Muchas veces, cuando intentamos definir a una persona creativa, destacamos su capacidad para crear algo. Sin embargo, esta descripción puede resultar ambigua y erróneamente considerarnos no creativos. De hecho, ni siquiera los autores se ponen de acuerdo en establecer las capacidades que se requieren o sus límites.
En líneas generales, las personas creativas suelen destacar en capacidades como exploración, experimentación, inconformismo, preferencia a huir de rutinas y cierta tolerancia a la frustración. Con estas cualidades, la mayoría podemos identificarnos como creativos. Sin embargo, esta habilidad, propia de las funciones superiores del cerebro, debe ser activada mediante dinámicas que potencien su desarrollo.
La música nos ofrece muchas maneras de experimentar con los sonidos y realizar creaciones originales y divertidas. Además, no necesitaremos establecer ningún tipo de instrucción específica.
Uno de los aspectos que se requieren para llevar a cabo este tipo de prácticas es la flexibilidad y este escenario se desarrolla de manera idónea durante el verano. El periodo estival lleva un cambio de rutina con mayor tiempo libre que nos da vía libre a la exploración.
Existen múltiples propuestas para utilizar los objetos cotidianos para crear ritmos, acompañar la dramatización de textos, narraciones o situaciones de la vida, o incluso para imitar cualquier tipo de sonido.
Todos los materiales que tenemos a nuestro alcance producen un determinados sonidos dependiendo de la manera en que los manipulemos. Así, podemos utilizar una hoja de papel, utensilios de cocina, botellas, cubos, etc. para crear efectos de sonido, ritmos o incluso melodías.
En la propuesta que mostramos a continuación utilizamos cuatro tapas de botellas de plástico para crear ritmos. De esta manera, aprovechamos las distintas formas de manipularlas para llevar a cabo una improvisación rítmica sin preparación previa.
Igualmente podemos utilizar este mismo material junto a otros y convertirlo en un objeto compuesto, explorando otras formas de ejecución. En este caso hemos elaborado un sonajero y lo usamos para acompañar el ritmo de una canción.
También podemos utilizar materiales cotidianos para crear sonidos ambiente.
En el siguiente vídeo hemos empleado algunos puñados de lentejas que colocamos en un recipiente. Cuando movemos lentamente y de forma continuada el envase, simulamos el sonido de las olas del mar en la orilla. Además, lo hemos complementado con sonidos de manipulación de las tapas de botellas de plástico para imitar el sonido de las rocas.
Como vemos, a partir de la experimentación y la exploración de los sonidos que pueden emitir objetos que están a nuestro alcance, podemos obtener infinidad de sonidos de manera creativa.
La sonorización de textos o narraciones
El uso de elementos sonoros para acompañar la dramatización de textos, narraciones o situaciones de la vida aporta una gran expresión a esta dinámica. Así, los sonidos pueden ser utilizados para reforzar acciones y emociones, recrear sonidos propios de la naturaleza o simbolizar personajes, entre otros.
Podemos aprovechar instrumentos musicales que tengamos en casa y utilizarlos para apoyar la narración. Mediante las posibilidades melódicas que nos ofrecen determinados instrumentos o la voz cantada podemos crear una breve melodía que represente, por ejemplo, el carácter de un personaje.
Igualmente, podemos obtener efectos sonoros para acompañar los cuentos mediante el empleo de cualquier objeto susceptible de producir un sonido determinado. La utilización de estos materiales sonoros es especialmente interesante porque agudiza la capacidad para la producción de sonidos. Suele ser habitual el uso de dos cáscaras de coco para emular el trote de un caballo, o estrujar papel celofán para recrear el sonido del fuego.
También podemos usar música instrumental de fondo en determinadas escenas del cuento para dar mayor expresividad a la narración.
Una exploración que necesita tiempo
En todas estas acciones que utilizan la música como motor de la actividad creativa se requiere tiempo para explorar, probar y descubrir. Esta experimentación necesita de momentos para la creación libre.
El carácter lúdico de estas dinámicas las convierte en auténticos pilares para el desarrollo de habilidades creativas de las niñas y los niños.
Estas actividades, además de ser fuente de diversión y entretenimiento, tienen un gran impacto en el desarrollo del cerebro y en el desarrollo general.
Para ello, las familias y cuidadores solo necesitan facilitar el escenario adecuado para poder llevar a cabo estas prácticas. En el caso de que el niño o la niña lo solicite, le podremos acompañar en este proceso creativo. De esta forma podemos poner a prueba nuestra propia creatividad.
*The Conversation
*Profesor del Área de Música de la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Este artículo, así como los vídeos, han sido elaborados junto a Cristina Martín Sanz, creadora del proyecto musical para la primera infancia Badabadum, con el que colabora el autor.