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4 diciembre, 2024

Clásicos que enseñan- Por qué todos debemos leer la ‘Divina comedia’

Una de las preguntas que se hacen los educadores es a qué edad se debe comenzar a leer los clásicos. Se considera que los años de enseñanza secundaria son determinantes en la formación de la persona, y por ello los programas de estudio incluyen un extenso repertorio de libros, que cubre diversas geografías, temas y épocas, para proporcionar una visión amplia, diversa y cultivada del pensamiento de la humanidad.

Por Santiago Iñiguez de Onzoño, IE University*

A esas edades, los alumnos no siempre alcanzan a entender la hondura o el significado de algunas obras, aunque su lectura contribuya a estimular su imaginación, ensanchar su horizonte intelectual y desarrollar las habilidades claves para la comunicación interpersonal.

La mayoría valora mejor las obras clásicas con el tiempo. La experiencia, las vivencias personales y las conexiones intelectuales nos permiten rumiar las palabras y las ideas de los autores.

Ilustración del Canto V de la ‘Divina comedia’ por William Blake.
Birmingham Museum and Art Gallery/Wikimedia Commons, CC BY

La relectura de los clásicos genera una especie de transformación, de reconocimiento del sentido y significado de las cosas, de las personas, e incluso de nuestra vida. Es una vuelta sobre conceptos que estaban plantados en nuestro entendimiento pero que necesitaban de una mayor exposición a la luz y a la práctica, que necesitaban de tiempo.

La primera lectura

Leí por primera vez la Divina comedia cuando tenía quince años. Siendo francos, no la leí entera porque –comparado con las dos primeras partes, el Infierno y el Purgatorioel Paraíso me pareció melifluo y desdibujado. La decisión de leer la obra de Dante Alighieri siguió al comentario de un compañero de colegio con familia de origen italiano, erudito y elocuente, quien me dijo que había comenzado a leerla porque, para alguien de nuestra edad, era lo recomendable para entender el mundo.

Leer la Divina comedia entonces fue un ejercicio esforzado. Muchas referencias, personajes, consideraciones y valoraciones escapaban al saber y la comprensión de un adolescente. No obstante, la predilección que tenía por Italia, su historia, arte y literatura, era un buen acicate para perseverar en la lectura.

Entonces, asociaba las descripciones de el Purgatorio y el Infierno con los cuadros de El Bosco, Brueghel el Viejo y Patinir. Posteriormente pude hacerme con libros que reproducían las coloristas ilustraciones de William Blake y los serenos grabados de Gustavo Doré, que invitan a transitar, con todas las precauciones, por los distintos círculos de la comedia de Dante.

Con el tiempo he revisitado la obra y he encontrado nuevos matices y significados.

Divina comedia, laboratorio humano

Al cabo de los años se tiende a dar consistencia y lucidez a lo aprendido y vivido. Es por ello que seleccioné el Purgatorio de la Divina comedia como laboratorio para analizar las virtudes y los vicios humanos relacionados con las habilidades más convenientes para la gestión y el liderazgo. Concebida la idea –lo que suponía la hipótesis de trabajo–, procedí a probar si la Comedia podría servir como manual de referencia para directivos y emprendedores, y comprobé que resultaba mucho más efectiva de lo que había imaginado.

Los siete niveles del Purgatorio recogen algunos, no todos, los vicios –o pecados, en la acepción religiosa– más comunes en las relaciones interpersonales, también en el entorno profesional.

En el purgatorio de Dante hay esperanza (algo que no existe en su infierno) porque sus habitantes saben que están en proceso de mejora continua. Algo parecido sucede en el entorno profesional: el esfuerzo continuado es necesario para el éxito y el reconocimiento, y es recomendable mantener una actitud deportiva.

Conocer a Dante

Dante Alighieri está considerado como uno de los grandes escritores clásicos. Vivió en los albores del Renacimiento, que él mismo contribuyó a generar. Trabajó en distintos empleos. Entonces se pertenecía a algún gremio de actividad, y él se asoció al de los boticarios, porque había cursado estudios de botica, lo que le expuso a los saberes de la ciencia.

También fue político, siendo miembro del Consejo de los Ciento –el órgano de gobierno de su ciudad–; soldado de caballería –un oficio costoso, porque cada uno tenía que pagarse su propia cabalgadura–; embajador de Florencia en la cercana San Gimignano y enviado a Roma en misión especial (donde fue retenido por el Papa Bonifacio VIII). Y, por supuesto, fue escritor.

Siguiendo la costumbre de entonces, sus padres organizaron su casamiento con Gemma Donati, la hija de una potentada familia de Florencia, con la que tuvo dos hijos y una hija. Su amor platónico –desde que la vio por primera vez, a los nueve años– fue la aristócrata florentina Beatriz Portinari, que es la Beatriz que le acompaña en el Paraíso de su Divina comedia, y que está también presente en su primera obra, Vida nueva.

Conocer la naturaleza humana

Hay varias razones por las que todo el mundo debería leer la Divina comedia:

En primer lugar, porque leerla le proporcionará una buena comprensión de la naturaleza humana y mejorará sus relaciones con otras personas.

En segundo lugar, porque podrá obtener un mejor conocimiento de sí mismo, de sus debilidades y de sus virtudes.

En tercer lugar, porque, al leer un clásico, se conectará con la historia y los valores eternos.

Y, además, se divertirá leyéndola.

 


Una versión de este artículo se publicó en LinkedIn.The Conversation

Santiago Iñiguez de Onzoño, Presidente IE University, IE University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation