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21 septiembre, 2021

«Distancia de rescate», la novela de Samanta Schweblin que muda su universo inquietante al cine

«Distancia de rescate», la novela de Samanta Schweblin que muda su universo inquietante al cine

El trabajo conjunto entre la escritora Samanta Schweblin y la realizadora peruana Claudia Llosa dio paso a la adaptación cinematográfica de «Distancia de rescate», una de las grandes apuestas de Netflix para esta temporada que arranca su recorrido hoy con su presentación en la Sección Oficial de la 69ª edición del Festival de Cine San Sebastián.

 

Por Julieta Grosso

 

El afiche de la película que se estrenará el 18 de octubre.

El afiche de la película que se estrenará el 18 de octubre.

La indagación sobre maternidades en tensión y el trasfondo ligado a la pesadilla agrotóxica que Samanta Schweblin plantea en «Distancia de rescate» reaparece en la adaptación cinematográfica de la premiada novela que la realizadora peruana Claudia Llosa emprendió a partir de un guion escrito a cuatro manos con la escritora argentina, del que surgió el film homónimo protagonizado por Dolores Fonzi y la actriz española María Valverde que tendrá su bautismo de fuego hoy en la sección oficial de la 69ª edición del Festival de Cine San Sebastián, paso previo a su estreno por la plataforma Netflix el próximo 18 de octubre.

“Mi madre siempre lo decía: tarde o temprano algo malo va a suceder, y cuando pase quiero tenerte cerca”. Para cuando el personaje de Amanda -una de las protagonistas de esta historia- formula esa frase, algo siniestro ya está sucediendo y, contrariamente a lo que deseaba, no está cerca de su hija: ya no puede protegerla y esa brecha que tanto se ha obsesionado en medir -la «distancia de rescate» que la separa de la niña, esa que le lleva a pensar que siempre «arriesga más de lo que debería- está en su punto máximo de tensión, tan tirante que podría perforarle el estómago.

Solo con un gran arrebato de audacia es posible leer en clave cinematográfica esta historia que se cuenta en el interregno viscoso entre realismo y fantasía, como dos planos paralelos que disputan un territorio común que alardea de su ambigüedad, y con un dúo de narradores que en su contrapunto sostenido va ordenando un relato tan disperso como hipnótico. Dos recursos difíciles de traducir al lenguaje audiovisual que algunos intentaron desafiar, aunque la respuesta de Schweblin, la autora del texto, hasta ahora siempre había consistido en una declinación rotunda.

A la realizadora peruana Claudia Llosa le llevó un tiempo dar con el contacto de la escritora, mucho más del que le llevó a la autora de «Pájaros en la boca» y «Kentukis» aceptar la propuesta de quien parecía tener una idea «simple pero inteligente» para trasladar el denso paisaje narrativo de la novela al cine. Lo que siguió fue una sinergia creativa de casi un año que tendió puentes entre Berlín -donde está radicada la narradora desde hace varios años- y Barcelona, la ciudad donde reside la cineasta. «Nunca trabajé tan metódicamente en toda mi vida. Todos los días frente a la pantalla escribiendo, discutiendo», cuenta Schweblin sobre ese guion a cuatro manos que tuvo por delante el reto de prolongar y multiplicar los aciertos del original.

El trabajo conjunto entre ambas dio paso a la adaptación cinematográfica de «Distancia de rescate», una de las grandes apuestas de Netflix para esta temporada que arranca su recorrido hoy con su presentación en la Sección Oficial de la 69ª edición del Festival de Cine San Sebastián -antesala del estreno que la plataforma programó para el 18 de octubre-, la primera instancia pública para descubrir cómo se resolvió desde la dimensión visual la atmósfera perturbadora que plantea la novela, un texto en el que el terror no aparece nunca explicitado pero donde el efecto de la insinuación es tan potente que es imposible dominar la sensación de sobresalto inminente.

Con María Valverde y Dolores Fonzi en los roles centrales, la película retoma al cuarteto de personajes que confluyen en esta narración que vincula en un opresivo territorio campestre a Amanda y a su pequeña hija Nina con Carla y su hijo David, el niño que es uno de los motores de esta narración por su condición de narrador pero también porque su historia enlaza con el componente sobrenatural que enrarece el planteo inicialmente naturalista de la trama y con la temática de la amenaza ambiental que es el otro gran sustrato de este libro, que traducido al inglés como «Fever Dream» en 2017 llegó a estar entre las seis nominadas al prestigioso Premio Man Booker International.

