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18 junio, 2023

Diez libros para repensar a tu padre

Una selección de títulos que escarban en las relaciones paternofiliales. Para repensar vínculos y mundos.

Por Javier Rodríguez Marcos*
"El pene de mi padre medía treinta centímetros y medio". Dice la nota de la editorial que el británico Joe Randolph Ackerley (1896-1967) sustituyó esta primera frase por "yo nací en 1896 y mis padres se casaron en 1919" en la versión definitiva de estas deslumbrantes memorias, convertidas en un clásico desde que se publicaron, póstumamente, en 1968. Graduado en Cambridge, soldado en la Gran Guerra, periodista y escritor de una obra escasa en la que se cuentan libros como 'Mi hermana y yo', 'Mi perra Tulip' o 'Vacación hindú' (este último traducido por César Aira), Ackerley siguió dos hilos en 'Mi padre y yo'. Por un lado, la doble vida de su progenitor -que tenía otra mujer y dos hijas más sin que su familia oficial lo supiera- y su propia homosexualidad -vivida en secreto pero contada aquí sin falsos pudores-. Una quirúrgica capacidad de análisis, una ironía usada por toneladas y, sobre todo, la sensación de estar leyendo en cada momento la palabra justa son algunas de las virtudes de un relato en el que las relaciones familiares, la hipocresía social y el sexo forman un cóctel ácido y descarnado. El resultado es la radiografía de la condición humana en un tiempo en la que todo el mundo parecía mirarse por encima del hombro y, sólo de puertas afuera, conducirse aguantando la respiración. Cuando los sentimientos hacen su aparición en ese medio ambiente, cobran un relieve único. Así sucede, por ejemplo, en un impagable episodio protagonizado por Ackerley y su hermano en la guerra o, a la postre, en el retrato de unos padres que consiguen engañarle y a los que él no pretende engañar. La felicidad, esa vieja costumbre, es ya otra historia. (Traducción de Rafael Ruiz de la Cuesta. Anagrama)

1-MI PADRE Y YO. J. R. Ackerley
«El pene de mi padre medía treinta centímetros y medio». Dice la nota de la editorial que el británico Joe Randolph Ackerley (1896-1967) sustituyó esta primera frase por «yo nací en 1896 y mis padres se casaron en 1919» en la versión definitiva de estas deslumbrantes memorias, convertidas en un clásico desde que se publicaron, póstumamente, en 1968. Graduado en Cambridge, soldado en la Gran Guerra, periodista y escritor de una obra escasa en la que se cuentan libros como ‘Mi hermana y yo’, ‘Mi perra Tulip’ o ‘Vacación hindú’ (este último traducido por César Aira), Ackerley siguió dos hilos en ‘Mi padre y yo’. Por un lado, la doble vida de su progenitor -que tenía otra mujer y dos hijas más sin que su familia oficial lo supiera- y su propia homosexualidad -vivida en secreto pero contada aquí sin falsos pudores-. Una quirúrgica capacidad de análisis, una ironía usada por toneladas y, sobre todo, la sensación de estar leyendo en cada momento la palabra justa son algunas de las virtudes de un relato en el que las relaciones familiares, la hipocresía social y el sexo forman un cóctel ácido y descarnado. El resultado es la radiografía de la condición humana en un tiempo en la que todo el mundo parecía mirarse por encima del hombro y, sólo de puertas afuera, conducirse aguantando la respiración. Cuando los sentimientos hacen su aparición en ese medio ambiente, cobran un relieve único. Así sucede, por ejemplo, en un impagable episodio protagonizado por Ackerley y su hermano en la guerra o, a la postre, en el retrato de unos padres que consiguen engañarle y a los que él no pretende engañar. La felicidad, esa vieja costumbre, es ya otra historia. (Traducción de Rafael Ruiz de la Cuesta. Anagrama)
