25 noviembre, 2020
Por Mariano Gervan
Diecinueve años. Seis presidentes. Catorce ministros de economía, y ningún plan. Todos los presidentes hicieron casi lo mismo. En lugar de crear riqueza, distribuyeron pobreza. Aumentaron los planes sociales, el gasto público.
Todos se dijeron keynesianos (sin plan). Excepto Néstor Kirchner (con Roberto Lavagna), para todos los demás un poco de déficit no estaba mal, y endeudaron al país sin pausa.
Todos devaluaron, dijeron que un poco de inflación era bueno, que era una herramienta de política económica.
Todos gradualistas, padecieron un complejo compartido: no quisieron ministros de economía fuertes. Parafrasearon a Bill Clinton: “Es la economía, estúpido!”. Y estúpidamente nos dejaron sin moneda.
Llevamos diecinueve años sin rumbo en economía.
Cumpliremos también treinta y ocho años del regreso a la democracia, y veintiséis ministros de economía. Promedio en el cargo, menos de un año y medio cada uno, tanto desde el regreso a la democracia, como en los últimos diecinueve años.
Pero hubo una excepción. Hace pocos meses se cumplieron veintinueve años del plan de convertibilidad. Los ministros del presidente Carlos Menem que lo llevaron adelante, Domingo Cavallo y Roque Fernández estuvieron en sus cargos más de cinco años y medio el primero, y un poco más de tres años el segundo. Con aciertos y errores, ese plan signó los únicos diez años de estabilidad económica en este período democrático. Tener un buen plan es distinto.
El juicio de la historia es inexorable. Y los datos también. Nos dijeron que tener una moneda fuerte fue una ficción, cuando durante diez años los precios y los salarios se mantenían estables, había acceso al crédito a tasas razonables e inflación de un dígito, familias jóvenes accedían a una vivienda propia, se ahorraba en pesos y el dólar no se movía. Durante diez años se pudo planificar e invertir. Es lo que buscan los que hoy se quieren ir del país. Con el mismo crédito, en 2001 se compraba un departamento, después de devaluar sin red en 2002, solo se podía comprar un auto, y hoy, apenas alcanza para comprar un notebook de segunda marca sin pretensiones.
Nos dijeron que nos venían a cuidar, cuando tenían que venir a gobernar. Ese ensayado discurso paternalista, con carita naif ofende la condición de ciudadano. No nos cuidaron, nos defraudaron. Todos se olvidaron de la clase media, por tratar de instrumentalizar la pobreza.
Todos se justifican, cuando no se victimizan. Ninguno es capaz de una autocrítica seria. No dan la talla del estadista.
Todos los países de la región, excepto Venezuela y Nicaragua, aún con vaivenes políticos, y en medio de la pandemia, manejan escenarios previsibles, y tienen envidiables indicadores de estabilidad económica, mejores que los nuestros.
¿Porqué no podemos tener un horizonte que devuelva la esperanza, genere confianza, permita crear, ayude a crecer, e invite a soñar? ¿No son suficientes seis presidentes y casi dos décadas perdidas?
En la perspectiva del tiempo el fracaso compartido es de tal magnitud que difumina las diferencias, que las hay.
Ninguno de los presidentes de los últimos diecinueve años va a pasar a la historia, o lo que es lo mismo, van a pasar a la historia sin pena, ni gloria. El bronce está reservado para aquellos que logran torcer el rumbo fatídico de la historia.
En Argentina, estamos a tiempo. Quiera Dios, por el bien de todos, que el Presidente de la Nación sepa encontrar ese camino. Es hora de dejar la adolescencia, y no llegar a los veinte años sin plan.
*Asia Infonews