El Día Internacional de la Luz (ILD) se celebra anualmente el 16 de mayo. La del 2022 es la 5° edición desde que la UNESCO propuso la fecha. Se conmemora la primera operación con láser realizada por el ingeniero físico Theodore Maiman
Día Mundial de la Luz: ¿Cuántas personas se necesitaron para encender esa lamparita?
La luz que utilizamos cada día depende del trabajo de miles de personas alrededor del mundo que mantienen y cuidan de las redes eléctricas.
La luz, como fuente de energía, ha sido imprescindible para los seres humanos y su desarrollo a lo largo de la historia, y por ello cada 16 de mayo se celebra el Día Internacional de la Luz.
Con esta conmemoración se trata de poner en valor el ‘milagro’ de que, cada día, millones de personas enciendan las luces de sus casas, carguen sus teléfonos móviles o vean la televisión. Mientras esto ocurre, en las ciudades circulan los trenes, los semáforos regulan el tráfico o se pone en marcha la maquinaria de las industrias.
Día luminoso para la ciencia
Día Internacional de la Luz 2022 es una iniciativa mundial, que se celebra anualmente el 16 de mayo. Destaca la importancia de la luz y su papel en la ciencia, el arte, la tecnología, la cultura, la educación y el desarrollo sostenible. Todos ellos contribuyen al logro de los objetivos clave de la UNESCO: educación, igualdad y paz.
Su objetivo principal es subrayar y promover de manera permanente el papel protagónico que juega la luz en nuestro universo. En esta oportunidad su celebración se centrará en que este también es el ‘Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible’. Por ello se invita a todo el mundo a concienciarse acerca de la importancia de estos eventos.
La primera edición del Día Internacional de la Luz tuvo lugar en 2015 y supuso un éxito rotundo. El evento puso de relieve la importancia de la ciencia y la tecnología basadas en la luz. Y generó más de 13.000 actividades en 147 países. Por ello, el Consejo Ejecutivo de la UNESCO, en su 200ª reunión, designó el 16 de mayo de cada año como Día Internacional Día de la Luz.
¿Por qué el 16 de mayo?
Se realiza en memoria de la primera operación con láser llevada a cabo por el ingeniero físico Theodore Maiman, en 1960. El láser ilustra claramente los beneficios innovadores que un descubrimiento científico puede traer a la sociedad. Y sus aplicaciones en áreas tan diferentes como las comunicaciones, la salud, la aeronáutica o la óptica.
Sin embargo, el Día Internacional de la Luz no se trata solo de láseres y ciencia. También abarca las artes, la cultura y el entretenimiento. De hecho, lo hace donde quiera que brille la luz. La idea fundamental es tener un día para pensar en cómo cambiar, con el fin de mejorar nuestras vidas en todos los aspectos con el fin de contribuir al necesario desarrollo sostenible.
Lo que damos por hecho cada día es resultado de décadas de avances científicos y del trabajo de millones de personas alrededor del mundo.
Fue en 1879, cuando Thomas Alva Edison desarrollaba un nuevo sistema de iluminación. Construyó la primera lámpara incandescente con un filamento de bambú carbonizado, que permaneció encendida durante más de 48 horas. Los incontables avances facilitarían su proyección masiva, que la iluminación eléctrica empezó su carrera pública, pero debió competir con otros sistemas impuestos como la iluminación a vapor, kerosene o alcohol.
Mientras la electricidad era todavía considerada poco más que un espectáculo de salón, las primeras aproximaciones científicas al fenómeno fueron hechas en los siglos XVII y XVIII por investigadores sistemáticos como Gilbert, von Guericke, Henry Cavendish, Du Fay, van Musschenbroek y Watson. Estas observaciones empiezan a dar sus frutos con Galvani, Volta, Coulomb y Franklin, y, ya a comienzos del siglo XIX, con Ampère, Faraday y Ohm.
