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23 octubre, 2021

Adam Tooze: “La pandemia de covid abre un horizonte militar, nacionalista y amenazante”

Adam Tooze: “La pandemia de covid abre un horizonte militar, nacionalista y amenazante”

El autor, cronista de referencia de la crisis de entreguerras en el siglo XX y de la Gran Recesión en el XXI, analiza cómo la covid sacudió la economía mundial y critica el “fin conservador” de las medidas tomadas

Adam Tooze

¿La crisis por la covid es comparable a cualquier otra? ¿Quizá a la de la gripe española de principios del siglo pasado?

No se puede dejar de comparar, pero hay que preguntarse si es útil, y ver en el 2020 el 1918 o el 1919 no es de mucha ayuda. No ha habido nada como el cierre total de la actividad económica en todo el mundo visto con la pandemia. Es más, ni siquiera se consideraba. He pasado mucho tiempo en archivos y esperaba ver menciones en aquellos años de cómo la oficina no funciona porque los empleados están en casa, etcétera. Pero no hay nada. Ni siquiera notas sobre las personas que enferman y mueren, aunque sabemos que la gente enfermaba y moría.

¿Cómo es posible?

Los especialistas han analizado las medidas que se tomaron en algunas ciudades, y siempre se cita a este nivel, de municipio a municipio. Nunca antes hubo una pandemia en la que hubiera un cierre como con la covid. Nunca antes hubo una crisis que produjera una caída económica tan grande en un período de tiempo tan limitado. En términos de caer por el precipicio, el 2020 es único.

En términos de caer por el precipicio, el 2020 es único

 

La pandemia fue inesperada, ¿sus consecuencias a largo plazo también lo son?

Digamos que es una historia inacabada. ¿Qué sucederá? ¿Habrá más cierres? Depende de algo que no sólo está fuera de nuestro control, sino que no hacemos lo necesario para controlarlo. Se discute si tras la Delta habrá más variaciones del virus aún más peligrosas e infecciosas. Y la única manera de controlarlo y de hacer planes confiables para, por ejemplo, el 2022, es forzar la vacunación mundial. Y no lo hacemos.

Con la pandemia los políticos, de un color u otro, han coincidido en intervencionismo público, gasto público, deudas… ¿La política neoliberal ha llegado a su límite y empieza otra era?

El neoliberalismo, como régimen, ideología, proyecto, ha mostrado su límite, pero la idea de que se apaga y se trata simplemente de dejar que las cosas sucedan, es absurda. Es un régimen de disciplina y poder. Y si se piensa en él como estructura social, entonces la lógica de la crisis del 2020 no es transformadora. Ha habido un esfuerzo por utilizar todos los medios necesarios, todo lo que está al alcance del gobierno, para un fin conservador, para restaurar la sociedad a donde estaba antes de la pandemia. Eso significa una protección social para todos, no sólo para las personas que más lo necesitan. Y no es redistributivo, en ningún sentido. Se observa, por ejemplo, en el plan por el que se les paga a los empleadores para que mantengan a sus empleados.

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La desmovilización para vacunarse ha provocado que miles de dosis en España hayan caducado, o estén a punto de hacerlo. En la imagen, uno de los centros de vacunación en Barcelona / Llibert Teixidó

 

¿En qué sentido?

Muchos de esos empresarios habrían mantenido a sus trabajadores de todos modos. Pero se les paga por ello. Hay un fin profundamente conservador en las medidas por la covid, a pesar de que los instrumentos utilizados sean radicales. A su vez, si se piensa en el neoliberalismo como proyecto del poder estadounidense, que lo fue, entonces el mundo sí ha pasado página definitivamente, si bien ello no abre un horizonte de socialdemocracia e internacionalismo sino uno de creciente antagonismo y competencia entre los grandes poderes. El futuro tal vez no parece liberal, pero tampoco parece que lo desborde la paz progresista. Parece militar, nacionalista y amenazante. En muchos aspectos este es un momento profundamente conservador.

