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1 septiembre, 2025

Del león al felino doméstico: la revolución se atraganta con su propia casta

Lo que empezó como un gobierno disruptivo, decidido a destruir las estructuras tradicionales del poder, hoy se encuentra enredado en los mismos pasillos oscuros que juró dinamitar.

Por Sergio Marcelo Mammarelli*

La caída de la pureza y el silencio como testigo

Las grabaciones del exfuncionario Diego Spagnuolo, involucrando a Karina Milei y Eduardo «Lule» Menem en un presunto esquema de coimas con la droguería Suizo Argentina, representan mucho más que un escándalo: son el quiebre simbólico del discurso anticasta que Javier Milei llevó como bandera.

La gravedad no reside solo en las cifras (retornos de hasta 800.000 dólares mensuales), sino en que el escándalo fue revelado por alguien del propio corazón libertario, un funcionario de confianza del Presidente, abogado personal y parte del engranaje que acompañó a Milei desde la campaña. El silencio gubernamental fue sepulcral: ni desmentidas, ni aclaraciones, ni siquiera el tradicional exabrupto presidencial. Cuando un Gobierno elige callar frente a una bomba de tamaña magnitud, el silencio ya no es prudencia: es admisión de culpa.

Refundadores de lo mismo (o peor)

El Gobierno libertario nació con el mantra de la refundación moral. Hoy, a menos de dos años después, ese relato está sepultado por la realidad: los mismos nombres, las mismas empresas, los mismos métodos.

Lo único que cambiaron son las excusas, que se escuchan de fanáticos, ensobrados o redes adictas. Lo que antes se llamaba «corrupción estructural» hoy se viste de «ineficiencia heredada«. Lo que en otros era delito, en el presente libertario es apenas «un error de coordinación«. Se ha llegado al absurdo de culpar al Peronismo por el pasado peronista de los protagonistas del escándalo, como si el ADN de la corrupción fuera genético y no una decisión política del Gobierno actual.

Con el perdón de tanta hipocresía, el caso Spagnuolo solo demuestra una sola cosa. No hay casta infiltrada: hay casta empoderada por este Gobierno. La prueba está en las cifras. Las contrataciones con la droguería Suizo Argentina pasaron de $ 3.900 millones a $ 108.000 millones en meses. El salto no es casual, ni neutro: es la consecuencia directa de decisiones políticas. Y el dato final que expone toda esta trama: según el propio Spagnuolo, Milei fue advertido. «Están choreando, y tu hermana lo sabe«, le habría dicho. La respuesta fue ira. No acción. No justicia. Ira.

En fin, la verdad es, en este caso, una sola. La muerte simbólica del discurso anticasta. El episodio marca un punto de no retorno para el relato presidencial. El combate contra la casta era el único eje discursivo consistente del Mileísmo. Hoy, ese discurso está muerto. Lo mataron los contratos, los audios, las fotos y los silencios.

Pero hay algo peor aún. La doctrina Vialidad, que llevó a Cristina Kirchner a una condena con un argumento muy sencillo que comparto plenamente. Ella «no podía no saber» y esa doctrina, hoy, encuentra en Milei un espejo incómodo y sumamente peligroso. Si el Presidente fue informado y no actuó, ¿no está en la misma lógica de responsabilidad?

El Congreso que patea al arco vacío

El Senado lo graficó con brutalidad: «nos dejaron el arco vacío y lo estamos llenando de goles», dijo José Mayans. La oposición no solo le votó en contra los decretos, sino que lo hizo con convicción, con alegría, con una seguridad que hasta hace semanas no existía. Con estos gestos del Congreso, se advierte una derrota de una estrategia que hasta ahora había sido exitosa. La estrategia de vetar todo, insultar a todos y ningunear al Congreso hizo eclosión estas semanas. Y, siguiendo a Mayans y su idioma futbolero, lo que sucedió es que Milei perdió la pelota, la tribuna y hasta el vestuario.

Pero, en paralelo, también está sucediendo otra cosa muy interesante. El periodismo crítico dejó de mirar de reojo. Economistas ortodoxos, heterodoxos, empresarios y medios que habían comprado el relato libertario empezaron a marcar el derrumbe económico con una libertad que hasta hace poco costaba caro. Dicho de otro modo, el miedo se esfuma en una sociedad donde nadie quería quedar atrapada en un discurso crítico opositor al “mejor gobierno de la historia argentina”.