La escritora Samanta Schweblin.

La escritora Samanta Schweblin.

«Distancia de rescate» no es una historia más dentro del corpus de la escritora argentina: es su primera novela, la que desbordó los límites y las posibilidades del cuento, hasta entonces su formato fetiche, con su exploración de maternidades incómodas que barren el espectro que va de la abnegación casi enfermiza a la abjuración del vínculo por razones que la trama permite leer tanto en términos sobrenaturales como realistas. Estas tensiones se sobreimprimen sobre un plano que subvierte la idea del paisaje rural como una geografía amable para plantear a la naturaleza en dimensión amenazante, un planteo que estaba implícito en la novela mucho antes de que con la pandemia la realidad asumiera ese componente distópico.

«Gran parte de la edición de la película se hizo durante los primeros meses de la pandemia. Y era impresionante, mirábamos los cortes de la película, donde el agua estaba constantemente presente, donde los personajes se lavaban las manos concienzudamente, donde el aire parecía tan peligroso que a veces era mejor cerrar la ventana del coche, y no podíamos creer el reflejo que generaban estas situaciones con todo lo que nos estaba pasando en la vida real, hasta que punto la película estaba hablando también de la pandemia», apunta Schwebli en diálogo con Télam, recién aterrizada en las costas de San Sebastián, donde llegó para acompañar la presentación de la película.

P: -Durante mucho tiempo te negaste a ceder la historia para que se convierta en película. ¿Por qué aceptaste la propuesta de Claudia Llosa y cómo fue el ritual de trabajo que establecieron?

– Samanta Schweblin: Es verdad, tuve varias ofertas interesantes. Pero, al contrario de lo que me pasó con otras historias, ésta me costó mucho soltarla. Sentía que había algo muy delicado que, si no estaba en las manos apropiadas, se podía romper. Pero con Claudia fue conocerla y estar segura de que podía confiar en ella. Tanta confianza me dio que yo ya había decidido avanzar con ella incluso antes de que me propusiera escribir la adaptación juntas. El ritual de trabajo fue muy intenso. Nos reunimos por Skype durante más de un año, ella desde Barcelona, yo desde Berlín, unas cuatro horas cada día. Algunas veces también viajábamos, para hacer semanas de escritura presenciales. Y aunque mi formación tiene que ver con el cine siempre me dediqué a la literatura, así que fue también un gran aprendizaje para mí esta experiencia.

Una escena de la película que se estrenará próximamente.

Una escena de la película que se estrenará próximamente.
 Distancia de rescate trabaja en una suerte de grieta viscosa entre realidad y ficción¿En algún momento cuando se planteó la posibilidad de hacer la película surgió alguna preocupación en torno a cómo sostener visualmente esa ambigüedad? ¿Qué matices le otorga la dimensión visual a esta historia?

– S.S.: En la adaptación trabajamos muy atentas a que ambas lecturas fueran posibles. De hecho, creo que cada lectura aporta información y emociones distintas, y no creo que la película hubiera funcionado solo con una de ellas. Otra vez, como cuando escribo ficción, fue como caminar constantemente sobre una cornisa de estas dos realidades. Claro que lo visual vuelve a la literatura mucho más concreta, y eso hizo que el desafío nos pusiera entre la espada y la pared varias veces. Y fue también aceptar que la película no es el libro, por más fiel que sea, y creo que esta lo es bastante, el cine trabaja de otras maneras y a veces requiere otros recursos.

 «Eso no es lo importante», dice de manera recurrente el personaje de David a Amanda para advertir cuándo ella debe reorientar la secuencia de recuerdos, ¿Fue también una consigna ordenadora a medida que iban decidiendo qué conservar y qué desechar de la novela?

– S.S.: ¡Absolutamente! Fue muy impresionante cómo, en momentos de incertidumbre durante el proceso creativo, volvíamos al libro a escuchar la voz de David. Hasta hacíamos chistes sobre esto. Hay algo en esa voz que habla no solo sobre lo que ocurre en la novela, sino sobre el propio ejercicio de la escritura, sus límites, sus pistas, sus faltas, el control sobre el lector, y muchas veces encontramos en su voz pistas para lo que estábamos construyendo.