“Voy a tener que dejarte ir, papá’. Llevaba varias horas inconsciente y no podía oírme, pero yo, conmocionado, asombrado, llorando, estuve repitiéndola la frase una y otra vez, hasta creérmela. Después, lo único que me quedaba era ir a buscar su camilla a la habitación donde lo pusieron y sentarme a su lado. Morir cuesta trabajo, y él era un buen trabajador”. Así describió Philip Roth (Newark, 1933) la muerte de Herman Roth, de 86 años. Él tenía casi 60 y hasta ese momento el padre siempre trató al hijo como alguien con poder en las editoriales como para publicar lo que escribían sus compañeros de asilo. Para eso están los hijos famosos, ¿no? El patrimonio del que habla Roth no es, lo dice él mismo, ni “el dinero, ni los tefelines ni el cuenco de afeitar sino la mierda”. Lo dice, con todo el amor del mundo, después de asear a su padre. Philip Roth se instaló con este libro en el lugar que ocupan autores anglosajones que, sin ficción pero magistralmente, también han puesto por escrito los recuerdos de sus padres: Richard Ford ('Entre ellos'), Paul Auster ('La invención de la soledad'), Mary Karr ('El club de los mentirosos'), Hanif Kureishi ('Mi oído en su corazón') o Martin Amis ('Experiencia'). Inglés aparte, en el subgénero reciente del homenaje –la cara B del ajuste de cuentas inaugurada por Kafka en Carta al padre- tienen su propio capítulo 'Ojalá octubre', de Juan Cruz, y 'Te me moriste', de José Luís Peixoto). (Traducción de Ramón Buenaventura. Seix Barral)
2- PATRIMONIO. Philip Roth “Voy a tener que dejarte ir, papá’. Llevaba varias horas inconsciente y no podía oírme, pero yo, conmocionado, asombrado, llorando, estuve repitiéndola la frase una y otra vez, hasta creérmela. Después, lo único que me quedaba era ir a buscar su camilla a la habitación donde lo pusieron y sentarme a su lado. Morir cuesta trabajo, y él era un buen trabajador”. Así describió Philip Roth (Newark, 1933) la muerte de Herman Roth, de 86 años. Él tenía casi 60 y hasta ese momento el padre siempre trató al hijo como alguien con poder en las editoriales como para publicar lo que escribían sus compañeros de asilo. Para eso están los hijos famosos, ¿no? El patrimonio del que habla Roth no es, lo dice él mismo, ni “el dinero, ni los tefelines ni el cuenco de afeitar sino la mierda”. Lo dice, con todo el amor del mundo, después de asear a su padre. Philip Roth se instaló con este libro en el lugar que ocupan autores anglosajones que, sin ficción pero magistralmente, también han puesto por escrito los recuerdos de sus padres: Richard Ford (‘Entre ellos’), Paul Auster (‘La invención de la soledad’), Mary Karr (‘El club de los mentirosos’), Hanif Kureishi (‘Mi oído en su corazón’) o Martin Amis (‘Experiencia’). Inglés aparte, en el subgénero reciente del homenaje –la cara B del ajuste de cuentas inaugurada por Kafka en Carta al padre- tienen su propio capítulo ‘Ojalá octubre’, de Juan Cruz, y ‘Te me moriste’, de José Luís Peixoto). (Traducción de Ramón Buenaventura. Seix Barral)
“¿Quién había sido mi padre para mí? Alguien cuya muerte había deseado. Entonces, ¿por qué estas lágrimas?” Este es el tono del primero de los seis volúmenes de 'Mi lucha', del noruego K. O. Knausgard (Oslo, 1968), que narra el viaje del autor hasta la casa en la que ha muerto su padre, un borracho con síndrome de Diógenes (como mínimo). La memoria le lleva desde el presente hasta la infancia y la adolescencia para bucear en un infierno en el que también se han sumergido –sin bombona de oxígeno pero con grandes resultados- escritores como Parick Modiano ('Un pedigrí'), Carlos Pardo ('El viaje a pie de Johan Sebastian') o Marcos Giralt Torrente, cuyo 'Tiempo de vida' se convirtió en un hito y obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2011. (Traducción de Kirsti Baggertun y Asunción Lorenzo. Anagrama)
