La experiencia poética es capaz de subvertir la realidad, al menos por un instante, a través de mecanismos varios, de entre los cuáles uno de los más destacados es el erotismo.
Por Alejandro Massa Varela*
23 abril, 2023
La experiencia poética es capaz de subvertir la realidad, al menos por un instante, a través de mecanismos varios, de entre los cuáles uno de los más destacados es el erotismo.
Por Alejandro Massa Varela*
Para Aldo, hermano por maternidad poética
[Recomiendo leer este poema y su introducción teniendo como fondo las piezas del periodo Tokugawa: “Lullaby de Edo” y “Azuma Jishi”, interpretadas por el conjunto Nipponia]
La poesía pone en entredicho esa bifurcación del cuerpo y los hechos que cree atestiguar, un erotismo delirante y las regiones inertes del universo impersonal. Pone en duda el libre albedrío y prescripciones que nadie puedo haber decidido, diseñado o imaginado.
La poesía no es un manifiesto sobre incontables conexiones y desconexiones. Reconoce o inventa el alma semisádica y semimasoquista de un público que se come entre sí y a sí mismo, por lo que es comprensible que exista la tentación de cancelar o funar tal o cual poema.
Pero es posible la mesura y el descontrol, que lo poético sirva para aligerar nuestras cargas. Por eso mismo, el poema es no visible y no puede atender a las preguntas de un fiscal fantasma. Quienes asistan a ese juicio, quizá miren un segundo por la ventana del tribunal, para encontrarse con fuegos artificiales. Quizá alguien más dispare una bala de salva erótica.
***
¿QUÉ ES POESÍA?
Pienso cómo sería secuestrar un avión.
No uno cualquiera, tiene que ser enorme.
Pienso en un concorde,
un avión supersónico
que viajaba una distancia oceánica en la mitad de tiempo.
Habría que tirar al piloto por una ventana
y ver cómo el viento mutila su corazón que,
por un instante,
engrandecería asustado,
incapaz de recordar quién es.
Un corazón máximo que aparta las aguas.
Todos los pasajeros preferirían saltar también como flamas rodantes.
Tiraría de las palancas hasta desbaratarme con la necedad del sol.
Creo que eso invocaría a un querubín materializado a mi diestra.
La poesía más importante es la que no necesita de las palabras.
En la cima de los espacios,
todo empezaría a congelarse,
el silencio hablaría.
El querubín es una mujer capaz de decirme lo que he querido oír en los ojos.
Tetona, con dos mamas negras como el cuero de la nada.
Iría con ella ahí, al otro lado,
para follar juntos delante de Dios,
porque el espacio no es en absoluto silencioso.
Hay que calmarlo,
darle un motivo para callar
conforme los ángeles también aprendan a querer en llamas.
Las galaxias más remotas
se alejan de nosotros a una velocidad tan alta
que su luz no llega a alcanzarnos.
Lo que percibimos como la oscuridad del cielo
es esa luz que viaja velocísima hacia nosotros,
pero no puede alcanzarnos,
porque las galaxias de las que proviene
se alejan a una velocidad superior
(exposición de Giorgio Agamben).
Llegaríamos a un deshuesadero de luces cambiantes.
Tras cruzar la noche superior,
este llegaría a ser su mayor secreto:
En Casiopea,
jugándome su boca en la estrella polar,
abriría ese querubín para mí
sin haber existido Dios.
¿Se debe cancelar a la poesía tal y como se hizo con el concorde?
Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.