7 julio, 2023
Según el IDMC (Monitor Internacional de Desplazamientos Climáticos, por sus siglas en inglés), en 2020 y pese a las restricciones de movilidad que impuso la pandemia, hubo en el mundo unos 30 millones de desplazados climáticos. Unos 14 millones correspondieron a inundaciones; 1,2 millones debido a incendios; 102.000 por deslizamientos de tierras; 46.000 por temperaturas extremas; y 32.000 por sequías.
Los datos fueron aportados por una completa investigación colaborativa para la organización Periodistas Ambientales, por un equipo periodístico transfronterizo que explica por qué se espera que las migraciones por razones climáticas sean cada vez más frecuentes en América del Sur, a medida que avanzan los efectos del cambio climático. Una realidad de la que poco se habla, pero ya está sucediendo en la región.
Los eventos climáticos extremos generarán mayor número de desplazados en América Latina.
Créditos: Secretaría de Presidencia (Uruguay).
Dejar todo, o perder todo, para sobrevivir. Esa es la disyuntiva de quienes deben desplazarse por algún fenómeno extremo, como una inundación o un incendio. Especialistas advierten que estas situaciones ocurren cada vez con mayor frecuencia en Sudamérica debido a la actual crisis climática, y se incrementarán en las próximas décadas.
De acuerdo al sexto informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) que se presentó a comienzos de agosto, “la temperatura media global aumentará por encima de 1,5 °C respecto de los niveles pre-industriales antes de fin de siglo”.
El reporte del panel de la ONU da por tierra el cumplimiento del Acuerdo climático de París firmado en 2015 por 195 países que establecía como límite un aumento de la temperatura media global menor a los 2°C y preferentemente menos de 1,5°C antes de fin de siglo.
Según el informe del IPCC, en el que 234 científicos de 195 países revisaron más de 14 mil publicaciones, el ritmo de calentamiento se está acelerando: “las temperaturas de la superficie del planeta han aumentado más rápido desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante los últimos 2000 años. Y existe evidencia científica concluyente respecto de la responsabilidad humana en esta aceleración del calentamiento global”, comentó la climatóloga e investigadora del CONICET Carolina Vera, actual Jefa de Gabinete del Ministerio de Ciencia y co-autora del informe, durante su presentación en Argentina.
En particular para la región de Sudamérica, el IPCC pronostica un aumento en la intensidad y frecuencia de fenómenos extremos como lluvias, vientos, tormentas y olas de calor más intensas y frecuentes sobre todo en el noreste del continente; una suba del nivel del mar que afectará a todo el litoral costero; pérdida de masa glacial en la zona cordillerana, y estaciones secas más prolongadas en zonas desérticas con concentración de las lluvias en períodos más breves.
Según el IDMC (Monitor Internacional de Desplazamientos Climáticos, por sus siglas en inglés), en 2020 y pese a las restricciones de movilidad que impuso la pandemia, hubo en el mundo unos 30 millones de desplazados climáticos. Unos 14 millones correspondieron a inundaciones; 1,2 millones debido a incendios; 102.000 por deslizamientos de tierras; 46.000 por temperaturas extremas; y 32.000 por sequías.
En América Latina, los países de Centroamérica y el Caribe son los que más migrantes climáticos han reportado. Sin embargo, de acuerdo a un informe del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), publicado en la revista Nature Climate Change, “los países de renta media con un gran sector agrícola -como Argentina, Uruguay, Brasil o México- se verán más afectados por las migraciones causadas por la crisis climática en el futuro cercano”.
La zona andina experimenta una de las tasas más altas de ocurrencia de desastres. Y en países como Colombia, el fenómeno de los migrantes ambientales se entremezcla con los desplazados por la violencia.
Tiende a pensarse que son las poblaciones más empobrecidas las que migran en mayor medida debido a fenómenos climáticos. Sin embargo, el trabajo del IIASA, destaca que “en los países de renta media hay mayor presencia de infraestructura expuesta a los riesgos ambientales, así como a un nivel de ingresos suficiente como para financiar el movimiento poblacional”.
