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19 septiembre, 2021

Cristina en modo ‘Tocata y Fuga’ 

La vicepresidenta no quiere más poder en el gobierno. Las causas de la derrota bonaerense son políticas, no económicas.

Por Ignacio Zuleta*

El envión anti albertista del cristinismo no es un intento de copar posiciones en el gobierno. Por el contrario, es un intento de despegarse de Alberto, aislarlo como responsable único de la derrota electoral en las primarias y estar bien lejos de la onda expansiva de una segunda explosión, que puede ocurrir en las generales del 14 de noviembre.
Alberto calificó esa derrota como una «gripezinha» que puede remontarse para noviembre. El cristinismo aprovechó para redoblar… su velocidad de fuga. La letra de la carta del jueves parece confirmar la idea de Elisa Carrió de que ella intenta un golpe de palacio. Pero no para ocupar posiciones en la cúpula sino para irse lo más lejos posible.

La argumentación de esa carta atribuye la derrota a la economía ajustadora de Alberto-Guzmán. Pero elude que la principal derrota la sufrió el peronismo en el distrito que ella gobierna, y cuyo delegado, Axel Kicillof, encabezó las inquinas contra el electorado que le propinó el revés en las primarias.

El cristinismo de Buenos Aires aportó su hipótesis sobre las razones políticas de la derrota: la guerra al campo, con el cepo a las exportaciones a la carne, la línea dura en el manejo de la salud, con un rigor represivo sobre el público que terminó agobiado por las restricciones, el hostigamiento de los sanitaristas “cubanos” de Daniel Gollán contra Ginés, a quien lograron destituir, el vacunatorio VIP del Posadas, la captura de las rentas de la CABA para trasladárselas a la provincia, etc.

Todo eso alimentó el triunfo de una oposición que encontró en esta pelea un terreno en el cual prosperó. Y son causas políticas, no económicas. Es un prejuicio tramposo creer que la economía maneja la política; es al revés. Como otras polvaredas del cristinismo, ésta es porque se van y no porque vengan a copar un gabinete apestado por la desgracia. Cristina tiene un récord notable de derrotas electorales. Perdió legislativas en 2009, 2013 y 2021 y presidenciales en 2015. En todos esos años ejercía el poder. Las elecciones no son su expertise. Se le va la vida buscando explicaciones de por qué le ha ido mal.

 

 

El refugio federal

 

 

¿Querría algún cristinista sentarse en el gabinete para pagar la factura de una segunda derrota en noviembre? Cristina reveló que Alberto quería en ese cargo a Wado de Pedro y que ella lo mandó a renunciar y le propuso, en un ejercicio de política no euclidiana, al gobernador de Tucumán, Juan Manzur.

Lo contó ella después de que Alberto dedicase 24 horas a recorrer el espinel del peronismo federal, en cuya geografía tiene más prestigio. Le costó acercar algún gobernador al gabinete. Como le costó encontrarlos a Sergio Uñac y a Manzur.

Para que el sanjuanino fuera a Olivos debió intervenir un mediador, porque Uñac no contestaba los teléfonos, aunque estaba en Buenos Aires. Uñac es uno de los seis peronistas ganadores en sus provincias en las primarias del domingo, pero resignó las insinuaciones para asumir como ministro. “No puedo explicar allá porque me vendría a Buenos Aires”, se escuchó por ahí.

Entre los argumentos hubo mención a la experiencia de Jorge Capitanich, que tomó licencia entre 2013 y febrero de 2015 en la gobernación del Chaco para ser jefe de gabinete y pagó un costo político alto.

Manzur estuvo en la grilla antes de que Cristina tuviera el gesto feísta de proponer al primer gobernador del peronismo que la quiso archivar. “Cristina es un ciclo político que está concluido», la sepultó en octubre de 2017, cuando ella perdió las elecciones ante Esteban Bullrich. Estuvo en todas las mesas anticristinistas previas a 2019, que llegaron a reunir a más de una decena de gobernadores junto a Miguel Pichetto y Juan Schiaretti.

