22 junio, 2020
SUPERÓ LAS 50 MIL MUERTES POR CORONAVIRUS
No es una teoría conspirativa, es apenas apelar a la duda sobre la encrapichada idiotez política. Brasil superó este domingo la barrera de los 50.000 muertos por coronavirus tras registrar 632 nuevos fallecidos diarios y alcanzar los 50.608 decesos, a poco más de tres meses de la confirmación de la primera muerte en el país, lo que confirma al país como el segundo del mundo tanto en número de víctimas como de contagios, solo detrás de Estados Unidos, según datos oficiales de las Secretarías regionales de Salud.
Una controvertida gestión de la pandemia del COVID-19, una prolongada crisis económica, turbulencias políticas permanentes, una agenda medioambiental abandonada y una democracia de baja calidad desdibujan la imagen de Brasil ante el mundo sin que surjan reacciones efectivas entre la clase política para modificar la coyuntura.
Esa es la opinión unánime de la oposición brasileña, pero también prima entre diplomáticos extranjeros, representantes de organismos internacionales y empresarios que operan en Brasilia, que se cuidan de decirlo en público pero no lo ocultan en conversaciones privadas, en las que algunos llegan a calificar la situación de «policrisis».
«Es casi imposible transmitir el horror que es Brasil hoy», dijo a Efe Rubens Ricupero, exministro de Economía y de Medio Ambiente y embajador jubilado tras casi 50 años de una vida diplomática que le llevó a ocupar la secretaría general de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) entre 1995 y el 2004.
Según Ricupero, la pandemia de coronavirus, que ya ha dejado unos 50,000 muertos y más de un millón de casos en el país, es la última y más gráfica prueba del “fracaso” del Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, pero no la primera.
Citó que Brasil es «el único país del mundo» en que dos ministros de Salud perdieron el cargo en medio de la pandemia y también que el actual, el general Eduardo Pazuello, «es un militar que no entiende de esa área», lo cual no pasa desapercibido para ningún extranjero, al igual que el negacionismo de Bolsonaro frente al patógeno.
Según Ricupero, eso puede tener consecuencias serias no solo en la imagen de Brasil, sino en aspectos más cruciales para un país en una crisis económica que se arrastra desde 2014.
Un flanco preocupante pasa por el comercio internacional, en el que Brasil, pese a ser líder en varios segmentos de materias primas, tiene una participación global que no llega al 2%.
Las ultraconservadoras políticas de Bolsonaro, sumado al abandono de la agenda medioambiental, ponen en riesgo el acuerdo alcanzado el año pasado entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) y hasta el tan promocionado proceso de ingreso del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En el primer caso, ya ha habido avisos. A mediados del 2019, el Gobierno de Bolsonaro entró en conflicto con Alemania, Francia y Noruega por la preocupación que estos países expresaron con los vastos incendios que devoraron parte de la Amazonía.
Los parlamentos de Austria y Holanda ya han recomendado a sus Gobiernos que rechacen el acuerdo con el Mercosur, que fue negociado durante 20 años y solo entrará en vigor cuando sea aprobado por los legislativos de todos los países del bloque comunitario.
El texto está en proceso de traducción para ser remitido luego a los parlamentos, a partir del año próximo. En opinión de Ricupero y otras fuentes diplomáticas consultadas por Efe, es difícil que sea rechazado de plano, pero más aun que sea aprobado sin reparos.
«Probablemente los europeos lo dejarán en un limbo, en un baño maría», a la espera de la evolución de la situación en Brasil, dijo Ricupero.
Fuentes diplomáticas europeas dijeron que eso puede ser extensivo al ingreso a la OCDE, para el que Bolsonaro ha logrado el respaldo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
«Pero dentro de la OCDE hay muchas diferencias con Trump», que se repiten con Bolsonaro en un organismo que promociona, entre otras políticas, el desarrollo de la llamada «economía verde», declaró una fuente próxima a las negociaciones para el ingreso de Brasil.
También se teme que las consecuencias de la pandemia afecten el comercio en las zonas fronterizas, muy intenso en Brasil, que tiene límites con nueve de los otros once países suramericanos. «Si Brasil no puede controlar el virus, será difícil reabrir las fronteras», explicó un diplomático de un país andino.
El coronavirus ha sido un mazazo para una economía que desde el 2017 crece a un ritmo de 1% anual, pero tras haber perdido siete puntos porcentuales entre el 2015 y 2016.
Si bien la pandemia tendrá impacto en la economía mundial, en Brasil se teme que supere a la media y estudios de algunos bancos privados ya anticipan una caída de hasta 15%, con un desempleo que puede pasar del 12% anterior al COVID-19 a un descomunal 25%, que ahondaría el enorme abismo social que existe en el país.
Según analistas financieros, la consecuencia directa sería una caída en picado del consumo interno, que es el motor económico del país.
Pero si el escenario económico es difícil, todavía más lo es el político, con una crisis institucional provocada por el permanente enfrentamiento de Bolsonaro al Parlamento y al Poder Judicial.
El líder de la ultraderecha ha llegado a respaldar, con su sola presencia, actos de sus partidarios que exigen el «cierre» de esos otros dos poderes del Estado mediante una «intervención militar».
Según Ricupero, esas actitudes han llevado a que Brasil tenga hoy una “democracia intimidada y amenazada”, que hasta parece “estar fuera de los límites de la vida civilizada”.