30 julio, 2021
El autor mexicano dio a conocer una reedición de «Persona normal» suma una segunda parte situada en el pasado reciente, el del primer año de la pandemia por Covid-19.
El libro «Persona normal», donde el mexicano Benito Taibo narra la educación sentimental de un adolescente a través de su biblioteca, fue reeditado, a 10 años de su aparición, con 10 nuevos capítulos que ubican a los protagonistas en el 2020 y dan cuenta, más allá del argumento, de que «las deconstrucciones son lentas», tal como afirma su autor, especialmente si del patriarcado y de la violencia machista se trata.
Esta nueva edición, a cargo del sello Destino, suma una segunda parte situada en el pasado reciente, el del primer año de la pandemia por Covid-19, titulada «Fin de los tiempos», que continúa la saga protagonizada por el adolescente Sebastián y su tío Paco, y que ya es un clásico de lectura para los estudiantes mexicanos.
El libro que hacia el final plantea «Salvaste a la princesa», en referencia a la intervención de Paco contra dos hombres que quieren echar de su edificio a una enfermera por miedo a contagiarse de Covid, lleva 27 ediciones en México -dos más a partir de su ampliación- y 12 mil ejemplares vendidos en Argentina a lo largo de una década.
La biblioteca que va construyendo Sebastián, tutelado por Paco, comienza en el siglo VIII a.c con Homero y llega hasta nuestros días a través de 122 nombres. Solo siete de mujeres: Ana Frank, Santa Teresa de Jesús, Elena Poniatowska, Toni Morrison, Mary Shelley, Patricia Highsmith y Concepción Company. Ni Sofía, la novia de Sebastián que de adulta estudiará Letras, lee escritoras: recita a Brecht, lleva un libro de Bukowski en la mochila, sabe los versos de Neruda.
Y cuando el chico hace un desplante en su escuela contra el hostigamiento del blanco a los pueblos originarios, citando un texto del cacique sioux Nube Roja, identifica a los nativos como víctimas, no así a las mujeres violadas por ellos como trofeo de guerra.
El narrador no repara en ese gesto ancestral de crueldad machista: «violan a las rubias y pálidas (caras pálidas) heroínas que pierden así la virginidad, pero no su purísimo árbol genealógico», dice el niño y el texto pasa a lo siguiente.
«Las deconstrucciones son lentas -dice a Télam el autor-, los colonialismos nos han heredado cosas que están en lo más profundo de nuestra cabeza, al igual que nuestro sistema heteropatriarcal. Uno va avanzando y va transformándose. De eso se trata».
Benito Taibo nació en 1960. Es hijo del escritor Paco Taibo I y hermano de Paco Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, referentes culturales mexicanos. Estudió Historia en la Universidad Autónoma de México (UNAM) y tiene más de una docena de libros publicados, entre otros, «Desde mi muro» y «Querido escorpión».
P: ¿Cómo surgió «Persona normal?»
-Benito Taibo: De esos personajes que empezaron a hablar a mi oído, pero tal vez un poco con el empujón de mi madre, fíjate qué cosa. Había dado a luz una novela histórica, «Polvo», que me costó cuatro años de trabajo. Acabé francamente agotado y cuando salió, en la mesa sentado con mi madre, dije ‘no sé qué voy a hacer ahora’, porque era como si me hubiera abandonado un hijo, terminas una novela y ya no puedes meterle mano. Y me dijo ‘escribe algo que te salga del alma’ y así surgió. Trabajaba en el Instituto Nacional de Antropología e Historia y durante seis meses a la hora de la comida, pedía un sandwich, cerraba la puerta y escribía.
El repaso por la biblioteca parece didáctico, incluye en posfacio con referencias de cada autor nombrado.
-B.T: Esa no fue la intención. La intención era darle las gracias a la literatura por todo lo que había hecho por mí. Yo soy quien soy, gracias a los libros que he leído, soy la presencia de esos libros benefactores en mi vida y creadores de mi educación sentimental, puesta en escena con Sebastián y Paco.
¿Cuánto hay de autobiográfico en ellos?
-B.T: Hay un tío Paco que es mi padre, no hace las cosas que él hacía pero era capaz de la sorpresa y el asombro constante. Llegaba un día cualquiera a mi escuela, me sacaba de clase y me llevaba a ver unas películas de los hermanos Marx porque estaba convencido de que la educación sentimental era un complemento perfecto de la educación formal, incluso más importante.
¿Por qué mataste a los padres en la novela?
-B.T: Porque los huérfanos funcionan muy bien. Dickens lo sabía maravillosamente, te dan perspectiva, la posibilidad del viaje del héroe, el camino a la redención, todas esas cosas que crean literatura.
¿En qué década se centra la primera educación sentimental de Sebastián?
-B.T: No lo sabemos, pero serán finales de los 70. No hay celulares. Él está en un terreno donde la imaginación prima, entonces, la verdad es que no me queda muy claro qué época es. Es mi adolescencia, sin lugar a dudas.
