3 marzo, 2021
Hace exactamente un año el Ministerio de Salud de la Argentina, conducido por Ginés González García, confirmaba el 1er caso de Covid-19 en el país. A los pocos días, llegó la cuarentena (indefinida o irresponsable) y las cifras de la pandemia fueron apoderándose de nuestras vidas. Hoy nombran a 52.192 muertos y 1.126.108 vacunados. Pero llegó la hora de que el análisis se apodere de ellas.
El martes 3 de marzo de 2020, el Ministerio de Salud de la Argentina, conducido por Ginés González García, confirmaba el primer caso del nuevo coronavirus en el país.
En ese momento, Italia era el país con más casos confirmado del virus en Europa, que había afectado a otros 4 países de América Latina, además de Argentina: Ecuador, México, Brasil y República Dominicana, y la Organización Mundial de la Salud (OMS), iba contando cerca de 89.000 casos de covid-19 en 64 países de los 5 continentes (excepto Antártica) y más de 3.000 muertes.
Las cifras fueron creciendo a pasos agigantados y con los meses nos acostumbramos a vivir con el reporte diario de las cifras de la pandemia. La magnitud de la misma no daba lugar a los nombres. Las cifras la inundaron.
Casi 53.000 personas murieron hasta hoy en el país por el virus, y los registros son larguísimos. Pero hubo una primera víctima de COVID-19, el registro más sencillo pero no por ello más importante.
Fue un militante político y social que pasó su vida en el exilio después de ser secuestrado y torturado por la Triple A. Se llamaba Guillermo Abel Gómez y falleció el 7 de marzo de 2020.
Hacía 6 seis años que había regresado de Francia junto a su mujer, Nelly. Pero el verano pasado cuando poco se sabía de la pandemia, fueron a visitar a su hija María Eugenia y a conocer a su nieta. Volvieron el 25 de febrero. 2 días después, comenzaron los síntomas: fiebre y dolor de garganta.
En los 70, Guillermo trabajaba como recolector de basura y militaba en el Movimiento Villero Peronista en las villas de emergencia de Soldati cuando él y su mujer embarazada fueron secuestrados. Lograron escapar a Europa antes de la dictadura militar con la ayuda de curas que conocían del barrio. Su hija nació en París. Pero la vida tampoco fue fácil: Guillermo consiguió un puesto de lavacopas y, más tarde, como ordenanza en un organismo público francés en donde con el tiempo lo eligieron delegado. También fue parte de los grupos que denunciaban la desaparición de personas en la Argentina. Y nunca dejó de extrañar su patria.
Hace 5 años, pudo por fin instalarse con Nelly en un PH en San Telmo. Era diabético, hipertenso y tenía insuficiencia renal. Un viejo compañero de militancia fue el que lo cargó en un taxi y lo llevó al hospital Argerich porque la ambulancia no llegaba. Se habían reencontrado en 2019.
No estuvo aislado, sino en una unidad coronaria: recién en la autopsia se determinó la causa de su muerte. Guillermo tuvo al menos la «suerte» frente a los muertos de Covid que le seguirían: pues, no murió solo.
Hasta entonces se habían confirmado 8 casos de coronavirus. Todos de personas que habían viajado al exterior, en especial a Italia.
La Argentina registraba así la primera muerte por covid-19 en América Latina.
Pocos días después, el presidente Alberto Fernández anunciaba el aislamiento social obligatorio en todo el país a partir de las cero horas del viernes 20 de marzo y hasta el martes 31 de marzo inclusive. «Nadie puede moverse de su residencia, todos tienen que quedarse en sus casas», expresó y, remarcó que la Prefectura, Gendarmería, la Policía Federal y las Policías provinciales van a controlar la circulación por las calles. «Vamos a ser absolutamente inflexibles», advertía.
Esa cuarentena se extendió una y otra vez, mientras seguía aumentando en el número de infectados y de muertos, y la situación económica ya complicada, empeoraba.
En números: hasta ayer la tasa de mortalidad causada por el Covid-19 fue de 1145 fallecimientos cada millón de habitantes. Para comparar, los registros de otros países de la región son los siguientes: México (1434), Perú (1403), Brasil (1198), Colombia (1168), Chile (1076), Bolivia (990) y Ecuador (889).
Pero mientras las cifras crecían, el entonces ministro de Salud acumulaba solo frases célebres. Había comenzado antes, cuando corrían los últimos días de enero de ese año, con el pronóstico sobre la imposibilidad de que llegue el Covid: «No hay ninguna posibilidad de que exista coronavirus en Argentina», había dicho. Para marzo tuvo que aclarar: «yo no creía que el coronavirus iba a llegar tan rápido, nos sorprendió».