3-LA MUERTE DEL PADRE. Karl Ove Knausgard “¿Quién había sido mi padre para mí? Alguien cuya muerte había deseado. Entonces, ¿por qué estas lágrimas?” Este es el tono del primero de los seis volúmenes de ‘Mi lucha’, del noruego K. O. Knausgard (Oslo, 1968), que narra el viaje del autor hasta la casa en la que ha muerto su padre, un borracho con síndrome de Diógenes (como mínimo). La memoria le lleva desde el presente hasta la infancia y la adolescencia para bucear en un infierno en el que también se han sumergido –sin bombona de oxígeno pero con grandes resultados- escritores como Parick Modiano (‘Un pedigrí’), Carlos Pardo (‘El viaje a pie de Johan Sebastian’) o Marcos Giralt Torrente, cuyo ‘Tiempo de vida’ se convirtió en un hito y obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2011. (Traducción de Kirsti Baggertun y Asunción Lorenzo. Anagrama)
Alison Bechdel (Pennsylvania, 1960) es homosexual. Su padre también lo era aunque no había salido del armario. Él está muerto. Ella no y por suerte para nosotros en 2006 publicó este tebeo antológico que fue celebrado en Estados Unidos como uno de los libros del año –más allá del género gráfico- y que ha llegado incluso a tener su versión teatral en Broadway. El padre de Bechdel, que luego dedicaría otra entrega a su madre, era profesor de inglés, coleccionista de antigüedades y lector de Camus. En el momento de morir estaba leyendo, precisamente, 'La muerte feliz'. Lo tenía sobre la mesa. Su mujer le había pedido el divorcio dos semanas antes y en la familia surgió la sospecha del suicidio. En el ejemplar de Camus, Bechdel encontró este subrayado: “Experimenta por qué paradoja cruel nos engañamos siempre dos veces sobre los seres que queremos, en su beneficio primero y en perjuicio suyo después”. Eso a la altura de la página 30. Y quedan 200 más. Por el lado del cómic hispánico, un clásico reciente del género familiar es 'El arte de volar', con guion de Antonio Altarriba y dibujos de Kim. (Traducción de Rocío de la Maya. Reservoir Books)

4- FUN HOME. UNA FAMILIA TRAGICÓMICA. Alison Bechdel Alison Bechdel
(Pennsylvania, 1960) es homosexual. Su padre también lo era aunque no había salido del armario. Él está muerto. Ella no y por suerte para nosotros en 2006 publicó este tebeo antológico que fue celebrado en Estados Unidos como uno de los libros del año –más allá del género gráfico- y que ha llegado incluso a tener su versión teatral en Broadway. El padre de Bechdel, que luego dedicaría otra entrega a su madre, era profesor de inglés, coleccionista de antigüedades y lector de Camus. En el momento de morir estaba leyendo, precisamente, ‘La muerte feliz’. Lo tenía sobre la mesa. Su mujer le había pedido el divorcio dos semanas antes y en la familia surgió la sospecha del suicidio. En el ejemplar de Camus, Bechdel encontró este subrayado: “Experimenta por qué paradoja cruel nos engañamos siempre dos veces sobre los seres que queremos, en su beneficio primero y en perjuicio suyo después”. Eso a la altura de la página 30. Y quedan 200 más. Por el lado del cómic hispánico, un clásico reciente del género familiar es ‘El arte de volar’, con guion de Antonio Altarriba y dibujos de Kim. (Traducción de Rocío de la Maya. Reservoir Books)
