28 febrero, 2022
A los problemas políticos internos y con el FMI, el Gobierno enfrenta un nuevo dilema: ¿seguir o cortar la relación estratégica con Rusia?
Por Stella Gárnica
Escenario 1: Rusia retira las tropas de Ucrania y se sienta a negociar una salida pacífica a la crisis. Escenario 2: avanza sobre otros países de Europa del Este y la crisis deriva en una mayor escalada que empuje a una intervención militar de la OTAN que derive en una gran guerra mundial. Son los dos escenarios que evalúa la Casa Rosada antes de tomar una decisión trascendental: Continuar o no con la relación estratégica firmada con la Rusia de Vladimir Putin.
Ese nuevo dilema afronta el gobierno de Alberto Fernández en la previa a este 1° de marzo, fecha que se había autoimpuesto para relanzar el Gobierno con la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso y su tercer año de mandato. Esperaba tener el problema de la deuda con el FMI resuelto y empezar a mirar hacia el futuro con la promesa de un plan de estabilización económica en el centro del discurso pensando en la posibilidad de una reelección en 2023.
Contener la inflación es hoy la mayor demanda de los argentinos al Gobierno tras dos años de emergencia sanitaria y económica por la pandemia; de no ser resuelto, amenaza con poner en riesgo no solo la credibilidad del Presidente, sino la continuidad del peronismo en el poder en 2023, y la propia gobernabilidad en los próximos meses.
Pero la interna con la vicepresidenta Cristina Kirchner y su hijo Máximo por el ajuste económico que reclama el Fondo Monetario para cerrar el acuerdo por la deuda, terminó complicando los planes de la Casa Rosada que a esos problemas internos, ahora debe afrontar el nuevo dilema de cómo pararse y afrontar las esquirlas políticas y económicas de la guerra en Ucrania que afectarán a la economía mundial y por ende, a la Argentina.
Una alta fuente de la Casa Rosada admitió que la postura del Gobierno es no apoyar a ningún país que impulse una guerra, y defender la paz y el diálogo, pero admitió que en este contexto, «todo el Gobierno está preocupado y analiza la situación para resolver los próximos pasos en la relación bilateral con Rusia».
La portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, dijo algo parecido en la conferencia de prensa del jueves: «En el viaje del presidente a Rusia no se firmó ningún acuerdo», dijo, pero ratificó que «los acuerdos con empresas rusas para la elaboración de vacunas, e inversiones multimillonarias en energía nuclear e infraestructura en el país siguen vigentes», al menos por ahora.
Nadie en el Gobierno sabe responder por estas horas, qué postura tomará Argentina en el caso de que con esas relaciones bilaterales con Rusia puedan quedar enredadas en el bloqueo comercial que la OTAN y el resto de la comunidad internacional planteará a Rusia, teniendo en cuenta que en estos momentos hay vigentes decenas de acuerdos comerciales, como la compra y trnsferencia de tecnología de las vacunas Sputnik, hasta la construcción de una central nuclear o inversiones millonarias de empresas rusas en energía e infraestructura en el país.
La guerra, admiten en la Casa Rosada, puede generar una explosión de la inflación mundial de la que Argentina no podría escapar.
Esa nueva amenaza se vio esta primera semana tras el avance militar ruso en Ucrania, con la inestabilidad en las boslas internacionales y el aumento del precio del barril del petróleo que influirá en los precios internacionales y eso podría -por ahora no llegó a las conversaciones de Martín Guzmán con el FMI- hacer cambiar todas las proyecciones pautadas con el staff del organismo internacional hasta ahora.
Por eso la urgencia del Gobierno de firmar el acuerdo de reestructuración de la deuda de 45.000 millones de dólares cuanto antes, además de la necesidad de evitar caer en default el 21 de marzo, cuando venza la cuota por los 2800 millones de dólares que hoy Argentina no tiene para pagar.
Desde el Ministerio de Economía confirmaron a A24.com lo que dijo el jueves la portavoz presidencial: por ahora la postura neutral de Argentina en el conflicto bélico en Ucrania no afecta las negociaciones con el FMI. De todos modos, admiten: «Hay que esperar», para poder cerrar el acuerdo con el Fondo.
Mientras, sigue el enfrentamiento silencioso entre Cristina Fernández de Kirchner y Guzmán con la mediación de Sergio Massa y Alberto Fernández por las tarifas.
La prueba es el silencio de la vicepresidenta que no emitió un comentario ni siquiera en las redes sociales -como acostumbra a hacerlo- para opinar sobre la marcha de las negociaciones con el FMI y la postura de la Cancillería y del presidente sobre la guerra.
Otra prueba de la inestabilidad que reina en la coalición de Gobierno es que el nuevo jefe del bloque de diputados del Frente de Todos que reemplazó a Máximo kirchenr tras su renuncia a fines de enero, Germán Martínez, no reunió al bloque de diputados después de casi un mes de asumir.
La renuncia de Máximo Kirchner también terminó frenando la designación de autoridades en las comisiones parlamentarias y el Congreso no se pudo reunir para debatir en sesiones extraordinarias los proyectos enviados por Alberto Fernández.
Alberto y Cristina se volverán a mostrar juntos este martes 1° de marzo en el Congreso.
Será la primera vez que compartan un estrado después de la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados por rechazar los términos de las negociaciones con el FMI; y la primera vez que ambos se verán cara a cara desde el último acto en Plaza de Mayo por el Día de la Democracia, el 10 de diciembre.
¿Qué negocia Guzmán para conformar al FMI y a Cristina Fernández de Kirchner? tarifas del 20 % -debajo de inflación que reclama el FMI- y crecimiento económico del 7% para 2022 para alcanzar la meta fiscal comprometida en el preacuerdo con el fondo, 2,5% deficit fiscal en 2022.
Pero los silencios de Cristina y de Máximo Kirchenr siguen mientras esperan el borrador final de las negociaciones. Guzmán modifica planes para lograr el apoyo kirchnerista en el Congreso. ¿Lo logrará?
El plan B de Alberto Fernández es firmar el acuerdo con el FMI más allá del apoyo de Cristina y Máximo Kirchner, y de los diputados y senadores que los siguen.
Independizarse pensando en que si le sale bien la reestructuración de la deuda y logra reencausar la economía y bajar la inflación, podrá postularse en 2023 a la reelección con apoyo del PJ más ortodoxo rodeado de gobernadores con el jefe de Gabinete y gobernador de Tucumán, Juan Manzur a la cabeza: es una hipótesis que manejan los dirigentes más cercanos al presidente en la Casa Rosada.
Para eso, Alberto Fernández ya empezó a mover fichas en el PJ, y encabezó dos actos políticos en una semana:
El miércoles se mostró apoyando el relanzamiento de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en la Universidad de La Plata, que compite con La Cámpora de Máximo Kirchner y Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires.
Un día después viajó a Catamarca con varios ministros, incluído el camporista ministro del Interior, Eduardo «Wado» De Pedro, para encabezar otro acto del PJ y celebrar el aniversario del triunfo de Juan Domingo Perón en 1945.
Alberto insiste en pedir «unidad», pero del otro lado sigue el silencio.