En mayo acusaba a quienes «viajaron y trajeron el virus al país»: «La epidemia del coronavirus comenzó con la clase media y media alta que viajaba. Fueron ellos los que hicieron que llegara el virus a nuestro país y que ahora está llegando a los barrios vulnerables».
Anticipó picos que no fueron, remarcó la «capacidad de circulación notable» del virus. «Nunca dijimos que íbamos a evitar la pandemia con esto, lo que dijimos es que íbamos a evitar el número de casos, cosa que se evitó».
«Ningún país tuvo un aislamiento tan prologado como el nuestro. Al no tener un pico, en Argentina los contagios se han extendido en el tiempo», remarcaba ya para el mes de agosto.
Hacia fines de diciembre informaba: «Tenemos compradas 51 millones de vacunas y buscamos 20 millones más». 20 días después, dijo que era «cuestión de horas para que mayores de 60 años reciban la vacuna rusa» y hace solo dos semanas atrás afirmó que «si todo va bien, en agosto o septiembre tenemos vacunados a todos los argentinos, menos los menores de 18 años», además de remarcar que «realizar las PASO es un riesgo absolutamente innecesario que no debemos correr». Su intención fue dar un buen pronóstico de vacunación, pero dejó a la vista el cálculo electoral.
Pues hasta hoy, fueron vacunadas solo 1.126.108, de las 23/24 millones que el gobierno estimó para ser vacunadas en una campaña que comenzó el 29 de diciembre.
Si se compara con la región el número es magro. Chile cuenta ya con 3.660.308; Brasil con 8.841.027, y México con 2.583.435. Y la Argentina solo se encuentra bien parada frente a otros países en los cuales, coincidentemente, también hubo escándalos por las vacunas.
Pues, en el número local se involucra el ‘Vacunatorio VIP’: los vacunados de forma irregular eran personas cercanas al entonces ministro de Salud, Ginés González, quien debió renunciar a su cargo, allegados al Gobierno de Alberto Fernández que también se beneficiaron, funcionarios, entre otros.
La nueva ministra de salud, Carla Vizzotti, pasó a ocupar su lugar, pero tras un año de acompañarlo, acaso, ¿no le caben similares responsabilidades? Vale recordar que fue ella la principal interlocutora entre Salud y buena parte del Gobierno durante toda la pandemia.
El escándalo salió a la luz cuando el periodista Horacio Verbitsky contó en una entrevista radial que él había logrado que le aplicaran la vacuna luego de acudir a su amigo el ministro González García, con quien tiene una amistad «desde mucho antes de que fuera ministro».
«Decidí vacunarme. Me puse a averiguar en dónde hacerlo. Llamé a mi viejo amigo Ginés González García. ¿Me dijo que tenía que ir al hospital Posadas. Cuando estaba por ir, recibí un mensaje del secretario de Ginés que me dijo que iba a venir un equipo de vacunadores del Posadas al Ministerio y que fuera allí a darme la vacuna», relató Verbitsky.
El presidente Fernández le pidió la renuncia González García horas después de que se conocieran dichas declaraciones.
En el ‘vacunagate’ de Perú, hubo 487 personas que se vacunaron contra el coronavirus de manera irregular y «secreta» con dosis del biológico de Sinopharm, autorizado únicamente para fines investigativos de los ensayos clínicos. En Ecuador también hubo varias denuncias de corrupción en el manejo de las vacunas. Allí el plan de vacunación se inició el 21 de enero, cuando llegaron las primeras dosis de la vacuna de Pfizer y BioNTech, y en menos de una semana un número desconocido de vacunas fue aplicado en un exclusivo condominio privado de adultos mayores en Quito, que no hacía parte de las listas oficiales de geriátricos a los que debía llegar el biológico con prioridad. En Colombia, la vacunación inició el 17 de febrero y 6 días después la Contraloría General de la República emitió un comunicado en el que reportaron la pérdida de 15 dosis de vacunas destinadas a inocular al personal sanitario de primera línea de lucha contra el virus. El organismo aseguró que «determinó varias acciones para establecer lo sucedido con las vacunas que no se aplicaron y no aparecen».
Entonces, tras un año de pandemia, más de 50.000 muertos, escándalos con la vacunación y la renuncia del ministro de Salud, más allá de los desmadres económicos, ¿podría catalogarse de fracaso o éxito la gestión del Gobierno de Alberto Fernández frente a la pandemia? Llegó el tiempo de reflexionar…
*U24