No obstante, el desarrollo de una teoría que unificara la electricidad con el magnetismo como dos manifestaciones de un mismo fenómeno no se alcanzó hasta la formulación de las ecuaciones de Maxwell (1861-1865).
La primera aplicación práctica generalizada fue el telégrafo eléctrico de Samuel Morse (1833), que revolucionó las telecomunicaciones. La generación masiva de electricidad comenzó cuando, a fines del siglo XIX, se extendió la iluminación eléctrica de las calles y las casas. La creciente sucesión de aplicaciones que esta disponibilidad produjo hizo de la electricidad una de las principales fuerzas motrices de la segunda revolución industrial. Más que de grandes teóricos, como Lord Kelvin, fue éste el momento de grandes inventores como Gramme, Westinghouse, von Siemens y Alexander Graham Bell. Entre ellos destacaron Nikola Tesla y Thomas Alva Edison, cuya revolucionaria manera de entender la relación entre investigación y mercado capitalista convirtió la innovación tecnológica en una actividad industrial. Tesla, un inventor serbio-americano, descubrió el principio del campo magnético rotatorio en 1882, que es la base de la maquinaria de corriente alterna. También inventó el sistema de motores y generadores de corriente alterna polifásica que da energía a la sociedad moderna.
El alumbrado artificial modificó la duración y distribución horaria de las actividades individuales y sociales, de los procesos industriales, del transporte y de las telecomunicaciones. Lenin definió el socialismo como la suma de la electrificación y el poder de los soviets. La sociedad de consumo que se creó en los países capitalistas dependió (y depende) en gran medida del uso doméstico de la electricidad.
Y se hizo la luz en Buenos Aires
En Argentina, como siempre, la competencia y los negocios precedieron a la conveniencia pública. Apenas fundada en 1882, la ciudad de La Plata tenía una ventaja sobre Buenos Aires: su iluminación pública no estaba dominada por los monopolios del gas y fue campo fértil para experimentar. Por eso, en 1884 se inició la construcción de una usina, que fue habilitada al año siguiente, y así La Plata fue la primera en adoptar el sistema de alumbrado eléctrico en toda Sudamérica.
La ciudad de Buenos Aires la siguió en su carrera lumínica, aunque más de una década después. Para 1896 la Municipalidad de la actual CABA contaba con apenas 350 focos eléctricos, 11693 faroles a gas y casi 8000 de kerosén. Cuarenta años más tarde, cuando Buenos Aires llegaba a su cuarto centenario, los registros mostraban que existían 43151 focos eléctricos de iluminación pública y solo quedaban 39 faroles de gas en la plaza Rubén Darío en Recoleta. El kerosén ya había desaparecido por completo unos años antes, en 1931.
El gas había sido derrotado, aunque no eliminado. Las compañías de gas lograron reconvertirse para proveer combustible para calefacción y las cocinas a gas, promocionadas por una joven Doña Petrona Carrizo de Gandulfo.
Para 1891, se comenzó a emplear la electricidad como medio de iluminación público en la Avenida de Mayo y las principales plazas, y comenzaría la gran carrera de nuestra «ciudad luz»
Mucho para celebrar
Nunca nos olvidemos que la luz es un catalizador para la innovación y la producción de tecnología en dispositivos médicos. Es imprescindible para que tengamos Internet de alta velocidad e iluminación de bajo consumo, sensores de alta sensibilidad, protección de datos en línea. Y sin ella sería imposible la preservación de nuestro patrimonio cultural, sin olvidar las energías renovables y mucho más.
Celebremos el Día Internacional de la Luz 2022 de forma sostenible y eficiente. Promovamos el conocimiento de las diversas aplicaciones de este maravilloso bien común. Y no olvidemos que aún hay muchos sitios en el mundo, en los que las personas no acceden a la luz (en todas sus acepciones) de la forma en que lo hacemos en Europa. Por eso, es una buena forma de valorar todo lo que tenemos y bregar por un mundo mejor y más sostenible para todos.
*EN/W/LN