7 diciembre, 2020
Por Cecilia Barría
Uno de los pioneros en establecer el sábado y el domingo como días libres para los trabajadores fue el fabricante de autos estadounidense Henry Ford en 1926, con la idea de que el descanso durante el fin de semana los haría más productivos, reduciendo el ausentismo y mejorando la eficiencia.
Por esa misma época, el economista John Keynes indicó que eventualmente la sociedad evolucionaría hacia una semana laboral de solo 15 horas, considerando la velocidad de los avances tecnológicos.
Casi un siglo después, esa predicción aún está lejos de cumplirse, aunque varias empresas han realizado experimentos para reducirla a 32 horas y hasta existe una organización en Nueva Zelanda llamada «4 day week» que promueve la semana laboral de cuatro días.
«Todos los negocios con los que hablamos reportan un aumento de la productividad», le dice a BBC Mundo Charlotte Lockhart, directora ejecutiva de la organización.
Lockhart y Andrew Barnes implementaron la semana laboral de cuatro días en 2018 en la firma Perpetual Guardian, dedicada a la asesoría para la planificación del patrimonio familiar e inversiones financieras.
«Nuestra experiencia ha sido muy exitosa», comenta Lockhart, argumentando que disminuyó el ausentismo laboral y aumentó el bienestar de los trabajadores.
La idea detrás del horario reducido es, como lo plantea Andrew Barnes en su libro «The four day week», una apuesta por el trabajo flexible que permita aumentar la productividad, la rentabilidad, el bienestar, y un futuro más sustentable.
Teniendo en cuenta esos factores, el gigante consorcio Unilever comenzará en diciembre un experimento que se extenderá por un año con los 81 empleados de la firma en Nueva Zelanda: reducirá la semana laboral a cuatro días, sin rebajar el salario de los empleados.
«La viejas formas de trabajar están obsoletas», dice Nick Bangs, director gerente de Unilever Nueva Zelanda.
Bangs cuenta que les motivó el ejemplo de empresas como Perpetual Guardian y Microsoft en Japón, y por las ideas de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, sobre la necesidad de buscar maneras más flexibles de trabajo en medio de la pandemia de covid-19.
Unilever comenzará en diciembre un experimento laboral de cuatro días a la semana en Nueva Zelanda.
La multinacional medirá el desempeño de los trabajadores en relación a sus resultados y, según las conclusiones que arroje el experimento, la compañía decidirá si aplica el nuevo sistema de trabajo en otros países.
Entre las firmas que han reducido la semana laboral están la británica Nicholson Search, la danesa IIh Nordic y la estadounidense Monograph, que comenzaron con el nuevo modelo de trabajo hace más de cuatro años.
Otros ejemplos son MRL Consulting, Morrisons, ICE recruitment, Buffer y el gobierno local de la ciudad española de Valencia, que incluso anunció en octubre subsidios para las empresas que adopten este régimen laboral.
Según el secretario autonómico de Empleo, Enric Nomdedéu, el objetivo es mejorar el equilibrio entre la vida laboral y la vida privada, reducir la huella de carbono y aumentar la productividad.
Jan-Emmanuel De Neve, director del Centro de Investigación del Bienestar de la Escuela de Negocios de la Universidad de Oxford, señala que todos los estudios que han evaluado el impacto de una semana de cuatro días, han mostrado resultados positivos en términos de productividad, entendida como la cantidad de trabajo que se hace en un tiempo definido.
«No he visto ningún estudio que apunte a un resultado contrario», afirma De Neve. Por ejemplo, agrega, la empresa Pursuit Marketing en Escocia experimentó un aumento del 22% en su productividad al implementar este sistema.
Pero De Neve plantea que es importante considerar los efectos en el bienestar de los empleados y el equilibrio entre la vida laboral y personal.
Es importante considerar los efectos en el bienestar de los empleados y el equilibrio entre la vida laboral y personal.
«El ángulo del bienestar es la clave para comprender por qué hay un repunte de la productividad», apunta, explicando que existe evidencia causal sobre el impacto del bienestar de los empleados en la productividad.
«En nuestro estudio con British Telecom, encontramos que en las semanas en las que los trabajadores están más felices, hay un aumento del 13% en las ventas».
Hasta ahora, los experimentos que reducen la semana laboral han sido impulsados por empresas que voluntariamente han escogido probar ese camino.
Sin embargo, en países como Reino Unido, se ha generado un duro debate político luego que organizaciones sindicales y miembros del Partido Laborista propusieran una adopción generalizada de la semana laboral reducida.
En medio de la discusión, un informe elaborado por el historiador económico Robert Skidelsky y publicado en septiembre del año pasado arrojó que la imposición de una semana laboral de cuatro días «no es realista ni deseable».
Skidelsky planteó que ese tipo de políticas no tendrían éxito, citando el ejemplo de la introducción en Francia de un límite semanal de 35 horas de trabajo en 1998.
«La evidencia es que, después de un breve efecto de impacto, la legislación de Francia se volvió ampliamente ineficaz por una acumulación de excepciones y vacíos legales».
Jonathan Boys, economista especializado en mercado laboral del Instituto Colegiado de Personal y Desarrollo (CIPD, por sus siglas en inglés), argumenta que no es la mejor alternativa.