“Hay una paradoja en el hecho de que los padres puedan ser a la vez los seres más próximos y los más enigmáticos, cubiertos como están por el velo de su centralidad inalcanzable. No podemos penetrar en ellos, son nuestros dioses cotidianos, gigantescos en la primera edad, rutinarios en la intermedia, nuevamente esenciales al final de la vida”. A este párrafo tallado a cincel del mexicano Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) le falta, en su propio caso, el momento de la ausencia del “dios”. El suyo fue un padre ausente que termina en la ruina y que hace cuatro años provocó que su hijo escribiera uno de los libros esenciales de la literatura paternofilial latinoamericana reciente. Otro sería, por supuesto, el celebradísimo 'El olvido que seremos', de Héctor Abad Faciolince, y, a su manera, 'El pez en el agua', las memorias de Mario Vargas Llosa. Los tres son, además, grandes retratos de sus respectivos países: México, Colombia y Perú. (Literatura Random House)
5-ADIÓS A LOS PADRES. Héctor Aguilar Camín “Hay una paradoja en el hecho de que los padres puedan ser a la vez los seres más próximos y los más enigmáticos, cubiertos como están por el velo de su centralidad inalcanzable. No podemos penetrar en ellos, son nuestros dioses cotidianos, gigantescos en la primera edad, rutinarios en la intermedia, nuevamente esenciales al final de la vida”. A este párrafo tallado a cincel del mexicano Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) le falta, en su propio caso, el momento de la ausencia del “dios”. El suyo fue un padre ausente que termina en la ruina y que hace cuatro años provocó que su hijo escribiera uno de los libros esenciales de la literatura paternofilial latinoamericana reciente. Otro sería, por supuesto, el celebradísimo ‘El olvido que seremos’, de Héctor Abad Faciolince, y, a su manera, ‘El pez en el agua’, las memorias de Mario Vargas Llosa. Los tres son, además, grandes retratos de sus respectivos países: México, Colombia y Perú. (Literatura Random House)
En 1984 este libro convirtió a Annie Ernaux, que por entonces tenía 44 años, en la gran maestra de la autoficción en Francia. Siempre ha dicho que lo escribió porque ya no tenía nada que decirse con su padre, un obrero reconvertido en dueño de un colmado en un pueblo de Normandía. El libro ganó el premio Renaudot y su autora abandonó la ficción para siempre. Desde entonces se ha dedicado a relatar, cruda pero magistralmente, la relación con su madre, con sus parejas, sus celos o su propio aborto cuando era una estudiante, la primera universitaria en una familia de clase baja (lo hizo en en el imprescindible 'El acontecimiento'). De ese desclasamiento tratan también –o sobre todo- sus libros. (Traducción de Nahir Gutiérrez. Tusquets)
6-EL LUGAR. Annie Ernaux En 1984 este libro convirtió a Annie Ernaux, que por entonces tenía 44 años, en la gran maestra de la autoficción en Francia. Siempre ha dicho que lo escribió porque ya no tenía nada que decirse con su padre, un obrero reconvertido en dueño de un colmado en un pueblo de Normandía. El libro ganó el premio Renaudot y su autora abandonó la ficción para siempre. Desde entonces se ha dedicado a relatar, cruda pero magistralmente, la relación con su madre, con sus parejas, sus celos o su propio aborto cuando era una estudiante, la primera universitaria en una familia de clase baja (lo hizo en en el imprescindible ‘El acontecimiento’). De ese desclasamiento tratan también –o sobre todo- sus libros. (Traducción de Nahir Gutiérrez. Tusquets)
