1 septiembre, 2023
“Estar en la Casa del Teatro es lo mejor que me pasó en la vida. Todas las noches agradezco estar acá. Nos tratan bien, nos miman, mejor no podemos estar”, sostiene Zulema Durán, cuya ostentosa voz deschava su don como cantante de tangos. La intérprete es una de las residentes de la Casa del Teatro, la mutual sin fines de lucro que hospeda a artistas de más de 65 años y en una situación económica vulnerable. Una suerte de hotel all inclusive, pero con la calidez de un hogar.
Por Pablo Mascareño*
Hace pocos días trascendió que Jorge Martínez se encontraba hospedado en la institución, la noticia causó impacto debido a que se trata de un actor que ha cosechado, durante varias décadas, grandes sucesos televisivos, muchos de ellos con repercusión internacional. Antes de ingresar a la Casa del Teatro, quien fuera el coprotagonista de ficciones como Verónica, el rostro del amor y La extraña dama se encontraba internado en un hogar para adultos mayores. El cambio de ámbito benefició el ánimo y la salud física del otrora galán, ya que la dinámica de esta institución, fundada en 1938 por la soprano Regina Pacini, es muy diferente a la de un centro geriátrico.
A partir de la noticia sobre Martínez, la Casa del Teatro recobró un protagonismo inusual. No fueron pocos los que se enteraron de su existencia y, para muchos, fue conocer de primera mano en que consiste la insoslayable tarea que lleva adelante la institución.
Una nota de LN expone la historia que vale la pena replicar. Un precioso solar de estilo art decó ubicado sobre la avenida Santa Fe que, prácticamente desde su creación, ha debido sortear la falta de recursos económicos. En la actualidad, la Casa del Teatro sigue de pie dada la tarea denodada de Linda Peretz, su presidenta, y de una empeñada comisión directiva, quienes desarrollan su trabajo ad honorem. “Nuestra estructura es la de una residencia, como si se estuviera en una casa de familia”, define la actriz, quien por primera vez cumple un trabajo ejecutivo de este tipo, sorteando, día a día, los innumerables escollos que implica la gestión. De hecho, por estas horas está lidiando con el corte de suministro de gas, un servicio indispensable para garantizar una estadía confortable.
Desde la puerta vidriada de la avenida Santa Fe al 1243 se ve un largo pasillo abarrotado de percheros con ropa. A unos metros, los cristales del teatro Regina anuncian las obras que forman parte de su programación. El transeúnte desprevenido no advierte que tras esa fachada se esconde un universo con vida propia y tejidos solidarios.
“La Casa del Teatro es la hostería en que hospedan su vejez y su cansancio los peregrinos del arte. Y tan generosa es el alma de la dueña porque sabe que los soñadores de la armonía sólo pueden acumular sonidos”, sostuvo alguna vez don Alberto Vaccarezza, el genial dramaturgo -autor de clásicos rioplatenses como El conventillo de la Paloma- y quien fuera uno de los primeros presidentes de la mutual.
“Creo que estaba destinada a estar aquí porque siempre me preocupó el otro”, reconoce Peretz, hoy en ese rol directivo que le depara tantas exigencias como satisfacciones. La actriz recibe a LA NACION en su coqueta oficina de la planta baja, en donde un enorme escritorio y una biblioteca de época le infunden aires señoriales al lugar.
Sobre las paredes, las imágenes de los expresidentes de la institución, como las de las actrices Eva Franco e Iris Marga y las de los actores Luis Arata y Enrique Serrano. “¿Cómo está tu mami?”, le pregunta a una de las encargadas de la cocina que se acercó para dejar dos termos de café y medialunas que serán degustados en la inminente reunión de comisión directiva, integrada por figuras como Thelma Biral, Nito Artaza y Larry de Clay, entre otros colaboradores”.
Pareciera ser que está al tanto de todo y de todos. El personal la saluda con cariño y ella devuelve con una sonrisa, enfundada en su habitual estilo juvenil y la caballera rojiza, todo un sello de quien fuera la protagonista de No seré feliz, pero tengo marido, un unipersonal que estuvo muchos años en cartel.