“El cambio climático es un factor de migración, en principio interna y luego internacional”, afirma Pablo Escribano, especialista en Migración, Ambiente y Cambio Climático de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Además explica que hay tres grandes categorías de movilidad humana: la migración, que está asociada con procesos “voluntarios” y multicausales; el desplazamiento, vinculado con desastres y situaciones de emergencia humanitaria; y la reubicación planificada, que ocurre cuando hay una decisión de mudar a una población de forma permanente para evitar la exposición a efectos del cambio climático.
“Cierto nivel de migración o desplazamiento es inevitable. Por eso los países tienen que prepararse para atender más focos migratorios internos y gestionar mejor ese movimiento”, dice Escribano. Y plantea que el mayor impacto ocurrirá en las poblaciones con mayor vulnerabilidad, en especial las rurales, indígenas y autóctonas. Asimismo, apunta que la movilidad puede ser considerada una vía de adaptación, por ejemplo cuando las personas se mudan temporalmente después de una inundación.
“No es un tema del futuro: ya está ocurriendo”, afirma por su parte, Erika Pires Ramos, abogada y fundadora de la Red Sudamericana para las Migraciones Ambientales (RESAMA). “Hoy no existe un tratado o convención internacional vinculante que diga que estas personas que están en esa condición se puedan considerar como migrantes o refugiados climáticos”, advierte. “Hay enormes desafíos para uniformar esas categorías, y es preciso generar datos específicos por país sobre esta cuestión en Sudamérica”.
“En nuestros países tenemos contextos con muchas desigualdades. Las condiciones en las que viven convierten a las personas en vulnerables al cambio climático”, describe Pires. Y menciona algunos casos de reubicación planificada, como la que llevó adelante la comunidad de Enseada da Baleia en la Isla de Cardoso, en la costa sudeste de Brasil, debido a la erosión ocasionada por el mar. También en Uruguay se está llevando a cabo un Programa Nacional de Relocalizaciones (PNR), con la participación de las comunidades locales.
No obstante, la mayoría de los gobiernos no cuentan con planes preventivos de adaptación y relocalización de poblaciones afectadas. Y suelen ofrecer una asistencia habitacional tardía y temporaria una vez que ocurre la inundación o incendio.
Un acuerdo de adaptación transfronterizo
En octubre de 2020, en plena pandemia, Argentina y Uruguay firmaron un acuerdo para acciones conjuntas de adaptación al cambio climático en ambos márgenes del río Uruguay, frontera entre ambos países. El convenio cuenta con el aporte de 14 millones de dólares del Fondo de Adaptación, un mecanismo que financia programas y proyectos destinados a soluciones de resiliencia climática en países en desarrollo.
El proyecto “Adaptación al cambio climático en ciudades y ecosistemas costeros vulnerables del río Uruguay” será administrado por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y permitirá aplicar medidas de adaptación en una amplia zona del litoral entre ambos países, frecuentemente afectada por inundaciones en los departamentos uruguayos de Salto, Artigas, Paysandú y Río Negro –que se encuentran entre los más afectados del país por inundaciones- y la provincia argentina de Entre Ríos.
Las cinco ciudades principales comprendidas por el proyecto de uno y otro lado del río suman casi medio millón de habitantes, en una región que se ve impactada durante recurrentes inundaciones, que involucran la trama urbana consolidada y las planicies de inundación ocupadas generalmente por población en vulnerabilidad socioeconómica.
El proyecto, con plazo de ejecución de cuatro años, impulsa la construcción de infraestructuras urbanas resilientes en terrenos seguros. También incluye medidas de adaptación enfocadas en derechos humanos, género y futuras generaciones; programas de ordenamiento territorial para ciudades y ecosistemas vulnerables; el intercambio binacional de experiencias de mejores prácticas urbanas, ambientales, sociales y culturales y la implementación de sistemas de alerta temprana.
Causas múltiples
Uno de los mayores desafíos de los desplazamientos por motivos climáticos es su multicausalidad. No hay un único motivo para migrar, sino que suele ser la convergencia de problemas económicos, conflictos por violencia y desastres por clima lo que lleva a las personas a migrar en forma temporaria o permanente.