La novela se desmarca de las narraciones que ponderan las cualidades de los entornos campestres, la afabilidad de la naturaleza en contraposición a cierta violencia de los centros urbanos. Aquí todo el tiempo irrumpe la idea de una naturaleza amenazante, hostil, que además entraña la amenaza de la contaminación. ¿Cómo se resignifica esta lectura al calor de los tópicos que instaló la pandemia? Me refiero a esta reflexión casi bíblica acerca de la pandemia como una reacción o una respuesta del medio ambiente frente a la sobreexplotación de los recursos naturales.
– S.S.: 
Nos pasó algo muy especial alrededor de ese tema. Y es que gran parte de la edición se hizo durante los primeros meses de la pandemia. Y era impresionante, mirábamos los cortes de la película, donde el agua estaba constantemente presente, donde los personajes se lavaban las manos concienzudamente, donde el aire parecía tan peligroso que a veces era mejor cerrar la ventana del coche, y no podíamos creer el reflejo que generaban estas situaciones con todo lo que nos estaba pasando en la vida real, hasta que punto la película estaba hablando también de la pandemia. «Distancia de rescate» siempre se movió alrededor de estas preguntas sobre cuán delicada y peligrosa es la relación que estamos teniendo con nuestro medio ambiente, pero nunca pensamos que, mientras hacíamos la película, la realidad nos podía pasar tan por arriba.
 La pandemia a su vez dislocó la manera de leer los géneros y para algunos el fantástico o el terror se transformó en el nuevo realismo. ¿Quedó al descubierto la precariedad de ciertos relatos tranquilizadores sobre los que edificamos una «normalidad» que es mucho más endeble de lo que parece?
– S.S.: 
Me acuerdo de un meme de esos días que se vio en muchas librerías, que decía algo así como «atención estimados clientes, los libros de ciencia ficción se han mudado ahora a la sección de actualidad». Y sí, creo que la pandemia puso en crisis nuestra idea de la normalidad y de lo cotidiano, por supuesto. Creo que todo lo que escribo tiene de alguna forma u otra que ver con esto, aceptamos la normalidad como lo real y lo aceptable, pero la normalidad es solo un pacto social y económico, o quizá también el punto intermedio entre mi realidad y la de los demás. Pero nunca es la verdad, nunca podemos pertenecer ni pactar realmente con esa normalidad, es solo una etiqueta, y cualquier cosa que desvele este encantamiento nos resulta muy inquietante.

"Distancia de rescate" no es una historia más dentro del corpus de la escritora argentina: es su primera novela, la que desbordó los límites y las posibilidades del cuento.

«Distancia de rescate» no es una historia más dentro del corpus de la escritora argentina: es su primera novela, la que desbordó los límites y las posibilidades del cuento.
Uno de los grandes núcleos del libro, que la película conserva, tiene que ver con una tensión que atraviesa el vínculo materno, simbolizada por el concepto de «distancia de rescate». Allí, la relación entre madre e hija no aparece retratada a partir de sus aspectos más complacientes como los juegos, las charlas o el afecto sino desde su dimensión más problemática: la idea de vivir en tensión permanente, alerta a un peligro inminente que ponga en riesgo a un hijo o hija. ¿La distancia de rescate es también una construcción ilusoria que nos permite sentir que mientras estemos cerca de nuestros hijos estarán siempre a salvo?
– S.S.: Claro que sí. Cómo nos gusta sentirnos seguros y asegurados. La sensación de que encontramos una manera, una técnica, un truco para que las cosas nos salgan bien, para que nada nos lastime ni lastime a los que queremos, para proteger y ser protegidos. Adoramos esta idea tan fantasiosa de la seguridad. ¿Pero por qué confiamos tanto, cuando incluso las actas jurídicas, los tickets de avión y los bonos de un banco ya nos fallaron tantas veces en solo estos últimos años? ¿Quizá porque nos tranquiliza? ¿Por que nos agobia tanto la idea de vivir en un mundo donde todas estas verdades estuvieran constantemente develadas?
 Hay también una indagación de orden ontológico en torno a los hijos que aparece disparada por la pregunta qué es ser madre o padre: el libro plantea toda una encrucijada en ese aspecto, ¿Qué es un hijo? ¿La idea de un hijo puede quedar subsumida a un cuerpo? ¿En qué medida la idea de la maternidad está sujeta a la idea de pertenencia o posesión?