La historia habla del poder transformador de la palabra. ¿Qué opinión te merece el lenguaje no sexista?
-B.T: La verdad es que no tengo problema, me genera simpatía. Todos aquellos que piensen que el idioma es una torre de marfil que no puede tocarse están perdidos, al igual quienes piensan que las sociedades o los sistemas políticos no pueden ser transgredidos. Estoy convencido de que el idioma es algo vivo y decir ‘todes’ no me causa ningún mohín, todo lo contrario. Estoy en un proceso de deconstrucción de mí mismo, viendo la revolución que hay alrededor, y por eso mismo tengo que abrir mucho los ojos y los oídos, ser cómplice al menos, no puedo ser un sujeto pasivo y lejano. Hay que quemarlo todo, pero quemarlo bien.
¿Qué sería quemarlo bien? .
-B.T: Que los que no estamos dentro del movimiento aprendamos a acompañarlo. Tirar las estructuras heteropatriarcales que llevan tantos años es como tirar al colonialismo, es el tamaño del paquete pues. Tenemos que empezar poco a poco a reaprender.
¿Este libro se lee en las escuelas?
-B.T: Sí, contra mi voluntad. Yo siempre pido que sea por decisión de los jóvenes y no por obligación, que si ellos no lo quieren que jamás se les ocurra ponerlo en las currículas.
Difícil saber si pueden atender ese pedido.
-B.T: Yo sé, pero hago mi mejor esfuerzo. Igual que escribo con un número determinado de hojas para que mis libros cuesten menos de 200 pesos, una batalla que llevo hace muchos años, que por lo menos mis libros sean accesibles, entrando directo a la sección de bolsillo.
¿Qué le implicó aggiornar «Persona normal»?
-B.T: Decidí aumentar 10 capítulos que suceden en pandemia, por eso hay saltos temporales inexplicables, pero la literatura no se explica. Se siente y punto.
¿Y ahora sí pasó los 200 pesos?
-B.T: Sí, pero muy poquito. Estos 10 capítulos fueron escritos y publicados en línea durante la pandemia para que todos los chicos pudieran leerlos gratuitamente y salir un poco de los encierros, esa era la lógica.
¿Cómo se resignifica la lectura en tiempos de pandemia?
-B.T: Hay que hacer que nuestros Estados y gobiernos metan al libro en la canasta básica, que le saquen impuestos. Las encuestas de lectura son sesgadas, miden libros vendidos y no leídos. Habría que multiplicarlas por siete: esos jóvenes que no tienen acceso a comprar sí lo tienen al libro prestado. Hoy se está leyendo más que nunca en América Latina y sobre todo los jóvenes. Ahora, la literatura infantojuvenil es un membrete puesto por las editoriales sólo para vender, yo creo en la literatura como un todo. «El señor de las moscas», de William Golding, es de adultos y sin embargo me parece uno de los libros juveniles más importantes en cuanto a la lógica de la redención. La literatura infantil tiene anaqueles específicos, el resto de la literatura puede ser leída por cualquiera.
¿Cómo resignifica la tecnología a la lectura? Paco, aún en su versión 2020, es tecnófobo.
-B.T: Paco cree que el imperialismo viene por lo que transmite la tecnología. Pero ese es problema suyo, yo no soy tecnófobo. El libro digital significa el 3% del mercado y convivirá muchos años con el de papel, hasta que logremos no seguir tumbando árboles para hacerlos, una falta grave en un mundo que se deshace con el cambio climático. Tenemos que buscar soluciones tecnológicas a la celulosa porque nos vamos a quedar sin mundo.
¿Cómo pensaste el canon literario de esta novela?
-B.T: Fue el que aprendí, el que me fue transmitido, si hoy escribiera, 10 años después, una nueva versión de «Persona normal», te aseguro que no sería igual.
Diez años después llegó «Fin de la historia» y el canon se mantuvo.
-B.T: Las deconstrucciones son lentas, las transformaciones sociales y políticas no son inmediatas. Yo vengo de donde aprendí, quiero decir, soy un fanático de Hemingway y leí todo Hemingway. En su momento yo no tuve a Sylvia Plath en las manos porque no la tuve, no sé si me explico, la tuve mucho después. Hoy empiezo a ser otro y escribiría una cosa distinta, pero por lo pronto ese es el canon, pero además no es el canon, esa es la forma en que a mí me llegó la literatura. Literalmente, me los pusieron en las manos, estos libros que crearon mi educación sentimental venían de mi padre, que a su vez venían de su padre.
¿Cómo creés que eso impacta en un público movilizado como nunca por las reformulaciones de los feminismos y la perspectiva de género?
-B.T: Eso lo arreglo en las conferencias, los libros no se reescriben. Ya está escrito, ya está hecho, no pienso tocarlo, ni una palabra. A lo que voy es, ¿sabes dónde estoy haciendo este ejercicio? En las conferencias de fomento a la lectura todo el tiempo estoy hablando de la deconstrucción o de la creación de un nuevo canon.