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28 diciembre, 2023

Decisionismo y polarización 

Un debate institucional de baja calidad ha dejado en segundo plano la estrategia política del nuevo gobierno que se apoya en tres pilares: la percepción de la crisis como oportunidad, el decisionismo como instrumento y la polarización como táctica.

Por Sergio Crivelli*

Las medidas iniciales del presidente Javier Milei han producido sorpresa tras sorpresa a una oposición desarticulada que primero le enrostró no cumplir con las promesas de campaña, después del DNU 70, cumplirlas en demasía, y por último no respetar las “formas” institucionales. La velocidad con que se movió en sus primeras dos semanas de gestión explica tanto el desconcierto como la pobre argumentación.

Milei se encontró con una economía en estado crítico, encaminada a la hiperinflación, pero no se limitó a la urgencia monetaria y financiera. Puso a Luis Caputo en Economía para la aplicación de un ajuste ortodoxo que evite corridas cambiarias y modere el descontrol inflacionario y, acto seguido, le agregó el plan de Federico Sturzenneger para atacar la raíz del problema: la maraña de legislación que sostiene la trama corporativa y prebendaria que asfixia la actividad económica desde hace décadas.

Adosó al ajuste una reforma que podría fácilmente ser calificada como revolucionaria si no proviniese de un populista de derecha. Aprovechó la crisis monetaria como palanca para reformas estructurales y como un medio de introducir en la agenda pública cuestiones que dejaran en segundo plano las tribulaciones del ministro de Economía. Parece haberlo logrado, porque por ahora Luis Caputo desapareció de los medios.

Otro dato llamativo es la velocidad con que armó su equipo de gobierno. Después de ganar las elecciones prácticamente solo armó un gabinete técnico con macristas y sobrevivientes del lejano menemismo en el que no hubo lugar para los políticos, las viejas caras del poder que lo esperan en el Congreso con justificado resentimiento y planes para que extravíe las reformas en el laberinto parlamentario.

El haber nombrado como ministro del Interior a alguien alejado desde hace tiempo de la actividad partidaria y no a un miembro con lazos con la “casta” puso de manifiesto su intención de no negociar. Busca la confrontación con las burocracias política, sindical, piquetera, etcétera, por motivos varios: eludir los reclamos paralizantes, confrontar a apenas de un mes de haber sido plebiscitado por una abrumadora mayoría que le dio un mandato claro, y dar una señal transparente de que no sólo tiene voluntad de cambio, sino también la decisión de transformarla en hechos.

Así como no tiene dólares en el Banco Central, ni chance de moderar el ajuste, tampoco tiene otro poder que el de su electorado. Juega sin fichas y el único recurso del que dispone es generar expectativas favorables. Todo lo demás depende de que en tres meses esas expectativas se vean ratificadas por la aparición de la proverbial luz al fondo del túnel.

*LP/NA