9 diciembre, 2021
Cómo es la nueva criptomoneda argentina dedicada a la conservación de selvas
Cada bono se traducirá en un metro cuadrado de selva protegida e inicialmente costará lo equivalente a 1,09 dólares. Hoy tienen 25.000 hectáreas que incluyen parte de la selva misionera.
Por Matias Avramow
Green Bond Meeter (GBM) es una criptomoneda dedicada a preservar los bosques del mundo que se acaba de abrir al público general. Cada bono se traducirá en un metro cuadrado de selva protegida e inicialmente costará lo equivalente a 1,09 dólares. Hasta hoy, el proyecto tiene 25.000 hectáreas dentro del programa y apunta a expandirse a un millón dentro de diez años en diez países. Además, promete conservar estas tierras por 100 años para luego ser donadas al Estado.
La propuesta surge de la fusión de la empresa de Estonia, Gendal Technology y la empresa uruguaya, Naipod SA. Ambas empresas se especializaban en la producción y promoción de tecnología que promueve el estudio y la conservación ambiental. Sin embargo, el equipo entero está compuesto de especialistas argentinos y uruguayos.
En esta etapa del proyecto, la iniciativa busca promover el mejoramiento de la selva misionera, una de las más afectadas a nivel nacional por la deforestación. Por otro lado, tiene el objetivo de brindar servicios especiales a los inversores que se resume en otorgar publicidad verde y la generación de Tokens No Fungibles (NFT por sus siglas en inglés).
A través de una asociación con universidades y organizaciones no gubernamentales como Aves Argentinas, Histradrut, Green C. y Tierra De Nuestros Hijos, esta empresa busca generar incentivos para que los inversores encuentren en la compra de esta criptomoneda un valor a la naturaleza.
“Como queremos resguardar selva y bosque lo que hacemos es tokenizar metros cuadrados con un número de registro para que no se pueda vender el mismo metro cuadrado dos veces, muy similar al funcionamiento de los NFT”, argumenta Cristian Costantini, encargado de Inteligencia Financiera de GBM.
El sistema funciona de la siguiente manera: con la compra de un GBM, la empresa asegura la protección de un pedazo de selva a través del monitoreo en tiempo real del metro cuadrado comprado. Además, otorgará un documento a través de la organización argentina, Certificación Sustentable para cumplir toda la normativa correspondiente a la protección ambiental.
Los inversores también pueden acceder a beneficios como facilidad para obtener créditos de carbono y obtener ganancias de posibles NFT que se puedan generar. “Imagínate que encontramos un insecto nuevo, o una planta que nadie conoce. Eso puede convertirse en un NFT y los inversores pueden obtener parte de la ganancia de su venta. La otra parte iría a la operatividad del proyecto”, explica Alejandro Carrano, encargado de prensa de la empresa.
“El predio lo arrendamos el año pasado, hace casi un año que el bosque está conservándose con una mínima intervención humana”, comenta Costantini. La extensión actual es poco más grande que la Ciudad de Buenos Aires. En 10 años se pretende ampliar el proyecto a una extensión 40 veces mayor a la actual a partir de diferentes sitios que incluyen Brasil, Islandia, y países de África y Asia.
El proyecto es un star up que está comenzando la etapa de apertura. Esto posiciona a la propuesta en un terreno especulativo. No obstante, la propuesta parece estar sustentada y ya existe trabajo hecho. Aun así, hay que tener la mira en ciertos aspectos.
El primer foco es que, en el mundo de las criptomonedas, existen miles de propuestas que buscan integrar a cualquier tipo de industria o actividad productiva. “Es posible tokenizar tierras, ahora hay que ver si ellos son los que van a traer una manera funcional de hacerlo. Hacer un token es como generar una cuenta de Twitter, tenerla no te asegura que te vuelvas famoso”, aclara Javier Levi, experto en criptomonedas.
Otro punto para poner atención es el de la publicidad verde que debe atenderse con delicadeza, puesto que se puede caer en el greenwashing, una práctica constantemente usada por empresas contaminantes. Una forma de hacerlo es determinando la capacidad de captación de dióxido de carbono (CO2e) de los metros cuadrados conservados. Cuestión que, según Costantini está en proceso, pero aún no existe un dato certero.
Por último, hay que poner especial atención a una de las promesas más atractivas del proyecto: la conservación de la selva por 100 años, lo que choca con la legislación nacional, según la cual esta promesa puede durar únicamente 30 años.
Luis Castelli, abogado ambiental y director de Fundación Naturaleza para el Futuro (FuNaFu), dice que “probablemente nadie de nosotros estará vivo para comprobar que pasen los 100 años y que se done al Estado. Me parece una medida política más que una certeza”. La empresa responde: “realizamos un arrendamiento adelantado por 24 meses y luego ejecutamos una opción a compra pactada con el propietario. Recién ahí, con el título de la tierra disponible podemos realizar una donación anticipada y generar los acuerdos correspondientes con los organismos estatales”.