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11 septiembre, 2021

Política energética argentina: el elefante en la habitación

Argentina debe quitarse las anteojeras en lo que respecta a su política energética, y cuanto antes.

El país se está enfocando en impulsar la producción de hidrocarburos para estimular la economía, pero los eventos climáticos, la transición energética y la presión por reducir emisiones sobre las empresas petroleras demuestran que es fundamental adoptar una visión más amplia.

Esta visión debe englobar las energías renovables, el hidrógeno verde y los biocombustibles, complementados con medidas que ayuden a restablecer la confianza de los inversionistas y procuren condiciones comerciales favorables.

Argentina no puede navegar en el mundo feliz de hoy sin la mano fuerte y acogedora del sector privado. Simplemente no hay suficiente en sus arcas para cubrir las enormes inversiones que se requieren para mitigar los impactos del cambio climático —que ya se vislumbran en el sector energético regional— y aprovechar plenamente las oportunidades de negocios que surgirán. Eso sin mencionar su ambición de convertirse en una potencia exportadora de gas a nivel internacional, para lo cual necesitará ingentes recursos financieros que, hoy por hoy, solo están en el sector privado.

En el frente de las energías renovables, la crisis económica que azota al país desde 2018, junto con la incertidumbre política y la necesidad de priorizar otras áreas, le ha quitado vientos a favor.

Argentina posee abundantes recursos solares y eólicos, pero el sector está subdesarrollado. La capacidad eólica instalada en la red bordea actualmente los 3,17GW y la potencia solar fotovoltaica apenas llega a 761MW, para un total de 42,5GW. De cuando en cuando entran en operación nuevas plantas, pero es necesario subir el ritmo, el número y el tamaño, dado el crecimiento previsto de la demanda eléctrica.

La red del país es relativamente limpia, pues la generación a gas y la hidroelectricidad representan la mayor parte, pero las precipitaciones por debajo del promedio ya están afectando la generación hidroeléctrica y continúan cayendo los caudales de los ríos y los niveles de los embalses. A su vez, esto ejerce mayor presión sobre las generadoras termoeléctricas. Este mes el gobierno autorizó aumentar las importaciones de diésel para el sector eléctrico. En junio la producción hidroeléctrica argentina llegó a 1.777GWh, 34% menos que en igual período del año pasado, según el administrador del mercado mayorista eléctrico Cammesa. En contraste, la generación en unidades a diésel fue de 264GWh, 81,1% más. El consumo de diésel para generación viene mostrando una tendencia al alza desde febrero.

Si tuviéramos que apostar, lo más seguro es que la situación hidrológica se mantenga estable o empeore a mediano plazo, dada la hecatombe climática que está experimentando el resto del mundo, desde temperaturas que derriten el asfalto en Italia hasta mortales inundaciones en Alemania. No es una postura optimista —ojalá sea totalmente infundada—, pero todo parece apuntar en esa dirección.

La preocupación por el estrés hídrico ya está alimentando tensiones sociales en la gallina de los huevos de oro, Vaca Muerta, polo de la fractura hidráulica. Además de Argentina, la situación del agua también está presionando a su vecino Chile, que se vio obligado a reactivar una planta a carbón previamente retirada para ayudar a cubrir la demanda, mientras que Brasil también ha reanudado la operación de sus centrales térmicas para mantener el servicio eléctrico.

Para Argentina, como también para otros países, desarrollar capacidad renovable no solo ayudaría a respaldar el desarrollo de una industria del hidrógeno verde, sino que prepararía al país para un futuro probable en el que se introducirán impuestos fronterizos al carbono. De hecho, parece que aquellas naciones cuyos sectores productivos emiten menos carbono tendrán exportaciones más competitivas. Su vecino Uruguay ya ha sugerido que tiene planes de establecer un esquema de certificación de energía limpia.

En el frente del hidrógeno, Argentina es pionera en América Latina. El país introdujo la primera ley de hidrógeno en la región en 2006 y un legislador de oposición presentó un proyecto de ley que extiende su vigencia en 20 años y afina el enfoque en el hidrógeno verde y los incentivos fiscales.

Las empresas locales ya han dado un paso al frente. Y-Tec, rama de investigación tecnológica de la petrolera estatal YPF, y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) lanzaron el consorcio H2ar. Durante los próximos dos años, la entidad estudiará escenarios de producción, transporte y exportación de hidrógeno y posibles aplicaciones en los sectores de movilidad, industria, transporte de gas natural y electricidad. Sin embargo, la percepción es que se necesita un impulso más decidido y urgente.

Con recursos solares y eólicos suficientes para convertir al hidrógeno verde argentino entre los más competitivos del planeta, el país es pionero en producción. Irónicamente, el país opera una pequeña planta de hidrógeno verde que se emplea como combustible de equipos de extracción de crudo en el sur del país, abundante en recursos eólicos.

En un momento en que las dos grandes piezas del rompecabezas, oferta y demanda, van encajando lentamente a nivel mundial, Argentina no puede quedar abajo del tren. Chile, Uruguay, Brasil y Colombia ya se están subiendo.

Poseedora de abundantes reservas de gas, Argentina podría producir hidrógeno a partir de gas natural, proceso que, a su vez, generaría emisiones de carbono a menos que se implemente tecnología de captura, solución potencialmente costosa.

América Latina podría cubrir alrededor del 35% de la demanda mundial de hidrógeno verde, lo que, de materializarse, significaría inversión e ingresos para la región. Si se administran adecuadamente, estos recursos la ayudarían a encaminarse al desarrollo.

Los biocombustibles también son parte de la solución para Argentina, dada su enorme industria de granos. Sin embargo, un signo de interrogación se cierne sobre la trayectoria del sector luego de la aprobación de un proyecto de ley del gobierno que reduce la cantidad mínima de biodiésel en la mezcla de diésel final y abre la puerta a nuevos recortes.

Lograr un equilibrio adecuado es fundamental para evitar la eliminación de áreas cultivables para producción de alimentos y para optimizar los beneficios ambientales mediante el uso de estos combustibles en la cadena de producción, pasos que ya se han dado. En una línea similar, la provincia cerealera de Santa Fe está explorando la factibilidad de producir, localmente, celdas de combustible de óxido sólido. Estas unidades, que pueden usar biocombustibles, generan electricidad a través de una reacción electroquímica en lugar de la combustión.

Otra pieza en el tablero energético es un componente clave de las baterías, el litio. Argentina tiene abundantes recursos en sus salares del noroeste, pero, una vez más, debe ofrecer los incentivos adecuados para aprovechar al máximo su potencial y sumarse a la ola verde.

Los países europeos y asiáticos con escasos recursos y alto consumo energético deben mirar a Argentina con cierta envidia. En general, el país tiene gran potencial, pero destrabarlo es y siempre ha sido un reto, un desafío que requiere las políticas y las condiciones adecuadas.

 

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