 

 

Alberto cree que, si no resiste, es peor para todos

 

 

Proponerlo a Manzur, y designarlo si aceptase, avalaría la hipótesis de Alberto: existe un voto al presidente de quienes entendieron, dentro del peronismo, que era algo distinto de Cristina. Como en los dos años de gestión Alberto aparece como cautivo y títere de Cristina, ese electorado no lo apoyó el domingo pasado. Si él cede ahora ante ella, esos votantes van a volver a ausentarse de las urnas en noviembre y el peronismo va a profundizar la derrota. Resiste, si es así, porque cree que es mejor para la estrategia del oficialismo de retener y aumentar los votos.

Ceder ante Cristina va contra cualquier racionalidad política. La sugerencia de ponerlo a Manzur suena como una ironía del tipo “poné al que quieras, a ver si la tormenta se los lleva a todos”. Comprometer a todos sus adversarios en el desafío de noviembre completaría la bancarrota del oficialismo.

Héctor Daer, visitante frecuente a Olivos, venía proponiendo a Manzur como jefe de los ministros. Manzur viene de una pelea descomunal contra su vicegobernador Osvaldo Jaldo, que aspira a sucederlo en 2023. Se le abre un flanco frágil para seguir teniendo poder allí, adonde quiere que lo suceda el candidato a senador Pablo Yedlin en 2023.

En la lista para noviembre, Manzur va como senador suplente para reemplazar a Yedlin si este gana la gobernación. Todo eso es posible solo si mantiene poder en la provincia, algo que peligra si queda en manos de su enemigo Jaldo ocupando el cargo de gobernador. Los amigos de Daer lo convencieron de que era un error sacarlo de Tucumán.

 

Los gobernadores no querían primarias, y con razón

 

 

La serie de tanteos en el arco federal la cerró el desembarco en Capital, el viernes a la noche, de Capitanich. El chaqueño es el jefe de la liga de mandatarios del Norte Grande, que incluye a algunos opositores, pero que es el cenáculo de los proyectos de las provincias. Es uno de los perdedores de las malditas primarias: fue él quien insistió en que debían suspenderse. Ahora busca votos para dar vuelta el resultado, algo que consiguió en 2017, cuando perdió la PASO, pero ganó la general. El consejo que acercó fue el de armar un gabinete: 1) de políticos importantes; 2) chico, porque no se pueden tener 18 ministros y 3) de fuerte acento federal.

La debacle del domingo compromete al peronismo del AMBA, que siempre ha estado enfrentado con el peronismo federal. Cristina quiere quedar lejos de Alberto, y Alberto, con este acercamiento a la liga de gobernadores, se quiere despegar de Cristina-Massa.

Capitanich es uno de los dirigentes del interior con mejor relación con Cristina, aunque es crítico de algunas de sus actitudes. Le ha reprochado, después de 2015, que ella buscase más una jefatura férrea de un sector del peronismo y no el ejercicio de un liderazgo que arbitre los conflictos del conjunto. Esa carencia le ha impedido liderar a todo el peronismo.

Capitanich fue marginado por el peronismo del AMBA en el debate de la nueva conducción del PJ. Aspiró al cargo del cual se apoderó Alberto, y buscó en vano una reestructuración federal de la conducción partidaria que contuviese, dentro del PJ, al Frente de Todos.

Hombre de pluma y teclado, acercó en estas horas a quienes entrevistó en Buenos Aires un primer borrador de un escrito titulado “Populismo”. Consiste en una resignificación de ese concepto que sintetiza de esta manera: “Estas decisiones estratégicas necesitan populismo, es decir, un modelo de construcción de poder político que permita administrar el Estado para satisfacer los derechos de las mayorías respetando la propiedad e iniciativa privada en el marco del funcionamiento de una economía de mercado con capacidad efectiva de regulación para garantizar igualdad de oportunidades y corregir asimetrías de información y sociales”. Eso hasta ahora se llamaba peronismo.