«Se ha sugerido que puede aumentar la productividad y proporcionar un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal, pero la evidencia de esto es escasa y autoseleccionada», dice el economista Jonathan Boys.
El economista explica que durante la última década, el crecimiento de la productividad ha sido plano y que la caída de la inversión empresarial durante la pandemia, sugiere que esta tendencia continuará.
Desde esa perspectiva, el actual contexto económico muestra que «las fuerzas económicas no están trabajando a favor de la semana laboral de cuatro días», apunta el experto.
Con todo, Boys plantea que pueden haber cambios en los sistemas de trabajo a raíz de la pandemia, dado que la evidencia preliminar sugiere que el teletrabajo podría impulsar la productividad.
Además, muchas personas planean continuar trabajando desde la casa después de la pandemia, algo que está transformando el sistema de trabajo tradicional.
«Si no podemos reducir nuestras horas de trabajo, al menos deberíamos poder reducir los viajes diarios», apunta Boys.
Otro tema que forma parte de la discusión global es que no todos los tipos de empresas pueden reducir la semana a cuatro días, dada la naturaleza de su negocio.
¿Qué pasa con las firmas que funcionan sobre la base de turnos, como podría ser un hospital, un restaurante o una firma minera?
Y otro punto que pone en duda la efectividad de la propuesta es cómo se van a adaptar los empleados que ya tienen una gran sobrecarga de trabajo frente a la idea de que deben hacer lo mismo, pero en menos días.
La reducción de la semana laboral puede transformarse en una trampa para las personas con sobrecarga de trabajo.
En esos casos donde una persona hace el trabajo de dos y habitualmente sale tarde de la oficina, es probable que una semana de cuatro días laborales termine siendo una trampa que lo obligue a trabajar desde la casa para no bajar su productividad.
Incluso investigadores que están a favor de una semana laboral reducida, como el profesor de Manejo de Recursos Humanos de la Universidad Tecnológica de Auckland, Jarrod Harr, han advertido que es muy difícil que un trabajador sobrecargado pueda adaptarse a la semana de cuatro días.
Sin embargo, Harr cree que a pesar de las potenciales desventajas, vale la pena hacer los experimentos.
Y entre los experimentos que se han realizado en distintos países, hay distintos resultados.
¿Qué pasó en Suecia con el experimento de reducir a 6 horas la jornada laboral? Por ejemplo, en la ciudad de Gotemburgo, Suecia, se hizo un experimento rebajando a seis horas diarias el trabajo realizado por los empleados de hogares de ancianos administrados por el Estado.
Aunque efectivamente la productividad y el ausentismo laboral mejoraron, los costos se dispararon porque tuvieron que contratar más empleados para cubrir los turnos. El resultado es que la experiencia fue económicamente inviable.
También está el caso de algunas startups que probaron el sistema, pero terminaron volviendo a la tradicional semana laboral.
Eso le ocurrió a Treehouse, una firma estadounidense que ayuda a contratar y entrenar talento en el área tecnológica. Su fundador, Ryan Carson, implementó el sistema por casi una década.
Pero en 2016 tuvo que decirles a sus trabajadores que debían regresar a los 5 días laborales porque la competencia se había vuelto muy dura.
Otros han tenido una buena experiencia, como es el caso de la cadena de comida rápida estadounidense Shake Shack, que redujo las horas semanales a 32 y mantuvo el salario de sus empleados.
La cadena Shake Shack de comida rápida comenzó con una prueba piloto que luego extendió a un tercio de los locales en Estados Unidos.
La empresa expandió el experimento a comienzos de este año a un tercio de sus 164 locales, antes de que la covid-19 se transformara en pandemia.
Pero esta experiencia ha sido más una excepción que la regla en Estados Unidos, un país donde la reducción de la carga laboral no ha ganado terreno porque va contra las nociones de la ética del trabajo y el capitalismo que existen en el país, según Peter Cappelli, profesor de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania.
Y como las compañías suelen estar enfocadas en responder a los accionistas, explica, tienden a priorizar las ganancias por sobre los beneficios laborales.
De regreso a Nueva Zelanda, la organización «4 day week» asegura que ha crecido el interés de las firmas de mayor tamaño en hacer experimentos para reducir la semana laboral.
La pandemia de covid-19 ha impuesto nuevos modelos de trabajo con mayor flexibilidad.
No solo Unilever es una de las multinacionales interesadas en probar nuevos sistemas de trabajo flexible, sino que hay otras corporaciones multinacionales que han mostrado interés en hacer pruebas.
Lo que no está claro es si estos experimentos serán experiencias aisladas o si terminarán convirtiéndose en los primeros pasos de una tendencia creciente.
En lo que sí están de acuerdo los investigadores laborales es que la pandemia ha obligado a las empresas a adaptarse de un segundo a otro a nuevas condiciones de trabajo que incluyen esquemas más flexibles, con opciones de teletrabajo.
Y esa apertura a sistemas más flexibles junto a los cambios tecnológicos, podrían darles un giro a los sistemas laborales tal y como los hemos conocido hasta ahora.
*BBC