Sin embargo, lo ocurrido esta semana en el plano político, económico y judicial, ha encendido las alarmas. La pregunta es inevitable: ¿se trató de una simple “mala semana” o estamos frente a los primeros signos de degradación de un modelo personalista e inflexible que comienza a mostrar sus límites?

Algo huele mal en la Argentina de 2025. Lo que hasta hace unas semanas era el oasis libertario de la «desinflación milagrosa» y la «motosierra virtuosa», hoy parece un experimento fallido en tiempo real. Javier Milei, que supo surfear la ola del hartazgo social, empieza a descubrir que gobernar no es lo mismo que tuitear. La estabilidad que prometió se escurre entre escándalos de corrupción, fugas internas y una economía que se oxida sin consumo. Mientras tanto, el Congreso deja de ser un obstáculo para convertirse en una trampa. Milei, que conquistó el poder como profeta del shock, hoy sobrevive como equilibrista en la cuerda floja de tasas estratosféricas y escasez de respaldo político.

Hay semanas que marcan un quiebre. No porque suceda un hecho extraordinario, sino porque las piezas sueltas comienzan a encastrar en un momento político. Y esta fue una de esas semanas donde pasó de todo: el Senado transformó la metáfora futbolera en goleada política, los periodistas y economistas perdieron el miedo a la represalia presidencial, y la Casa Rosada eligió el silencio justo frente a la acusación más grave de corrupción que golpea al corazón mismo del poder: la hermana del Presidente.

El colapso del relato se va corriendo a la economía

El derrumbe del discurso tiene correlato en los índices de confianza. La Universidad Di Tella registró una caída del 14% en la confianza en el Gobierno. En la Ciudad de Buenos Aires, el desplome fue del 28%. En el conurbano, un 23%. El índice de confianza del consumidor cayó otro 14%. En paralelo, el riesgo país no baja de los 800 puntos y el dólar se recalienta pese a los encajes récord y tasas que asfixian a la producción. Las pymes enfrentan tasas del 100% para descontar cheques. La inversión está paralizada. La actividad se enfría. Y la inflación baja, sí, pero como efecto secundario de una recesión cada vez más evidente. La motosierra no está podando el gasto: está serruchando el ánimo social.

Sin fusibles, sin blindaje y sin relato

Carlos Pagni lo dijo con claridad: este es un gobierno sin fusibles. No hay a quién echar. No hay sobre quién desviar la responsabilidad. Karina Milei no es una ministra: es el núcleo político del Mileísmo. Lule Menem no es un asesor: es el operador principal. El escándalo no es periférico: es central.

Y en medio de esa implosión interna, Milei elige el silencio. Un silencio que ya no puede sostenerse como estrategia. Porque el que calla, otorga. Y el Presidente está otorgando mucho más que tiempo: está entregando el sentido último de su mandato.

Epílogo: Una mala semana o la república del veto tiene fecha de vencimiento?

A menos de dos meses de las elecciones de octubre, el escenario es incierto y peligroso. El Gobierno llegó con promesas de refundación y transparencia. Hoy está atrapado en una mezcla letal de corrupción, recesión y aislamiento político.

Sin embargo, lo ocurrido esta semana en el plano político, económico y judicial, ha encendido todas las alarmas y como dijimos, la pregunta inevitable es: ¿si estamos frente a los primeros signos de un final?

En definitiva, lo ocurrido esta semana instala una percepción peligrosa: que el gobierno libertario ya no avanza, sino que sobrevive. Que detrás del discurso de pureza se esconden los mismos “subsuelos” de corrupción que prometió desterrar; y que la estrategia rígida y personalista, empieza a asfixiarlo. Si es un bache circunstancial o el inicio de un proceso de degradación final, se conocerá en los próximos meses, cuando las urnas, los mercados y la calle pongan a prueba lo que hoy aparece como un modelo que, por primera vez, deja de generar expectativas y comienza a sembrar incertidumbre.

Milei está en el umbral de su segunda mitad de mandato. La historia argentina es cruel con las segundas mitades. Sin institucionalidad ni inversión, sin confianza ni épica, lo que queda es la supervivencia. Gobernar con vetos, silencios y amenazas no es gobernar: es resistir. Y resistir no es transformar. Un presidente que genera más miedo que admiración no tiene futuro. El problema de Milei no es la oposición. La república del veto tiene fecha de vencimiento. Y ese vencimiento podría empezar en septiembre.

 

*Abogado laboralista/Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia. Autor de varios libros y Publicaciones. Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut