28 octubre, 2021
Lo afirmó el ingeniero brasilero Gerson Brauner, especialista en gestión ambiental, en una nueva charla organizada por la Cámara de Proveedores y Empresarios Mineros (CAPEM). «Una actividad minera competitiva y sostenible es posible en la Argentina gracias a soluciones que aprovechan lo mejor de la tecnología, además de permitir el desarrollo de operaciones en armonía con el ambiente», añadió.
El ingeniero brasilero Gerson Brauner, máster en Gestión Ambiental, aseguró que «es posible el desarrollo sin descuidar el ambiente e integrando al Estado, a las compañías productoras y a la sociedad civil», al participar de una nueva charla organizada por la Cámara de Proveedores y Empresarios Mineros (CAPEM) del Chubut.
Brauner fue el expositor de la charla titulada «Gestión de una minería sostenible: salud, seguridad, ambiente y comunidad» que fue transmitida en vivo por Facebook.
El especialista es ingeniero civil y de seguridad del trabajo, máster en gestión ambiental, auditor certificado de un organismo internacional; ha sido profesor de varias universidades en Brasil, y líder de implementación de sistemas de gestión y seguridad, y cuidado de la salud y del ambiente en Brasil, Argentina, Colombia, EEUU, España y Portugal, entre otros países.
Con Gerardo Cladera, presidente de la CAPEM, como anfitrión, y con moderación de Diego Hernández, Brauner afirmó que «la minería es una de las actividades más antiguas de la humanidad», ya que «desde la prehistoria el hombre ha usado diversos minerales para la fabricación de herramientas y armas».
En este sentido mostró un mapa por el cual dijo que «hay minería expandida en todo el planeta». Y se preguntó: «Si no fuera una actividad sostenible, ¿qué sucedería con el planeta y con los ambientes?».
«Es posible minimizar los efectos degradantes sobre el medio ambiente, o mediante la recuperación definitiva cuando finaliza la actividad, adaptándose al nuevo uso previsto y cumpliendo con las reglas autorizadas localmente», afirmó Branuer.
El expositor puso ejemplos en Brasil en los cuales luego de la actividad minera se generaron lugares de uso público, e incluso algunos turísticos, a partir del trabajo de remediación. Y también mencionó la recuperación de áreas degradadas que ahora son utilizadas para agricultura.
«En Curitiba -dijo- hay una antigua zona minada que proviene de una cantera de gran profundidad al cielo abierto, ahora destinada a la acuicultura o al almacenamiento de agua para enfrentar largos períodos de sequía».
Añadió que «los estudios demuestran que no solo la minería tiene impacto medio ambiental durante su desarrollo económico, sino también otras actividades».
Puso como caso la ganadería que «en determinadas situaciones se deforestan grandes superficies para la inserción de pastos, además de otros factores como el pisoteo de las vacas sobre posibles especies nativas y el efecto invernadero derivado de los animales, además del uso de pesticidas y el procesamiento de efluentes. Por lo tanto, como en cualquier actividad, se defiende a la ganadería sostenible».
En este contexto mencionó que en 2015, un total de 193 estados miembros de Naciones Unidas aprobaron el documento «Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible», que incluyó 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para período 2015-2030. «Los objetivos son prácticas mundiales», resaltó.
En el caso del sector minero dijo que pude generar, en ese marco, reducción de costos energéticos, de la huella de carbono, de costos operativos, aumento de productividad, eficiencia energética, operaciones sostenibles, y la visibilidad del compromiso ambiental frente a grupos de interés.
Así, aseguró que «la minería del futuro es una minería sostenible, que transforma su manera de hacer las cosas y crea su energía a partir de fuentes renovables, y que trabaja en armonía con distintos grupos de interés».
Indicó que «en las últimas décadas la industria ha realizado avances considerables en la mitigación y gestión de efectos y riesgos mediante una mejora de la actuación de las empresas en ámbitos como gestión de los riesgos ambientales y sociales; protección de la salud de los trabajadores, garantía de la eficiencia energética; y la presentación de información sobre los flujos financieros; así como respeto y apoyo a los derechos humanos».
Resaltó que en Argentina «la industria minera es una actividad legítima, amparada por el Código Minero de Nación y desarrollada en un sólido y estricto marco legal», dentro del cual mencionó la Ley General de Medio Ambiente, la Ley de Gestión de Aguas, la Ley de Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, la ley de Preservación y defensa de la Fauna Silvestre, la ley de Protección Ambiental para la actividad minera, además de leyes laborales.
Dio a conocer, además, que en 2016 Argentina fue el primer país de Sudamérica que adoptó los protocolos para la preservación de la biodiversidad, basado en la Asociación Canadiense de Minería, del año 2004.
Dijo en este contexto que «la minería debe asegurar que las comunidades se beneficien de la rentabilidad generada por la actividad. Así asumirán como suyos los éxitos de la industria».
Puso como ejemplo las operaciones de la empresa Vale (que opera en actividades y proyectos mineros de hierro, manganeso, cobre, níquel, oro, y acero) en el Estado de Pará, donde, dijo, «las localidades que albergan emprendimientos mineros presentan un desarrollo relacionado con aspectos de crecimiento económico, con un aumento de población debido a la gran oferta de empleos, llevando a las localidades a alcanzar valores crecientes del PBI, recaudación de impuestos y un índice de desarrollo (IDH) considerable».
Allí, agregó, el desarrollo lleva a la creación e instalación de empresas de rubros como hoteles, restaurantes, vivienda, oferta de mercado, industrias tercerizadas, educación y salud.
Entre los ODS en relación de la minería destacó la erradicación de la pobreza; el hambre cero, a partir por ejemplo de establecer sinergias con la agricultura; la salud y el bienestar, con la promoción de la salud y la seguridad en el trabajo; la educación de calidad por medio de la formación de la fuerza de trabajo; la igualdad de género por la aplicación de la perspectiva de género y la igualdad de oportunidades para las mujeres.
También enumeró el agua limpia y el saneamiento por medio de la conservación, el reciclado de agua, y el control de su calidad, entre otras prácticas; el trabajo decente y el crecimiento económico a través de la colaboración con actores locales; así como la reducción de las desigualdades, la producción y consumo responsables; y el fortalecimiento de las instituciones, entre otras cosas por medio del respeto de los derechos de los pueblos originarios y las localidades cercanas a los emprendimientos.
Concluyó en este contexto que «una actividad minera competitiva y sostenible es posible en la Argentina gracias a soluciones que aprovechan lo mejor de la tecnología, además de permitir el desarrollo de operaciones en armonía con el ambiente».