“Yo sabía muy bien quién era mi padre. Sabía que era una persona amorosa y responsable que había demostrado siempre mucha atención y cuidado hacia su familia, incluida su exmujer”. Estos son los sentimientos de Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) hacia su padre, un hombre que “no hacía trampa en los juegos, ni siquiera para divertirse”, alguien generoso y “capaz de conmoverse con un niño o una anciana en condiciones de indigencia hasta vaciar sus bolsillos”. Nettel relata estos sentimientos cuando va a visitar a su padre a la cárcel. Está acusado de 'peculado' -malversación de fondos públicos- y su hija tiene miedo, lo reconoce, de descubrir “algo terrible” en él. El progenitor de la escritora mexicana no es el centro de 'El cuerpo en que nací' pero sí un personaje fundamental en las estupendas memorias de infancia y juventud de una futbolera emigrada a Francia que de niña se identificaba con el kafkiano Gregorio Samsa. (Anagrama)
7-EL CUERPO EN QUE NACÍ. Guadalupe Nettel “Yo sabía muy bien quién era mi padre. Sabía que era una persona amorosa y responsable que había demostrado siempre mucha atención y cuidado hacia su familia, incluida su exmujer”. Estos son los sentimientos de Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) hacia su padre, un hombre que “no hacía trampa en los juegos, ni siquiera para divertirse”, alguien generoso y “capaz de conmoverse con un niño o una anciana en condiciones de indigencia hasta vaciar sus bolsillos”. Nettel relata estos sentimientos cuando va a visitar a su padre a la cárcel. Está acusado de ‘peculado’ -malversación de fondos públicos- y su hija tiene miedo, lo reconoce, de descubrir “algo terrible” en él. El progenitor de la escritora mexicana no es el centro de ‘El cuerpo en que nací’ pero sí un personaje fundamental en las estupendas memorias de infancia y juventud de una futbolera emigrada a Francia que de niña se identificaba con el kafkiano Gregorio Samsa. (Anagrama)
“Con seis años, mi padre trabajabade primavera a primavera.De sol a sol cuidaba de animales.El capataz lo ataba de una cuerdapara que no se perdiera en las zanjas”. Con este poema, no por casualidad titulado “Clases sociales”, abrió Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964) su libro 'Cartas de amor de un comunista'. Fue en 1999, en pleno subidón de prosperidad económica y burbuja financiera, aquellos tiempos en los que la literatura comprometida se consideraba una reliquia del pasado, una muestra de mala educación. El interés por la memoria histórica y la crisis de hace -¡ya!- diez años iluminan con nuevos sentidos unos versos en los que lo familiar y lo social son dos caras de la misma moneda. Y para demostrar que los padres, como el mar o la luna, son un género literario, ahí están la 'Carta al padre' de Jesús Aguado, el último premio Loewe –Ben Clark por 'La policía celeste'- y la reciente antología 'Tu sangre en mis venas', que seleccionada por Enrique García-Máiquez y publicada por Renacimiento reúne “poemas al padre” de Unamuno, Machado, Juan Ramón, Leopoldo Panero, Jaime Sabines, Gloria Fuertes, Francisco Brines, Eugenio Montejo, Miguel D’Ors, Leopoldo María Panero, Susana Benet, Jon Juaristi, Andrés Trapiello o Amalia Bautista. (Germanía)
8- CARTAS DE AMOR DE UN COMUNISTA. Isabel Pérez Montalbán “Con seis años, mi padre trabajaba/de primavera a primavera./De sol a sol cuidaba de animales./El capataz lo ataba de una cuerda/para que no se perdiera en las zanjas”. Con este poema, no por casualidad titulado “Clases sociales”, abrió Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964) su libro ‘Cartas de amor de un comunista’. Fue en 1999, en pleno subidón de prosperidad económica y burbuja financiera, aquellos tiempos en los que la literatura comprometida se consideraba una reliquia del pasado, una muestra de mala educación. El interés por la memoria histórica y la crisis de hace -¡ya!