La versión facsimilar del libro Pomelo, que acaba de publicar la editorial Alias, trae a las librerías algunas de las piezas conceptuales de la artista que tanto éxito tuvieron en su retrospectiva en el Malba
Diez instrucciones de Yoko Ono para convertir el verano en arte
Por Celina Chatruc*
“Tengo hambre”, le dijo su hermano menor. Ella era apenas una niña y ambos estaban refugiados sin comida en una casa de campo en Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. “Bueno, imaginemos un gran menú”, le propuso Yoko Ono, y por lo menos logró alegrarlo.
“La imaginación me ayudó mucho”, confesó la artista que cumplirá 90 años la semana próxima al recordar ese trágico momento en el documental Above Us Only Sky (Sobre nosotros, sólo el cielo), estrenado en 2018, que mostró la historia detrás de “Imagine”. “¡Hola! Me llamo John Lennon. Quiero presentarles a Yoko Ono”, escribió el coautor de la famosa canción como introducción a Grapefruit (Pomelo), libro publicado en 1964 por su gran amor.
Aquella edición limitada de 500 ejemplares, que Munternaum Press lanzó en Tokio en 1964, fue traducida seis años más tarde en Nueva York, Frankfurt, Londres y Buenos Aires, en ediciones que contenían el material original junto a otras piezas y dibujos realizados por la artista. La primera traducción al español, de 288 páginas, estuvo a cargo de Pirí Lugones para Ediciones de la Flor -la misma editorial de Quino y de Mafalda, por ejemplo-, con tapa diseñada por Oscar Smoje.
“Representaba una apuesta arriesgada: se trataba de un libro experimental de una autora que por entonces no gozaba del indiscutible reconocimiento mundial que hoy tiene”, recordó el Malba al reeditarla en 2016 para acompañar la exposición Yoko Ono. Dream Come True.
Curada por Gunnar B. Kvaran y Agustín Pérez Rubio, fue la primera retrospectiva en la Argentina de esta pionera del arte conceptual y participativo contemporáneo, y llegó a ocupar el tercer puesto de las muestras más visitadas del museo.
Con ambas ediciones agotadas, el libro acaba de regresar una vez más a las librerías, en una versión facsimilar publicada por Alias, sello mexicano que acaba de desembarcar en la Argentina como parte de la “familia” de la distribuidora Big Sur. “Se presenta como una serie de instrucciones que invitan a desvincularse, por medio de la contemplación, de un mundo enajenado por el consumo y la producción frenética de información y mercancía -dicen sus nuevos editores-. En esta pieza, en la que Ono explora la relación entre el arte y la vida a partir de fenómenos cotidianos, el detenerse a observar y/o escuchar se vuelve una experiencia artística en sí misma”.
“Enciende un fósforo y observa hasta que se consuma”. Esa fue la primera “obra de instrucción”, de Yoko Ono, escrita en 1955 y titulada Lighting Piece (Pieza de iluminación). “Hubo que esperar hasta el 16 de julio de 1961 para que expusiera sus pinturas y dibujos de instrucciones en la AG Gallery de George Maciuna, en Nueva York –recuerda Kvaran en un ensayo incluido en el catálogo de la muestra del Malba-. Allí exhibió algunas caligrafías, pero la atención se concentró sobre todo en los lienzos colgados en la pared o colocados sobre el suelo, con los que el público interactuaba según las instrucciones: se paraba encima o les prendía fuego, por dar solo algunos ejemplos del tipo de acciones con las que los espectadores estaban invitados a completar el proceso de creación de las obras”.
En una exposición realizada al año siguiente en el Sogetsu Art Center de Tokio, agrega el curador, la artista “invitaba a los espectadores a participar del proceso creativo de manera menos física y más conceptual. Mediante esta simplificación –un ejemplo muy temprano de arte conceptual–, Ono ponía en cuestión la unicidad y la sacralidad del objeto de arte”.
La palabra, así, se vuelve clave en composiciones que fueron vinculadas con la poesía. “Con razón, muchos críticos asocian sus Instrucciones con partituras musicales -señala Kvaran-; otros apuntan al haiku, a la métrica sin rima y arrítmica que se desarrolló en el siglo XVI a partir del género japonés clásico conocido como Tanka. Pero las Instrucciones de Ono no son poemas. Son obras visuales de un nuevo tipo de arte, compartido con otros artistas contemporáneos como John Cage y George Brecht”.
Lo que sigue son algunas piezas incluidas en Pomelo a modo de propuesta para transformar con la imaginación, como hacía Yoko Ono desde muy chica, lo que queda del verano.