Antes de la crisis actual, se venía de otra, la financiera del 2008, una pesadilla también de deuda. Y ahora se habla de más y más deuda para paliar los efectos de la covid. ¿Debemos estar preocupados?

La deuda no debería ser una preocupación en sí. España debería preocuparse más por los daneses, los austriacos, los holandeses o los compañeros de la Eurozona con posiciones conservadoras. La deuda, per se, si el BCE sigue haciendo lo que hace y la Comisión Europea no vuelve a imponer reglas fiscales, no es un problema. Si el nivel de deuda se convierte en problema es por una elección política, por vulnerabilidad ante un ataque de los europeos del norte, fiscalmente conservadores, una política que haría daño a la economía y a la sociedad española dejando cicatrices y haciendo que la recuperación sea muy lenta además de limitar esencialmente la soberanía democrática española, porque las reglas definen lo que el gobierno puede y no puede hacer. Sería una catástrofe.

No hay otra alternativa a la crisis que la deuda

¿España está de nuevo en esta encrucijada?

España es parte del 60% de la población de la Eurozona, incluidas Francia, Italia, Portugal, Irlanda, o Bélgica, con unos niveles de deuda superiores al 100% del PIB. En ninguna parte esto es realmente un problema. Pero podría convertirse en uno. Sabemos que en el 2012 fue Mario Draghi, con su “cueste lo que cueste”, el que puso fin a la crisis que presionaba con envolver de nuevo a España. También en el 2020, aunque inicialmente el BCE dudó. Sin embargo esto se decidirá en el 2022-2023. Dependerá mucho de lo que suceda tras las elecciones alemanas. Dependerá mucho de lo que suceda en las elecciones francesas del próximo año. La economía está bien. Es la política de la que hay que preocuparse.

¿Es la deuda y el crédito nuestra nueva religión y única solución? ¿No hay alternativa?

No creo que la haya. Esforzarse en crecer sin expansión crediticia en el momento actual sería increíblemente duro. El daño causado por la crisis es demasiado profundo. La diferencia respecto a la crisis española del 2010 y 2012, además, es que esa fue muy política. El pinchazo inmobiliario en España vino de una burbuja del sector privado, impulsada por el consumidor y las empresas. Tanto si la crisis se gestionó bien como si no en la Eurozona, España iba a tener un mal 2010-2012. La política entró en juego para ver cómo lidiar con el boom del sector privado y hubo el rechazo europeo a permitir una solución sofisticada. Ahora no hay alternativa.

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Adam Tooze 

 

Antes de la pandemia el mundo ya estaba lleno de deudas y en medio de una guerra fría entre China y EE.UU. Y hoy todo vuelve poco a poco a la vieja senda. Hay incluso quien habla de los nuevos años veinte del siglo XX aunque en el XXI: crecimiento, desenfreno, y más.

Sería demasiado optimista asumir que volvemos a algún tipo de escenario histórico de rápido crecimiento, como en la década de 1920. Esa analogía es engañosa y simplista. La década de 1920, en gran parte del mundo, incluida España, fue, de hecho, bastante dura. Se preparó el escenario para los disturbios políticos posteriores. No fue un período de rápido crecimiento económico en ningún otro lugar más allá de, en realidad, EE.UU. Aunque no creo que haya ninguna razón para no pensar que con estímulos suficientes podríamos mantener tasas de crecimiento razonables.

Los jóvenes son de los que más han sufrido esta crisis, como la sufrieron en el 2008. Ven desempleo, precariedad y un largo etcétera. ¿La principal consecuencia de la pandemia puede ser una lucha generacional entre jóvenes y mayores?