- diez años iluminan con nuevos sentidos unos versos en los que lo familiar y lo social son dos caras de la misma moneda. Y para demostrar que los padres, como el mar o la luna, son un género literario, ahí están la ‘Carta al padre’ de Jesús Aguado, el último premio Loewe –Ben Clark por ‘La policía celeste’- y la reciente antología ‘Tu sangre en mis venas’, que seleccionada por Enrique García-Máiquez y publicada por Renacimiento reúne “poemas al padre” de Unamuno, Machado, Juan Ramón, Leopoldo Panero, Jaime Sabines, Gloria Fuertes, Francisco Brines, Eugenio Montejo, Miguel D’Ors, Leopoldo María Panero, Susana Benet, Jon Juaristi, Andrés Trapiello o Amalia Bautista. (Germanía)
“Les traje a Bra y Valdi regalos de mi último viaje, los vieron, dijeron que les gustaban mucho, y los olvidaron en mi casa. Los tengo delante ahora: inertes, despreciados, condecorados con méritos tristes. Simbolizan la desaparición de un hogar. Y por tanto, la desaparición del amor. Nunca decimos toda la verdad, porque si la dijéramos romperíamos el universo, que funciona a través de lo razonable, de lo soportable”. Este de la página 280 es uno de los momentos más desoladores del último libro de Manuel Vilas (Barbastro, 1962), que, acto seguido, aclara que no guarda rencor a sus hijos: también él despreciaba los regalos que le hacía su madre. En ese rechazo se cruzan las tres generaciones que atraviesan esta historia de amor y desamparo. Como decía el poema de Javier Salvago, la venganza de nuestros padres se la cobrarán nuestros hijos. (Alfaguara)
La otra cara de los libros de hijos sobre sus padres son los libros de padres sobre sus hijos. Los hay imprescindibles y esta novela de Joseph Roth (1894-1939) es uno de ellos. Con mucho de reto moral y fábula antigua, relata la vida de Mendel Singer, que decide emigrar a Estados Unidos con su familia dejando en Europa a su hijo, “tullido” y desahuciado por los médicos. Todo da un vuelvo cuando el protagonista se entera de que su vástago, finalmente, ha sobrevivido. Ahí empieza otro libro... que tendrán que leer ustedes. Ya en el terreno de la no ficción, con igual sentimiento de desgarro pero sin necesidad de literatura, otros títulos de este particular subgénero serían 'Mortal y rosa' (Francisco Umbral), 'La luz difícil' (Tomás González), 'La hora violeta' (Sergio del Molino), 'Joana (Joan Margarit), 'Quieto' (Marius Serra), 'Hacia el amanecer' (Michael Greenberg), 'Una cuestión personal' (Kenzaburo Oé), 'María y yo' (Miguel Gallardo) o '¿Adónde vamos, papá?' (Jean-Louis Fournier). El contrapunto feliz sería el descacharrante 'Manu', de Manuel Jabois. (Acantilado)

10 – JOB. Joseph Roth La otra cara de los libros de hijos sobre sus padres son los libros de padres sobre sus hijos. Los hay imprescindibles y esta novela de Joseph Roth (1894-1939) es uno de ellos. Con mucho de reto moral y fábula antigua, relata la vida de Mendel Singer, que decide emigrar a Estados Unidos con su familia dejando en Europa a su hijo, “tullido” y desahuciado por los médicos. Todo da un vuelvo cuando el protagonista se entera de que su vástago, finalmente, ha sobrevivido. Ahí empieza otro libro… que tendrán que leer ustedes. Ya en el terreno de la no ficción, con igual sentimiento de desgarro pero sin necesidad de literatura, otros títulos de este particular subgénero serían ‘Mortal y rosa’ (Francisco Umbral), ‘La luz difícil’ (Tomás González), ‘La hora violeta’ (Sergio del Molino), ‘Joana (Joan Margarit), ‘Quieto’ (Marius Serra), ‘Hacia el amanecer’ (Michael Greenberg), ‘Una cuestión personal’ (Kenzaburo Oé), ‘María y yo’ (Miguel Gallardo) o ‘¿Adónde vamos, papá?’ (Jean-Louis Fournier). El contrapunto feliz sería el descacharrante ‘Manu’, de Manuel Jabois. (Acantilado)

*EP