 

 

Los tres ejes en crisis: liderazgo, programa y control

 

 

El oficialismo había recuperado en 2019 el control de los tres elementos básicos de la acción política: el liderazgo, el programa y el poder territorial.

1) La necesidad de la unidad como herramienta estratégica confió el liderazgo al trío Alberto-Massa y Cristina, que se entregaron a mimos y meneos amorosos impensados e insinceros, pero necesarios.

2) El programa lo redactó una comisión que coordinó Ginés González García con los equipos técnicos y profesionales del PJ.

3) El control territorial los aseguraron los gobernadores que había ajustado y consolidado su poder en las provincias merced a los acuerdos cerrados con la gestión de Macri-Frigerio. Eso fue lo que les dio fuerza para condicionar su apoyo a la fórmula nacional en 2019 a que Cristina no fuera candidata a presidente.

La crisis pos-electoral revela que esos tres ejes se han fracturado en menos de dos años de gobierno:

1) Ha estallado la pelea de liderazgos, que se ha manifestado con grosería poco habitual;

2) El choque de programas ha dejado al oficialismo sin agenda hacia adelante y

3) El peronismo ha perdido el poder territorial: perdió peor que en 2017, cuando fue derrotado en 13 provincias – esta vez fueron 17.

Esa triple bancarrota motivó que los votantes del peronismo se retirasen de las urnas. La oposición aumentó el porcentaje de votos de 2019 – 41% -y ha desplegado en varios frentes una camada de dirigentes que abren la disputa para 2023 en varias provincias – Cornejo en Mendoza, Juez en Córdoba, Frigerio en Entre Ríos, Santilli en Buenos Aires, Vidal en CABA – que se suman a los presidenciables Larreta, Morales, Manes y Lousteau.

La oposición busca ajustar un liderazgo compartido, a costa de postergar proyectos personales, por eso instala candidatos en todos los territorios y unifica los esfuerzos en un solo programa: diferenciarse del oficialismo.

 

 

La Doctrina Carrió: solo se negocia en el Congreso

 

 

Eso explica la intención de estar lejos de esta crisis. Carrió se diferenció, pero después de haber negociado con la mesa que integran Negri, Ritondo y Juan Manuel López en el Congreso que ella insistiría en la denuncia de un golpe de Estado. Habló con ellos el miércoles y explicó que habla de «golpe de Estado » en el sentido técnico de golpe palaciego, dentro del Estado, para describir la asonada cristinista.

Carrió comparte con Macri la misma inquietud: a más crisis, más peligro de que el sector de Cambiemos más amigo de Sergio Massa, se siente a negociar algún acuerdo con el oficialismo. Es el «abrazo del oso» que intentó Cristina en 2009 y que atrajo a la casa de gobierno a dirigentes del radicalismo de entonces.

Para disipar esos demonios acuerdistas, que Macri y Carrió les atribuyen a amigos personales de Massa, la mesa de Cambiemos presentará este martes un documento que previene de esas intenciones del oficialismo en varios puntos: 1) no ha habido pedido de diálogo desde el gobierno; 2) cualquier entendimiento se dará únicamente en el Congreso y 3) los gobernadores tratarán con el Poder Ejecutivo cuestiones de gestión, que hacen al gobierno de sus respectivos distritos.

El borrador del documento lo preparó Carrió, está en el pasamanos de los jefes de bloques opositores. Larreta dice de esa doctrina de Carrió – que llamaremos «Pedagogía de la democracia constitucional»–: el gobierno en la presidencia (indivisible) y la oposición en el Congreso. Macri la avaló en charla con Negri y será presentada en varios escenarios.

Uno es la cumbre de la UCR con candidatos a legisladores de todo el país del martes. Estos ensayos son una previa de dos batallas que se vienen: una es la conducción de la cámara de Diputados si la oposición llega a ser primera minoría desde diciembre. La otra batalla, si no llega a ocurrir, es por la conducción del interbloque de Cambiemos. Negri ya cuenta con el apoyo de Macri, Larreta y Carrió y de la mayoría de los diputados de la bancada. Otra trama abierta y que depende del resultado de noviembre.

 

*NAr