“Nunca me había sentado atrás de un escritorio, siempre fui artista, actriz y pintora. Cuando llegué, me encontré con que tenía una casa de diez pisos sobre mi cabeza y treinta pensionados residentes para atender; entonces me pregunté ´¿qué hago acá?´, porque una es vulnerable y prudente, pero resistí y seguí”. Su tenacidad la llevó a convertirse en una activa presidenta que va y viene generando ideas y solucionando problemas.
La cantante Zulema Durán celebra que, cada mañana, a ella, como a todos sus compañeros, se les acerca el desayuno hasta el cuarto. “No tengo familia, sólo primos, por eso vine acá”, testimonia esta mujer de gran presencia y peinado batido que le sella aires de diva.
“No voy a hacer ninguna nota”, brama ni bien LA NACION golpea la puerta de su habitación. Es que, horas atrás, un programa de televisión realizó un informe y ella se prestó generosamente a cantar frente a las cámaras, pero, la edición posterior, rebanó esa parte.
La cantante comenzó su carrera en un concurso organizado por el ciclo Grandes Valores del Tango, “pero Rossana Falasca se quedó con todo, pobrecita, que en paz descanse”, se lamenta ante el recuerdo de aquella cantante fallecida a muy temprana edad. “Juan Carlos Copes me vio en un local nocturno donde yo actuaba y me llevó a su compañía, donde trabajé desde 1971 hasta 1983, el año en el que él se fue con Tango Argentino a recorrer el mundo”.
“Somos rigurosos con la ética, la convivencia y la limpieza”, sostiene Peretz. Cada residente debe higienizar su habitación para mantenerla en condiciones y, una vez por semana, un empleado hace la limpieza general de los cuartos. “Pudimos erradicar las cucarachas, en este barrio hay muchas”, se vanagloria la directora.
Los residentes de la Casa del Teatro llevan una vida de total libertad, pueden entrar y salir del edificio sin pedir permiso, aunque deben respetar los horarios del almuerzo y de la cena, que se sirven al mediodía y a las siete de la tarde.
Hoy, la Casa del Teatro también le da albergue a Peggy Sol, una querida actriz, que sobresalía por su enorme belleza y simpatía. A lo largo de tantos años, figuras como Nelly Vázquez, Colomba, Joe Rígoli, María Graña, Laura Bove y Ricardo Bauleo han pernoctado en el lugar.
Fernando Ortega tiene 78 años y una estampa muy juvenil. Al hablar, rápidamente desnuda su esencia andaluza. En su cuarto, las fotos pegadas en las paredes o enmarcadas en portarretratos lo muestran danzando junto a figuras de la talla de Lola Flores. Ortega fue bailaor y hoy transita eso que él mismo llama “el descanso del guerrero”.
“Comencé a los 17 años, integrando el ballet del teatro Avenida, en esa época trabajaba con María Antinea. También compartí escenario con Pedrito Rico y Lolita Torres, hasta que llegó Lola Flores, de quien era gran admirador”. La Faraona se lo llevó a España, pero antes de ofrecerle trabajo, lo hizo estudiar: “Me puso al día con todas las enseñanzas de mi arte y luego me sumó a su compañía”. Ortega trabajó con la gran diva adoptada por el pueblo gitano en giras por España, Francia y Grecia. “No tengo calificativos para Lola, fue algo irrepetible, sólo su presencia era impresionante”.
Aquel pasado estelar, Ortega lo atesora y lo comparte. “Por problemas de familia tuve que regresar al país, así lo quiso el destino y hoy, gracias a Dios, estoy en la Casa del Teatro. Vivir acá es muy lindo, es un hotel cinco estrellas”, dice este argentino que luce atuendo jovial y cuyo acento es bien castizo, “hablo con aires de Andalucía, está en mí, no se me va a ir nunca”, afirma.
Al igual que Ortega y cada uno de los huéspedes, Jorge Martínez debió cumplir con todos los requisitos que se necesitan para vivir en este lugar: no poseer propiedades a su nombre y pasar un examen físico y psíquico, además de ser una persona autoválida. “Cuando terminan la vida de estrella y el tiempo útil de los actores, te descartan. Te descarta la sociedad, los productores y hasta las parejas. La gente grande somos un descarte, por eso uno se tiene que reconstruir”, se sincera Peretz.