– S.S.: Claro, exactamente, esas son las preguntas a las que apunto, de hecho toda esta historia, aún antes de escribir el libro y cuando apenas era unas notas en mi cuaderno nació de esa gran pregunta casi ontológica de, supongamos que, por alguna razón, estás segura de que dentro del cuerpo de tu hijo, ya no está tu hijo, ¿qué haces? ¿Te pertenece ese cuerpo? Y si tu hijo no está ahí, ¿dónde está? ¿A quién recurrís? Es solo una idea, pero si fuera así, ¿cómo se sobrevive a semejante pesadilla? Después, durante la escritura de la novela, apareció la idea de la distancia de rescate, y el libro creció en otras direcciones, pero creo que esa pregunta quedó resonando a lo largo de todo el libro, y se escucha algo de ella también en la adaptación al cine.

El personaje de Carla/Carola plantea otra dimensión problemática de la maternidad porque le otorga al rechazo que siente con su hijo una explicación sobrenatural, que se puede leer como una construcción neurótica o un subterfugio que utiliza para explicar por qué ya no se percibe como su madre. «Los hijos son para toda la vida», le dice Amanda, a lo que ella contesta con un tajante: «No querida». ¿Se puede renunciar a ser madre? ¿Podemos tolerar ese interrogante tan perturbador en contextos que no necesariamente involucran alguna patología?

– S.S.: Estaba ahí desde el principio. Quizá no tan afilado o tan en contrapunto, pero yo sabía desde el principio que, para que el lector o el espectador empatizara con la oscuridad de David, necesitaba detrás una madre como Carola. Pero tampoco quería una «mala madre», quería un personaje real con el que también se pudiera empatizar. Personalmente Carola siempre me resultó tan fascinante que muchas veces durante la escritura de la novela tuve que cuidarme de no darle más protagonismo del que la novela necesitaba. Y la interpretación de Dolores Fonzi me parece tan espectacular que, a diferencia de lo que me pasa con los otros personajes de la novela, ya no puedo pensar en ella si no es en la interpretación de Fonzi.

La doble voz narrativa sostenida en el intercambio entre Amanda y David es uno de los recursos más originales de la novela. ¿Qué tipo de decisiones tomaron a la hora de replicar esta estructura en la película? ¿Ese dúo narrador en off que en el libro opera sobre el mismo plano que el resto del relato, en el caso de la película tuvo que ser racionado para no desafiar o contrarrestar el peso que tiene la visualidad en todo material audiovisual?

– S.S.: Fue uno de los primeros temas que conversamos con Claudia, porque ninguna de las dos quería que se perdiera ese recurso en la adaptación, y yo creo este fue uno de los grandes desafíos del guion. El problema es que, convertidas en voz en off, estas voces pueden volverse un poco tramposas. En el cine la voz en off cansa enseguida, distrae, a veces no alcanza a leerse. Entonces hubo un trabajo muy fino para dar la sensación de que todo está envuelto en una suerte de voz en off, cuando en realidad el recurso apenas aparece. Pero fue bravo, me acuerdo de estar cambiando palabras de esa voz en off hasta el último día de edición.

En el contrapunto entre David y Amanda se instala una diferencia crucial entre saber y entender. Según David, que la obliga a repasar la secuencia de sus últimas horas, ella sabe perfectamente qué ocurrió pero no logra procesarlo o entenderlo. ¿En el lector/espectador se juega también esta tensión entre saber y entender?
– S.S.: Ojalá, sí, así nos gustaría que funcionara. A veces nos pasa eso en la vida real, situaciones que repasamos una y otra vez, que conocemos a fondo porque incluso fuimos testigos, pero que no terminamos de entender. Y de pronto hay un clic, y cuando uno lo entiende es como si se abriera un abismo a nuestros pies, no cambia nada, y a la vez lo cambia todo. Ojalá la película, como el libro, ayude a hacer ese clic en un espacio personal, acerca de cómo nos estamos relacionando con las cosas que más queremos, como los hijos, las amistades, el medio ambiente, sin entender realmente dónde está el peligro y qué tan rápido podría tocarnos.
*AT