La precarización laboral es la otra pandemia para los trabajadores y en particular la juventud. En las últimas décadas es un fenómeno que viene creciendo más y más, llegando a ser casi la única posibilidad en los primeros trabajos de las y los jóvenes.
Para cualquier pibe o piba que empieza a trabajar, conseguir un empleo donde tenga todos sus derechos laborales parece imposible. La norma es tener que pagar un “derecho de piso” de pasar meses o hasta años en condiciones precarias con la esperanza de algún día trabajar en blanco, tener ART, un aguinaldo o un sueldo que alcance para pagar un alquiler.
La precarización está en todos lados
En Argentina el propio Gobierno es el garante de la precarización laboral. Las leyes que permiten este tipo de contrataciones vienen de la dictadura y el menemismo y ningún Gobierno las cambió en lo más mínimo.
El propio Estado, sin importar el color político, es uno de los principales precarizadores: con la herramienta del monotributo contratan porcentajes inmensos de sus empleados, que no cobran aguinaldo ni tienen derecho a indemnización por despido. En los call centers o en comercio se ingresa a trabajar por tres meses de “período de prueba”, para luego echarte, o con contratos donde el registro es por muchas menos horas de las realmente trabajadas.
Hoy hay grandes automotrices que están haciendo contratos por tan solo 15 días, donde nunca nadie queda efectivo.
El caso más extremo de precarización son las empresas de reparto por aplicación. Miles de pibes que pasan 10 o 12 horas recorriendo en bicicleta la Ciudad para juntar unos pocos pesos mientras empresas fantasma, que no tienen ni siquiera oficinas, les dicen que son “colaboradores” y no los reconocen como trabajadores, no tienen ART, vacaciones, un sueldo fijo.
A pesar de los cuentos de los grandes empresarios multimillonarios del mundo, el gran mecanismo por el cual las empresas se hacen millonarias hoy es la precarización laboral.
Mientras se presenta un discurso por el cual serían las tecnologías y la innovación lo que genera enormes riquezas para unos pocos, en realidad el capitalismo sigue tan viejo como siempre. La cuenta es simple: si me ahorro todos los derechos de los trabajadores en planta permanente, el margen de ganancias aumenta.