Graciela Gramajo, primera esposa de Jorge Martínez, se contactó con Peretz para contarle sobre la situación del actor: “Me dijo que Jorgito estaba en un geriátrico y que no lo veía muy bien, así que también hablé con sus hijos y todos estuvieron de acuerdo en que viniera acá”.
Las habitaciones se distribuyen en varios pisos, aunque hoy se encuentran en uso unas treinta, mientras que otras quince esperan ser refaccionadas. Esas obras, por ahora están paralizadas debido a la falta de recursos. En cada piso se encuentran los baños y las duchas compartidas. Se huele a limpio, los pisos relucen y no se ve nada fuera de lugar.
Los cuartos, todos con ventanas que dan al exterior, cuentan con una cama de una plaza, mesa de luz, ropero y televisión. Cada residente lo decora a su manera y le puede anexar lo que desee. Algunos hasta incluyeron una pequeña heladera. En todos los casos, las fotos que los muestran desarrollando su arte es el testimonio de ese pasado estelar.
Jorge Martínez comparte con ellos no sólo los almuerzos y las cenas, sino también los momentos de distracción. “Se integró a todos”, reconocen los empleados del lugar. Hace unos días, un músico fue a realizar una actuación, como lo hacen tantos artistas que llegan para entretener a los hospedados, y el actor fue uno más que disfrutó del espectáculo. Pegado al comedor, un salón, con piano de cola incluido, se convierte en un hermoso espacio de recreación.
En la amplia cocina, tres cocineras preparan la cena. Por lo que se puede observar sobre las mesadas, será un menú a base de pollo. El personal tiene en cuenta las restricciones médicas o particularidades de cada comensal.
En uno de los pisos se encuentra una coqueta capilla que contiene una imagen de San Ginés, el patrono de los actores. Los viernes se reza el rosario y también se celebran misas. La fundadora Regina Pacini, esposa del entonces presidente Marcelo Torcuato de Alvear, era muy devota, por eso incluyó este espacio de oración.
La construcción del edificio fue realizada por el arquitecto vanguardista Alejandro Virasoro, un precursor del uso del hormigón armado en nuestro país, quien decidió no cobrar honorarios y donar su trabajo. El solar está basado en líneas racionalistas y geométricas, apelando a elementos como acero, mármol, luz fluorescente y formas aerodinámicas. Una de las características más sobresalientes es la pirámide escalonada de estilo incaico que remata el edificio.
Escollos
Por estas horas, el desafío que más ocupa a Peretz, quien asumió la presidencia de la Casa del Teatro luego del fallecimiento del presidente Julio Baccaro, es restituirle el servicio de gas al edificio.
“Nos cortaron el gas por una pequeña fuga en la vereda. Ya llamamos a Metrogas, hablé con Lucas Portela, jefe de la Comuna, pero no hay caso. Metrogas no responde, siendo quienes tienen que arreglar este problema, ya que es una empresa privada dueña del servicio”, se fastidia Peretz. “¿No te das cuenta el frío que hace en esta oficia?”, interpela la actriz.
Lógicamente, la falta de suministro de gas es una anomalía compleja que complica la cotidianidad de los residentes. La comisión directiva donó cocinas eléctricas para que no se discontinúe la alimentación de quienes viven aquí, aunque la presidenta reconoce que “no hay calefacción y, el otro día, se nos cortó la luz porque la red eléctrica no está preparada para abastecer a todo el edificio y reemplazar el gas”.
En la Casa del Teatro se busca no sólo la comodidad de sus habitantes, sino también el bienestar y la salud, por eso, durante las veinticuatro horas del día, se ofrece un servicio de enfermería. “Un médico visita el lugar una vez por semana para controlar la salud de todos, pero cada residente también puede contar con su obra social con sus propios médicos de cabecera”, explica Peretz.
Además un entrenador visita el edificio regularmente para ofrecer clases de gimnasia y estiramiento. Algunos, hasta se atreven con el reiki. “Buscamos que todos tengan una gran calidad de vida, pero si no tenemos gas, es imposible”, reflexiona la presidenta, quien rompe el corazón de más de uno: “Un residente, que ya falleció, se había enamorado de mí. Me invitaba a salir y a cenar, pero jamás acepté”, se ríe.
