? -, se levantó y dejó a los otros cuatro en silencio durante más de diez minutos.
¿Qué Alberto sería?, rozó una ironía. ¿Levantamos el acuerdo? Al regresar les comunicó que había anunciado a Alberto Fernández que renunciaría al cargo.
Silencio.
Ella: “- ¿Cómo se renuncia a la Corte?”.
Rosatti: “Hacé una nota diciendo que renunciás, se la mandás a él y a mí me mandás una copia.” Ella: “¿Cómo se hace una copia?”
– La hija: “Dejen que yo le saco una foto a la nota y se las mando por el chat.” Así terminó la era Lorenzetti en la Corte, y Alberto se quedó sin el único eslabón de contacto que lo unía al tribunal.
La renuncia le pone nueva luz a la aparición de Rafecas en el despacho del ministro de Justicia Martín Soria hace dos semanas. En la Argentina de la intransigencia, Alberto tiene una sola coincidencia con la oposición: Daniel Rafecas. Si imaginase alguna vía de acercamiento, debería echar mano de esa coincidencia. Es el nominado del Presidente para el cargo de Procurador de la Nación y tiene el apoyo – renovado varias veces –de un sector de la oposición.
¿Puede abrir crédito ese acuerdo político para que Rafecas pueda ser exaltado a la Suprema Corte? Carrió –valedora en este round de Rafecas– prometió en Bahía blanca que no va a bancar ningún acuerdo espurio. ¿Hay alguno que no lo sea? La corrección de esta hora prevé que cualquier reemplazo debe ir a una dama. Una apertura que es también una restricción. Se torna complicada porque hay que llegar a un acuerdo entre partidos irreconciliables. ¿No habrá lugar para algún magistrado no binario, que supere las fronteras convencionales de los sexos? En 2015 hubo acuerdos entre el peronismo y el no peronismo para que Federico Pinedo fuera presidente del Senado, aun perteneciendo a la minoría. ¿Habrá un Pinedo no binario en algún lado? ¿O alguna comarca de coincidencias como Córdoba, que fusiona peronismo anti-K con radicalismo y macrismo, y que luce figuras como Aída Tarditti, que ya está en el bolillero para la Corte?
Fernando de la Rúa logró en 1999 juntar en el Senado los 2/3 necesarios para designar a Raúl Zaffaroni como Defensor General de la Nación. Miguel Ángel Romero, que ocupaba el cargo, acosado por pedidos de juicio político, se resistió a renunciar y frustró la nominación. A Zaffaroni lo compensaron con la silla Donda del INADI.
En 2003, Néstor Kirchner, con las firmas de Alberto y Gustavo Béliz, mandaron el pliego de Zaffaroni al Senado para la Suprema Corte. No le costó mucho alcanzar el acuerdo, porque ese mismo Senado le había dado, antes, la luz verde para el cargo de Defensor. Le renovaron la cursada, para decirlo en términos académicos, como ahora podría la oposición renovarle el crédito a Rafecas, para cubrir una crisis más seria que la de la procuración, como es una vacante en la Corte.