11 enero, 2021
El objetivo establecido en el Presupuesto por el Gobierno es el del 4,5% del PBI para este año. La discusión pasa por cómo se financiará ese desequilibrio más el de los períodos siguientes.
Por Carlos Burgueño
Con un retraso de siete días según lo propuesto originalmente y de manera estrictamente virtual, el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI) retomarán esta semana las negociaciones para intentar llegar antes de fin de marzo a la firma de una “Carta de Intención” que luego derive, en lo posible antes de la primer semana de mayo, en un acuerdo de “Facilidades Extendidas Reloaded”.
La estrategia de los negociadores de ambos bandos para volver a acercar posiciones será novedosa. En lugar de profundizar en las diferencias, la intención es la de cerrar definitivamente aquellos capítulos donde las partes están más o menos cerca de ponerse de acuerdo. Y luego, con la certeza de que ya hay avances concretos para mostrar a sus jefes de Buenos Aires y Washington los delegados diplomáticos de la Argentina y el FMI abrirán los libros de los temas donde el apretón de manos más lejos está.
Por ahora, y por tiempo indefinido, todas las charlas serán virtuales, con el intercambio de planillas de cálculo a velocidad del sonido. Si bien las partes se habían comprometido que para la segunda quincena de enero o la primera de febrero habría contactos directos en Buenos Aires o Washington, el covid-19 sigue imponiendo sus reglas. El crecimiento de contagios locales y en los Estados Unidos impuso que las discusiones se mantengan a distancia. La última experiencia en el país del jefe de la misión del FMI, el venezolano Luis Cubbedu y su confuso positivo local provocan que se imponga la prudencia bilateral. Así las cosas, el delegado de Washington y el embajador local ante el organismo, Sergio Chodos, comandarán los cruces a través de sus computadoras.
El primer capítulo que podría cerrarse en las negociaciones que se retomarán en estas horas es clave. Argentina y el Fondo están dispuestos a comprometerse por escrito sobre la fórmula de financiamiento que el país tendrá para este año, sobre la base de un déficit fiscal de no más del 4,5% para 2021.
El Ministerio de Economía de Martín Guzmán fue el que propuso ese porcentaje a través de la sanción del Presupuesto para este año, y desde el organismo se lo tomó como un nivel razonable, teniendo en cuenta que el país viene de un desequilibrio de más del 7% (en estos días se conocerá el resultado final) en el ejercicio 2020. También hay acuerdo general en las proyecciones fiscales para los ejercicios 2022 y 2023, año que debería dejar las bases para un equilibrio entre ingresos y gastos en 2024. En general, este cronograma, y más allá de algún matiz, sería aceptado por los delegados de Kristalina Georgieva.
Pero para cerrar el capítulo de las promesas fiscales, y entrar en lo más importante (cómo se lograrán esas metas), Argentina y el FMI deben ponerse también de acuerdo en un tema clave: cómo se financiarán estos desequilibrios anuales. Verbalmente hay coincidencias en un concepto general: la Argentina debe reducir al mínimo su nivel de emisión monetaria, y concentrar el cierre de los desequilibrios tomando deuda. Y que ese pasivo financiero sea, en su mayoría, implementado a través de colocaciones en pesos y no en moneda extranjera. Obviamente, la recomendación final es que la deuda sea lanzada en el mercado doméstico, abandonando el país en lo posible la alternativa externa. Para el FMI, el cambio de denominador del pasivo en endeudamiento en pesos y no en dólares, contablemente es fundamental para la calidad de los números de la propuesta argentina. El Ministerio de Economía no ve mal la alternativa y está dispuesto a que el cronograma general de este año, y de los próximos hasta lograr el equilibrio fiscal sea de toma de deuda en moneda doméstica, abandonando lo máximo posible las colocaciones en dólares, euros o similar.
Esta estrategia financiera fue conversada hacia comienzos de noviembre, cuando Economía diseñaba el plan de salida ordenada de los fondos de inversión en dólares vía la colocación de deuda por unos u$s1.400 millones, evitando que grandes casas presentes en bonos locales provocaran una catástrofe de fin de año a través de la venta masiva de estas posiciones y su huida literal a través de los dólares financieros. Guzmán y su gente negociaron directamente con los tenedores de la deuda en pesos (PIMCO, Fidelity y similares) para que aceptaran estos bonos, con tasas récord de más de 15%; pero garantizando una “pax cambiaria” y financiera de cierre del 2020. Toda la estrategia fue avalada por los misioneros del FMI que discutían los comienzos del diseño de la “Carta de Intención” en Washington y Buenos Aires, pero dejando en claro que para 2021 los planes debían ir mutando en la colocación de más deuda en pesos que en divisas.
*ÁmbitoF