s de cinco años, la escritora y periodista Carme Riera visitó archivoss, hizo más de 25 entrevistas y articuló un relato que muestra todos los grises de la persona y el personaje de la mítica agente catalana Carmen Balcells.
Por Ana Clara Pérez Cotten
Con anécdotas, entrevistas, documentos inéditos y un relato que cruza la historia española y los entretelones de la vida literaria, la escritora y periodista Carme Riera reconstruyó la biografía autorizada de la mítica agente catalana Carmen Balcells, quien supo impulsa y custodiar de cerca las carreras literarias de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa pero que también, a fuerza de carácter, profesionalismo e innovación, apuntaló la obra de los cientos de escritores que representó: «No quería, de ningún modo, escribir una hagiografía, la vida de una santa. Carmen Balcells no lo era».
En un libro voluminoso de más de 500 páginas, Riera -clienta y amiga de la protagonista- descubre las luces de la agente, generosa en un ambiente muchas veces regido por los recelos, y las sombras proyectadas por un carácter por complejo.
Durante más de cinco años, Riera visitó el archivo de la Agencia Balcells, hizo más de 25 entrevistas y articuló un relato que muestra todos los grises de la persona y el personaje, que se parecían sin ser exactamente lo mismo.
Apodada «Mamá grande», «Papisa de la literatura» y «Superagente con licencia para matar»; firmó más de 50.000 contratos y trabajó con seis premios Nobel: Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y Miguel Ángel Asturias; además de la escritora chilena Isabel Allende y del argentino Julio Cortázar.
«Muchos editores la detestan por la ferocidad con que defiende los centavos de los escritores, sobre todo de los jóvenes y más necesitados, y el día que no la detesten empezaré a sospechar que se pasó al bando contrario» Gabriel García Márquez, sobre Balcells
Tal vez en el anecdotario, que permite conocer los entretelones de la vida literaria catalana pero también reconstruir el devenir de la carrera de dos de los autores insignia del Boom Latinoamericano del que ella fue artífice, es donde mejor se puede comprender quién fue Balcells. Cuando el escritor Manuel Vázquez Montalbán murió de un infarto en el aeropuerto de Bangkok en 2003, ella llamó a la Moncloa y fue gracias a su cercanía con el matrimonio Aznar que logró que el cuerpo fuera repatriado de urgencia. «¿Qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por ti?», preguntaba cada vez que veía a uno de sus representados. Astuto, García Márquez le respondió que necesitaba 3 mil dólares y, durante años, recibió un cheque por esa cifra para su cumpleaños.
«Nunca hablo de dinero con los editores y los productores de cine, porque tengo un agente literario que habla por mí mejor que yo; primero, porque es mujer, y después, porque es catalana», confesó una vez García Márquez y describió cuál era, según él, el areté de la agente: «Muchos editores la detestan por la ferocidad con que defiende los centavos de los escritores, sobre todo de los jóvenes y más necesitados, y el día que no la detesten empezaré a sospechar que se pasó al bando contrario».
P: ¿Qué se propuso al momento de escribir la biografía? ¿Qué tipo de libro no quería hacer? ¿Qué fue lo más costoso del proceso?
Carme Riera: En primer lugar, quería rendir un homenaje a Carmen Balcells. Me parecía que si escribía un libro sobre ella ayudaría a consolidar su imagen de cara al futuro. Pero no quería, de ningún modo, escribir una hagiografía, eso es la vida de una santa. Carmen no lo era. Tenía grandes cualidades y también defectos. He tratado de mostrar los dos lados, el claro y el oscuro. Lo más costoso fue ensamblar los aspectos anecdóticos, con la documentación y el trabajo de archivo.
¿Por qué sostiene que fue su generosidad lo que unía a la persona y al personaje? ¿Era su característica más auténtica?
C.R.: En la generosidad de Carmen Balcells confluían la persona y el personaje. Y creo que esto pasaba porque era un rasgo auténtico de su carácter. Otros aspectos, como cierta arbitrariedad y un poco de despotismo pertenecían al personaje.
Eligió hacer una referencia a que era del signo de Leo, que pedía las cartas natales y que advertía «que los astros influyen pero no guían». ¿Por qué rescató este costado tan poco racional de la agente?
C.R.: Carmen Balcells nació el 9 de agosto, en consecuencia, su signo astrológico era Leo y casaba muy bien con su carácter, tal como cuento en el libro, en el que dedico un capítulo, «Unidos por las estrellas» a su interés por los aspectos astrológicos y el caso que hacía a las supersticiones, tal vez contagiada por su amigo García Márquez, que se las tomaba muy en serio o al menos a eso se refirió muchas veces y, en parte, también, quizá, por Dolores Carmona, la persona que durante cincuenta años atendió la casa de Carmen y que, como buena andaluza consideraba de mal agüero algunas cosas. Si me referí a ese aspecto es porque para Carmen era importante. Pese a ser una persona muy racional tenía en nómina a una astróloga, Lisa Morpurgo, a la que pedía las cartas astrales de sus clientes y empleados.
¿Por qué cree que su presencia impactó fundamentalmente en las carreras de García Márquez y Vargas Llosa?
C.R.: Carmen fue fundamental para ambos. Ella se ocupó de sus obras a partir del momento en que se convirtió en su agente y consiguió anticipos sustanciosos y muchísimas traducciones. García Márquez fue a vivir a Barcelona porque allí estaba Balcells. En cuanto a Vargas Llosa, Carmen le ofreció un sueldo pagado por la Agencia para que dejara el Queen Mary College, abandonara Londres, se instalara en Barcelona y pudiera dedicarse en exclusiva a escribir, tal como hizo. No obstante, no recibió ningún estipendio fijo, los tantas veces citados 500 dólares, de parte de su agente. En cambio, gracias a Balcells, pudo empezar a vivir con holgura de los derechos de autor, ya que esta se ocupó de situarlo convenientemente en el mercado editorial, como corroboran los biógrafos del novelista.
Balcells representaba a autores que escribían en español, y ella misma se reconocía catalana pero también española. ¿Cree que eso complica hoy, en el contexto del independentismo, su reconocimiento en Barcelona?
C.R.: Creo que sí y es una pena. Barcelona dejó perder su proyecto Barcelona Latinitatis Patria y su archivo pasó al Ministerio de Cultura. Una calle es lo mínimo que puede ofrecerle la ciudad que ella catapultó hacia el mundo con su agencia.