24 octubre, 2024
El diluvio que cayó -que cae- aquí en San Pablo sirvió para darle un poco más de épica, para terminar de pintar el cuadro de un partidazo en el Itaquerão, la casa del Corinthians, donde Racing estuvo a la altura de una noche de Copa que ningún hincha olvidará. Un juego cambiante, de ida y vuelta bajo el agua paulista, entre dos equipos que son candidatos a ganar la Sudamericana en Asunción el próximo sábado 23 de noviembre.
Por momentos de potrero, de pierna fuerte, pero también de buen pie, el Corinthians-Racing de este jueves fue uno de los partidos del año, que probablemente será recordado por los cuatro golazos que sellaron un resultado que, desde ya, le gustó mucho más a la Academia. Y no sólo con el empate pueden irse orgullosos e ilusionados los 3.000 hinchas que coparon el sector visitante del Neo
Racing mostró personalidad para jugar en una parada bravísima contra un gigante brasileño. Un gigante, dirigido por el gran Ramón Díaz, que le plantó en cancha estrellas de la talla del neerlandés Memphis Depay, que ayer nomás rompía redes en el Barcelona y el Atlético de Madrid y cuya presencia sorprende bastante más encarando a Di Césare y García Basso que al Cuti Romero, Otamendi y Lisandro Martínez en la batalla de Lusail en los cuartos de final del Mundial 2022. Y Racing no se achicó. Al contrario: sacó pecho, supo manejar los tiempos del partido, supo sufrir y supo, también, cuándo aprovechar sus momentos.
Lo hizo primero Salas con una cachetada que hizo valer la pena los rendimientos con altibajos que traía: de primera, sin dejarla picar, aprovechó un mal rechazo de Cacá, que se mandó un macanón, para poner un 1-0 que no pudo ver la mayoría de los hinchas de la Acadé que fueron demorados por la policía local en su punto de encuentro en el Pacaembú y terminaron de copar su sector con el juego avanzado.
Los dos golazos que le siguieron, de Yuri Alberto (el primero, una obra de arte de Depay), hicieron tambalear al equipo de Costas, que se resbaló a tono pero se levantó como hizo Racing. Un Racing que salió con otro aire a jugar el segundo tiempo, que copó la mitad de la cancha con Almendra y un Nardoni descomunal, que buscó más a Juanfer, que fue mereciendo el empate hasta que Martirena hizo el gol con el que habrá soñado toda su vida de gurí en Montevideo: caño, patriada, slalom, pared con Almendra y un chutazo hermoso para el 2-2.
Lógico: a partir de allí, Ramón quemó las naves y el Timao lo buscó por todos lados. Y pudo haber encontrado el gol si ajustaba la definición o si enfrente no estaba un Arias que en el primer tiempo ya le había sacado un cabezazo increíble a Ramalho. Así, los miles de hinchas de Racing son felices cantando bajo la lluvia. Y se vuelven a casa soñando: en una semana, estarán a 90 minutos de una final internacional después de 36 años. Cómo no ilusionarse, Academia…
*Olé/ by Ariel Cristófalo