La crisis social en Europa después del 2008 es, sobre todo, una crisis de paro juvenil. En la Europa del Sur se ven niveles históricos de desempleo juvenil que son profundamente dañinos para sus expectativas de vida. Una experiencia que se puede unir a la del cambio climático, que ve una movilización generacional, particularmente al norte de Europa, en especial entre personas ahora en su adolescencia y veinteañeros, con la profunda sensación de que los políticos en ejercicio, todos mayores, no se toman sus demandas lo suficientemente en serio. La combinación de todo ello se ha visto en el fallo del Tribunal Constitucional alemán, que a principios de este año declaraba inconstitucional la política climática del gobierno de Angela Merkel porque restringía severamente las opciones futuras para las generaciones más jóvenes de los alemanes.

La economía está bien, el problema es la política

¿Y a dónde lleva todo ello?

La crisis del coronavirus lleva todo esto a un punto realmente extremo. Al menos en la primera variante de la enfermedad la mortalidad fue abrumadora entre las personas mayores y la alteración de la vida abrumadora entre los jóvenes, incluyendo aquí a las personas de mediana edad con niños, cuyas vidas se volvieron increíblemente difíciles. En muchos países del norte se ve, en paralelo, una rápida escalada de los precios de la vivienda, lo que afecta a la distribución de la riqueza entre generaciones ya que medidas como la de la flexibilización cuantitativa de la banca central benefician, nuevamente, sobre todo a aquellos con riqueza financiera y activos inmobiliarios. Y esas son personas mayores. Por todo ello se puede decir que la crisis presiona extremadamente una inequidad intergeneracional que ya asomaba antes. No hay duda de que uno de los legados de la crisis será el choque intergeneracional. En China esta brecha no se da en la misma medida.

¿Es esta brecha generacional diferente a otras del pasado?

Todas las crisis marcan pero durante los últimos cincuenta años el cambio económico ha hecho difícil el acceso de los jóvenes al mercado laboral. Por un lado los adultos de mediana edad y todas las personas que ya están trabajando dificultan la entrada de los jóvenes. Y, por otro, el cambio estructural hace que los viejos supuestos sobre la estabilidad y la permanencia laboral sean irrelevantes. Eso no era un problema, por ejemplo, en los años cincuenta, sesenta e incluso principios de los setenta. Entonces un hijo o una hija de una familia campesina, no cualificado o con educación primaria, podía ir a trabajar a una fábrica y pagarse un apartamento, tal vez comprarse una moto, un refrigerador y una radio y formar una familia con relativa comodidad. Esos trabajos de entrada semicualificados y bajo nivel se han vuelto cada vez más escasos.

FOTO:MANE ESPINOSA. INICIO EN LA CADENA DE MONTAJE DE SEAT MARTORELL, DEL NUEVO MODELO SEAT LEON

Los trabajos industriales han ido a menos en los países occidentales. En la imagen, la cadena de montaje de la compañía automovilística Seat en Martorell / Mané Espinosa

 

¿Es para todos los jóvenes igual?

Vemos una polarización entre los altamente educados, flexibles, móviles, globalizados, y las personas que no pueden participar en ello. Y esto es característico de los últimos cincuenta años. El 2020 agravó estas diferencias. Con el virus, si tienes un alto nivel educativo, un trabajo de cuello blanco, estabas en la universidad o tienes una buena conexión WiFi, la crisis es un inconveniente pero no el fin del mundo. Si eres un niño que acaba de terminar la escuela secundaria, poco cualificado y cuyo mejor trabajo probablemente ha sido trabajar en un restaurante o en algún empleo de bajo nivel en el sector de servicios, fue un desastre.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias a largo plazo de las decisiones tomadas en pandemia?

Es demasiado pronto para decirlo, pero una será, claramente, la deuda acumulada. Tocará decidir qué hacemos con ella, lo que será, como dijimos, una cuestión de elección política. Además, el 2020 ha alterado permanentemente las relaciones entre Occidente, en particular Europa y EE.UU., y China. Hemos entrado en una relación mucho más antagónica de la que teníamos antes. Luego se han acelerado los procesos de cambio estructural como el agotamiento del comercio minorista a pequeña escala y su movimiento hacia la digitalización.

*LV