El investigador colombiano Manuel Guzmán Hennessey, director de la Red KLN (Klimaforum Latinoamerica Network) y autor de varios libros sobre cambio climático, explica que en Colombia “existen los desplazados ambientales pero también los desplazados climáticos que son una categoría en mora de ser reconocida por las Naciones Unidas. Los desplazados climáticos obedecen a factores específicos y generalmente distintos de los que obligan al desplazamiento ambiental. Cuando hablamos de una obra de infraestructura, como Hidroituango (un proyecto hidroeléctrico en el departamento de Antioquia, a 170 kilómetros de Medellín), hablamos de desplazados ambientales”.
Guzmán Hennessey considera que un fenómeno poco estudiado es el desplazamiento climático por sequía y olas de calor: “Hay poblaciones en Colombia para las que la agricultura y los productos que cultivaban allí ya no son rentables o posibles, y deben buscar otro territorio. Existen también problemas relacionados con el agua y la salud pública por el calor. Hay que recordar que Colombia está hoy 1,2 o 1,3 grados celsius más caliente que hace 60 años”.
El futuro
De acuerdo al Informe Global del Desplazamiento Interno 2021 (GRID 21, por sus siglas en inglés), “los fenómenos meteorológicos fueron responsables del 98% de todos los desplazamientos por desastres registrados en 2020”. En la mayoría de los casos, se trató de migraciones internas, dentro de las fronteras de cada país. Sin embargo, “a futuro el cambio climático impulsará la migración masiva a través de las fronteras”, advierte el informe.
“Es necesario pensar en la migración como una estrategia de adaptación y como una de las múltiples soluciones en la búsqueda de justicia climática”, dice Erika Pires. “Hay que tener en cuenta que el riesgo climático es un riesgo sistémico. Nos enfrentamos a cuestiones de desarrollo, económicas, raciales, de género… Tienen que estar presentes las políticas públicas y las normas en los planes nacionales de adaptación, para evaluar qué capacidad tienen cada región, cada país, para gestionar los riesgos climáticos”, expresa. Y destaca la importancia de planificar para que la movilidad sea “segura, ordenada y regular” respetando los derechos humanos”, destaca la fundadora de Resama.
Hacer visible un fenómeno hasta ahora silencioso, como es el desplazamiento de poblaciones por factores económicos y políticos, combinados con los climáticos; y trabajar articuladamente entre el Estado, los centros de investigación y las comunidades, es clave.
Argentina: desplazamientos que ya existen y que vendrán por la crisis climática
Inundaciones, sequías y pérdida del frente costero por efecto del cambio climático provocan desplazamientos poblacionales y grandes pérdidas económicas en Argentina. El fenómeno es invisibilizado y faltan programas de mitigación y relocalización.
Por: Laura García Oviedo y Gabriela Ensinck
Por su situación geográfica y estructura productiva, Argentina es uno de los países más afectados por la crisis climática; un fenómeno global pero cuyos impactos son locales.
El informe “Modelos Climáticos” desarrollado por el Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera (CIMA – CONICET), señala que en los últimos cincuenta años el aumento de las temperaturas promedio en el país alcanzó 0,5 °C. Pero en la Patagonia, superó 1°C.
Inundaciones en la zona pampeana, sequías más prolongadas en Cuyo, lluvias intensas y tornados más frecuentes en el Norte y el Litoral, epidemias de dengue y zika en los principales centros urbanos, retroceso de los glaciares patagónicos, acidificación y erosión de zonas costeras son algunas de sus consecuencias visibles.
De acuerdo a un reciente informe del Banco Mundial, para 2050, el PBI podría caer un 5% y los ingresos fiscales un 10% por el cambio climático. Solo por inundaciones (que ocurren precisamente en la zona de la “pampa húmeda”, la región más productiva y poblada del país), Argentina pierde u$s 1.000 millones al año. Con cada inundación, cientos de miles de familias deben desplazarse y un número importante de ellas caen en la pobreza.
