15 febrero, 2021
Con más de 31 millones de personas en Estados Unidos, en los últimos días aparecieron transtornos sanguineos en pacientes que recibieron dosis de Pfizer-BioNTech y de Moderna, las únicas vacunas autorizadas hasta el momento en ese país.
Según un artículo del New York Times, un día después de recibir su primera dosis de la vacuna de Moderna contra la covid, Luz Legaspi, de 72 años, despertó con moretones en brazos y piernas, y úlceras dentro de la boca que le estaban sangrando.
Ese día, el 19 de enero, fue hospitalizada en la ciudad de Nueva York con una grave trombocitopenia inmune, que es una enfermedad producida por la falta de plaquetas, las células sanguíneas que son primordiales para la coagulación.
Ese mismo padecimiento provocó la muerte de Gregory Michael, médico obstetra de 56 años de Miami Beach, cuyos síntomas aparecieron tres días después de recibir la vacuna de Pfizer-BioNTech. Los tratamientos no lograron restaurar sus plaquetas y murió de una hemorragia cerebral luego de pasar dos semanas en el hospital.
No se sabe si este trastorno sanguíneo tiene alguna relación con las vacunas contra el virus. Más de 31 millones de personas en Estados Unidos recibieron al menos una dosis de la vacuna y, para fines de enero, se habían reportado 36 casos similares al Sistema de Reportes de Eventos Adversos Provocados por las Vacunas (VAERS, por su sigla en inglés).
Los casos estaban relacionados con la vacuna de Pfizer-BioNTech o con la de Moderna, las únicas vacunas autorizadas hasta ahora para su uso de emergencia en Estados Unidos.
No obstante, este sistema de reportes solo presenta los problemas descritos por los profesionales de la salud o por los pacientes después de la vacuna y no especifica si en realidad las vacunas provocaron esos problemas.
Las autoridades sanitarias señalaron que estaban analizando los informes pero que, hasta ahora, parecía que la frecuencia de este trastorno en las personas vacunadas no era mayor a la frecuencia que normalmente se presentaba en la población estadounidense, así que tal vez podría ser una coincidencia. Se cree que, en general, las vacunas son inocuas. Existen reportes de algunas reacciones alérgicas graves pero tienen tratamiento y, según los reguladores, el porcentaje corresponde al reportado en el caso de otras vacunas.
Pfizer señaló en un comunicado que toma «muy en serio los informes de las reacciones adversas» y añadió que estaba al tanto de los casos de trombocitopenia de las personas que recibieron las vacunas.
Moderna también emitió un comunicado que no abordaba el problema del trastorno de las plaquetas, sino que decía que la empresa «monitorea de manera continua la seguridad de su vacuna contra la COVID-19 mediante el uso de todas las fuentes de información» y que sistemáticamente comparte con los reguladores información sobre la inocuidad.
Los hematólogos con experiencia en el tratamiento de trombocitopenia inmune señalaron que sospechaban que la vacuna sí había tenido alguna influencia, pero que era extremadamente poco probable que surgieran casos tras la aplicación de la vacuna y que tal vez eran el resultado de la predisposición de algunas personas a reaccionar a la vacuna al desarrollar una respuesta inmune que provoca la destrucción de las plaquetas. En muy pocas ocasiones se ha presentado este trastorno en personas que recibieron otras vacunas, en especial la de sarampión, rubéola y paperas, también conocida como MMR.
«Creo que tal vez existe una relación», señaló James Bussel, hematólogo y profesor emérito en el Centro Médico Weill Cornell quien ha escrito más de 300 artículos científicos sobre este trastorno de las plaquetas. «Dado el bajísimo porcentaje de destinatarios de la vacuna con trombocitopenia, estoy suponiendo que hay algo que los hizo propensos a desarrollarla».
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