Recursos
“En este lugar nunca hubo un peso, pero no quiero criticar ni echarles la culpa a las gestiones anteriores, ya que ahora tampoco hay plata”, se sincera la presidenta. Lo cierto es que la enorme tarea de mantenimiento del edificio es muy costosa. Además, la institución cuenta con 20 empleados fijos en relación de dependencia. El presupuesto en alimentos, elementos de limpieza, luminarias y pago de servicios es muy importante.
Para poder solventar los gastos fijos mensuales, se recibe un subsidio, generado a instancias del actor Luis Brandoni e implementado en la gestión del entonces intendente Facundo Suárez Lastra. “Fue en 1985, se decidió que se recibiría el equivalente a dos sueldos de jefe de comuna. Cuando llegué a la presidencia, eso no se cumplía y la ordenanza estaba cajoneada”. A instancias de Enrique Avogadro, actual Ministro de Cultura porteño, se volvió a recibir este ingreso.
Además, en el edificio funciona la sala del teatro Regina, hoy alquilada a Perrotti Producciones, compañía que paga un canon de arrendamiento por la utilización de la sala. También, en algunos pisos existen oficinas alquiladas por el Instituto Nacional del Teatro.
Uno de los mayores ingresos mensuales proviene de la feria que se lleva a cabo en la planta baja, donde se pone en venta vestuario de figuras como Mirtha Legrand, Florencia de la V y Lucía Galán. “La feria da dinero, ya que lo que vendemos es producto de donaciones y todo el ingreso queda en la Casa del Teatro, aunque no deja de ser una feria y los valores no son muy altos”, explica Peretz, quien agrega que “tenemos una deuda muy grande con la AFIP. Sé que no nos pueden condonar, pero sí pediría que nos den un plan de pagos más cómodo”.
Próximamente, se llevarán a cabo unas tertulias con la participación de artistas de todo tipo, quienes ofrecerán desde masterclass hasta actuaciones. “Miguel Rottemberg nos donó las sillas para poder hacerlo”, sostiene agradecida Peretz, reconociendo que tiene una gran relación que su exsuegro.
También se realizan visitas guiadas para todo público, pudiendo recorrer el magnífico edificio -incluida su cúpula- y conocer la maravillosa obra social que se realiza aquí. El valor de cada recorrido, guiado por un especialista, es de $2000. Desde ya, lo recaudado es destinado a engrosar los fondos de la caja chica.
Con acceso libre, quienes visitan la Casa del Teatro, también pueden recorrer el espacio dedicado a Carlos Gardel, que incluye vestuario y documentación perteneciente al Zorzal. También en la planta baja, y con libre acceso, la Sala Museo Regina Pacini repasa la historia de esta mujer de profundo espíritu solidario.
Existe la posibilidad de asociarse a la Casa del Teatro, abonando una cuota ínfima de quinientos pesos. El asociado cuenta con descuentos en las entradas a la sala del Regina, cursos y tertulias y promociones con libros a menor costo.
Dicen que, en la sala del Regina, suele aparecer el espectro de una mujer. Leyendas. O acaso la el aura de aquella cantante casada con un presidente que tuvo un sueño solidario, de características únicas en el mundo. Aquella osadía lleva casi un siglo de pie brindando mucho más que un techo y un plato de comida.
“Las cosas invisibles son muy valiosas, cuando uno las sabe ver. Creo en el sincrodestino, el estar preparado para algo que uno provocó, la vida es causa y efecto, por eso estoy acá cumpliendo mi misión”, finaliza Peretz antes de despedirse.
Es hora de una nueva reunión de comisión directiva. Y de pensar en los mil y un desafíos que cada día deparan en este mundo donde la fantasía poética del arte se da la mano con la razón de la vida en un momento que, para quienes habitan en la Casa del Teatro, lejos está de ser el ocaso. Acá se respira optimismo y amor por el futuro.
Para agendar: Casa del Teatro (Avenida Santa Fe 1243). Para asociarse ingresar a casadelteatro.org.ar.