Para Roberto Aruj, coordinador del Instituto de Políticas Migratorias y Asilo (IPMA) de la Universidad de Tres de Febrero, “el cambio climático afecta en mayor medida a los más vulnerables. Es un problema invisibilizado sobre el que no se está planificando. Los programas de relocalización son costosos, pero el costo de no hacer nada es mucho mayor”, observa.
Aruj investigó casos de desplazamientos en tres localidades argentinas: Luján, en la provincia de Buenos Aires; Comodoro Rivadavia, en Chubut; y Atamisqui, en Santiago del Estero. “Ante la crisis climática, una de las alternativas es migrar, pero es difícil registrar estas migraciones porque las personas no lo atribuyen al cambio climático. Dicen que no hay trabajo, que la tierra ya no rinde como antes; pero la razón primaria es la crisis ambiental”, afirma Aruj y plantea la necesidad de políticas y planificación para prevenir o aminorar los impactos económicos y sociales de estos fenómenos.
Incendios: prepararse y prevenir
Las dantescas imágenes de los incendios en cercanías de El Bolsón, en la Patagonia argentina, recorrieron noticieros del país y el mundo durante marzo de 2021. Pero una cosa es verlo en los medios y otra muy distinta es vivirlo en carne propia.
“Tuve que empezar terapia porque fue muy fuerte todo lo vivido”, cuenta Diego Maestre, desde El Bolsón (Río Negro) donde vive actualmente después de perder su casa a manos del fuego en Paraje Las Golondrinas, en la provincia de Chubut. “Esto nos va a durar en la cabeza mucho tiempo. Hay gente que perdió cincuenta años de trabajo y quedó en la nada”, sintetiza.
Oriundo de Monte Grande, provincia de Buenos Aires, se había mudado hacía 17 años al sur para alejarse de la inseguridad. El día del incendio, tuvo que decidir entre salvar su yegua o su camioneta. Eligió su yegua y escapando del fuego logró meterse en una chacra y allí se quedó ayudando a combatir el fuego. “Fueron cinco horas de infierno puro”, describe.
Maestre no sabe cuándo volverá a Las Golondrinas. Cuenta que muchos de sus ex vecinos no tienen adónde ir, y algunos decidieron mudarse para no regresar.
Alicia Nucci, productora de miel en Las Golondrinas, tuvo la fortuna de no perder su casa ni sus colmenas en el incendio, aunque su terreno se vio rodeado de fuego. “Esto se va a repetir si no cambia la mentalidad de la gente y las políticas educativas. La sequía, el calor y el viento son factores naturales. Hay que modificar la forma de vivir en el bosque”, sentencia Alicia.
Las proyecciones de los modelos climáticos son preocupantes. “En las próximas décadas se esperan más sequías e incendios en varias regiones del planeta, incluyendo el sur argentino”, destaca Thomas Kitzberger, biólogo y Doctor en Geografía de la Universidad Nacional del Comahue.
Kitzberger, quien es investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA) en Bariloche, destaca que “los sistemas boscosos del norte de la Patagonia experimentarán un aumento de temperatura y disminución de precipitaciones; mientras que en la zona de monte y estepa, habrá un aumento de tormentas y eventos extremos de lluvias torrenciales y rayos”.
“Los incendios son cada vez más extensos, severos y frecuentes. Y están ocurriendo en lugares donde antes no ocurrían, por ejemplo, en los bosques de lengas, ahora en un estado más seco”, dice el investigador. “El problema es que ha habido movimiento de personas hacia sistemas boscosos. “La gente mete sus casas en el bosque, que se va a quemar cada vez con más frecuencia”, señala el geógrafo.
Para el especialista, hay que prepararse ante este aumento de la vulnerabilidad socioecológica debido a los incendios. “Estamos expuestos a riesgos que antes no estaban.
Tenemos que construir dejando espacios. Y a nivel municipal debemos tener planes de prevención y de evacuación con correderos de escape”, señala. Y agrega que muchas ciudades de la Patagonia “son ciudades trampa”. El cambio climático y todos sus impactos están acelerándose. Podemos adaptarnos. Pero se necesitan cambios estructurales”, concluye.
Para seguir leyendo, descarga la investigación completa en PDF.